martes, 24 de enero de 2017

Ultima expedición de Raleigh


        Sir Walter Raleigh, sentenciado a muerte por conspirar contra su Rey Jacobo Primero, le fue suspendida la pena, pero permaneció 13 años cautivo en la Torre de Londres, tiempo durante el cual escribió “Descubrimiento del grande,, rico y bello imperio de Guayana”, libro que le abonó el terreno para una segunda expedición en 1617.
        De manera que gracias a su fabuloso relato escrito en prisión, encontró el terreno abonado para el financiamiento de su vuelta a Guayana. En diciembre de 1617 ya la expedición de Raleigh estaba frente a las costas de Trinidad, de la que se posesionó luego de ardoroso combate con las fuerzas de Benito Baena responsable de la seguridad y defensa de la isla.
        Allí enfermó y para no retardar sus planes adelantó a su lugarteniente Lawrence Keymis y a su hijo Jorge hasta Santo Tomás de la Guayana  donde ya prevenido lo aguardaba el Gobernador Diego Palomeque de Acuña con una pobre artillería y apenas medio centenar de hombres sobre las armas.
El sábado 12 de enero de 1618, cinco navíos y 600 marinos ingleses asediaban las costas de Santo Tomás de la Guayana terminando de atacarla hasta rendirla, ya sin mando pues su Gobernador había caído mortalmente herido, pero también habían muerto Jorge el hijo de Raleigh y cuatro oficiales ingleses.
        Los dispersados sobrevivientes se retiraron al Sur de la Laguna La Ceiba y despacharon un emisario al Nuevo Reino y a Santo Domingo en busca de ayuda. El hijo de Raleigh y los oficiales fueron enterrados en la Iglesia del Convento y Palomeque de Acuña en lugar separado. EL saqueo de la Iglesia  fue total.  Los expedicionarios permanecieron 16 días en el lugar explorando los alrededores y se llevaron hasta las campanas de la Iglesia y los sirvientes del gobernador, entre ellos, uno llamado Cristóbal Uayacundo, quien en Londres presenció la decapitación de Sir Walter Raleigh. 
        Los sueños fabulosamente doradistas de Sir Walter Raleigh tuvieron un desenlace trágico. En aras de las buenas relaciones entre Inglaterra y España, Raleigh tenía instrucciones de descubrir nuevas tierras para su Reino, pero no a costa de los intereses coloniales de sus vecinos peninsulares. Si llegaba a lesionar esos intereses, corría el riesgo de que el Rey le reactivara los cargos de conspirador y le confirmara la pena de muerte. Eso ocurrió.
        Por vía del Nuevo Reino de Granada y Santo Domingo, llegó al Rey de España la noticia oficial del saqueo y destrucción de la capital de Guayana. En consecuencia el reclamo no tardó en ser elevado hasta Su Majestad el Rey Jacobo de Inglaterra, quien montó en cólera y prometió hacer justicia tan pronto Raleigh arribara a dar cuenta de su expedición.
        Con la tripulación mermada y desgarrado por el dolor de haber perdido a su hijo como a su lugar teniente Lorenzo Keymes, quien se suicidó en Trinidad, Raleigh se presentó ante la Corte y nuevamente fue detenido y condenado. Cuenta la historia que estando al pie del patíbulo le pidió a su verdugo le dejase ver el instrumento con el que sería cortada su cabeza: “permítame verlo, ¿Crees que tengo miedo?”, dicen que dijo y el verdugo le entregó el hacha cuyo filo acarició con estas palabras: “He aquí una medicina fuerte, pero que vence todas las enfermedades”.

        El caballero consentido de la Reina Virgen cayó a al edad de 66 años bajo el filo del hacha el 29 de octubre de 1618 en el antiguo Palacio de Westminster. Antes de ir a la guillotina dejó escrito este epitafio: “Tal es el tiempo depositario de nuestra juventud, dicha y demás / y no devuelve sino tierra y polvo / el que en la tumba muda y triste / cuando terminó nuestro camino / la historia encierra de la vida nuestra / de esta tumba polvo y tierra / me librará nuestro señor, según confío”.

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