viernes, 30 de diciembre de 2016

MANUEL CENTURIÓN


Planificó y consolidó la ciudad de Angostura; fundó y reconstruyó cuarenta pueblos; fortificó los puntos vitales de la provincia de Guayana a través de ardorosas expediciones; estimuló la inmigración, permitió el mestizaje; logró el libre comercio directo con España y construyó los principales inmuebles del Cuadrilátero Histórico de la Capital orinoquense.
José Solano y Bote fue tan importante para la Guayana de la Colonia como Manuel Centurión. Aquél, alma de la Expedición de Límites (1753-1761), cumplió una extraordinaria labor conquistando y ganando espacio para la colonización y, sobremanera, comprendiendo su realidad y formulando las recomendaciones convenientes al dominio total y desarrollo de una región densamente virgen como rica, extendida desde el Orinoco hasta el Amazonas.
         De allí la reubicación de la Capital de la provincia en la Angostura del Orinoco, su planificación y consolidación como plataforma de lanzamiento hacia la verdadera conquista de la región. 
         Al Reino hispano le interesaba Guayana y ese interés fue creciendo en la misma medida que la provincia era asediada, invadida y saqueada por ingleses, holandeses y franceses.
         El Capitán de Fragata, José Solano, había dado con la solución de un problema demorado durante más de dos siglo y medio y, siendo así, lo conducente era darle jerarquía de mando y poder de decisión como Gobernador de Venezuela (Caracas), la provincia de mayor jerarquía, subordinándole la Comandancia de Guayana.
         Al efecto, en 1762 el Rey de Carlos III expidió una Cédula separando a Guayana de Nueva Andalucía al tiempo que ordenaba el traslado de su Capital. Al año siguiente (1763) designó a Solano Gobernador de Caracas.
         Esta correlación definía el propósito que se tenía con Guayana. Sólo resaltaba el inconveniente de estar la provincia in situ gobernada por dos Comandancias: una política-administrativa iniciada con Moreno de Mendoza y otra militar que venía ejerciendo el Jefe de Escuadra José de Iturriaga.
         Este inconveniente fue el que hizo difícil la gestión de Moreno de Mendoza y el cual vino a resolverse con la muerte inesperada de Iturriaga, cuando Guayana tenía otro Comandante, el Tcnel, Manuel Centurión Guerrero de Torres, proveniente de La Guaira donde en calidad de Capitán comandaba la dotación de Artillería. Centurión aprovechó esta circunstancia de la muerte de Iturriaga para lograr con el Reino la reunificación del mando y poder llevar adelante exitosamente su gran empresa de organización, defensa y poblamiento.
         Manuel Centurión era un oficial egresado de la Real Academia Militar de Matemáticas de Cadiz que a la edad de 16 años había tenido su prueba de fuego siendo plaza de un Regimiento de Infantería fijo en el puerto mediterráneo de Orán (Argelia) conquistado por España en 1508 y ocupado por los turcos desde 1709.
         Antes de ser enviado a Caracas como Capitán de la Compañía de Artilleros, fue Cadete del Regimiento de Caballería de Órdenes y Subteniente del Regimiento de Infantería de la Reina.
         Nacido en Málaga, villa de Nerja, en 1732, hizo carrera profesional desde temprana edad y escribió un libro sobre la ciencia militar que cimentó su prestigio para ascender y llegar a ser, a la edad de 34 años, Gobernador de una provincia donde todo estaba por hacer.
         Casado con doña Antonia Sevilla, tuvo tres hijos: Rafael María, Luis y María Francisca. Todos residenciados en Angostura y a ellos se agregaron otros parientes como Isabel Centurión, madre de Josefa Matea Guerrero Centurión, esposa de Ramón Velez, teniente coronel del ejército patriota.
         El nuevo destino de Centurión se decide con esta participación suscrita en Aranjuez el primero de mayo de 1766 por Don Julián de Arriaga, Secretario del Despacho Universal de Indias, dirigida al Gobernador de Caracas: “En vista de las repetidas instancias de don Joaquín Moreno, Comandante interino de la Provincia de Guayana, se ha dignado el Rey admitirle la dejación que ha hecho de aquel destino, concediéndole el sueldo de Coronel y su colocación en la Comandancia de las Armas de Puerto Cabello, según hayan estado sus antecesores; y ha nombrado S. M. al capitán de la compañía de artillería de la dotación de Laguaira, don Manuel Centurión, para que le suceda en la Guayana en calidad de que por ahora haya de estar inmediatamente subordinado a las órdenes de U. S. según manifiesta el adjunto Real despacho, para que lo entregue al interesado, y disponga lo conveniente a su puntual cumplimiento”.
         Centurión llegó a Guayana a mediados de 1766 y se instaló en el Cuartel de oficiales del Fuerte San Gabriel mientras construía una buena casa para la familia, tal el inmueble de balcones al Sur de la Plaza Bolívar, restaurada y adecuada en 1988 para Despacho del Gobernador.
         Su idea era construir muchas casas por cuenta propia o del gobierno a objeto de alojar unas 200 familias y artesanos que pensaba traer de Caracas, Cumaná, Margarita y Nueva Granada para darle vida y rango de capital a aquel embrión apenas conformado por el Fuerte sobre una punta pedregosa que se adentraba al río, una docena de casitas de tejas y otras tantas de palma moriche donde vivían indios controlados por misioneros.
         Así lo realizó luego de revisar y rectificar el Plano de la ciudad encargado por Moreno de Mendoza al cosmógrafo José Monroy.
         A fuerza de barra y pólvora hizo remover peñascos y construyó las primeras calles empezando por la falda del cerro El Vigía paralela al río. Tal la calle de al Muralla en razón de los grandes rellenos de piedra y tierra que hubo de hacerle a los barrancos que había dejado las periódicas crecidas del Orinoco.
         Luego se fueron construyendo a lo largo de diez años, también de manera paralela, las calles Principal, hoy Venezuela; la de la Iglesia, hoy calle Bolívar y otra, la hoy Amor Patrio, donde Centurión construyó su residencia.
         Estas paralelas al río fueron atravesadas de Norte a Sur por la llamada calle del Gobierno, hoy Constitución; calle de la Paciencia, llamada también Fajardo, hoy calle Igualdad y la calle Nueva o de las Orozco, hoy Libertad.
Muy posteriormente a Centurión fueron apareciendo las calles del Espejo, hoy Boyacá; San Cristóbal o de las Vallés, hoy Carabobo; Tumbazón, hoy Santa Ana empatada con la Amazonas, y Miscelánea, hoy Dalla Costa en cuyas inmediaciones existió un barrio llamado El Retumbo; la del Rosario y Babilonia que conservan sus nombres originales.
Otras obras importantes de Centurión fueron el Fortín San Rafael en los cerros que moran al otro lado del río, bis a bis con el San Gabriel y cuyo fuego cruzado de artillería en la estrechura del Orinoco habría detenido cualquiera invasión corsaria de ultramar; el Convento de los Franciscanos que luego los patriotas convertirán en Hospital Militar y Parque de Artillería. En las inmediaciones buscando lo que es hoy la calle Concordia, un Hospital para soldados enfermos y muy de cerca, en la parte más alta de la colina, un Almacén de Pólvora construido por el ingeniero militar Agustín Kráner y cuyos gruesos muros sobreviven alrededor del Estanque del acueducto y poderosas antenas para la comunicación a distancia.
Las obras militares se extendieron  hasta el interior de la provincia. Se trabajó en el reforzamiento de los Castillos de Guayana La Vieja; se construyó una Batería en la isla Fajardo para proteger las bocas del Caroní; Fortines en el Alto Caura y Alto Paragua además de lanchas corsarias que se cruzaban en el Orinoco para evitar que prosperara el comercio clandestino introducido desde las islas antillanas controladas por Inglaterra, Holanda y Francia. El contrabando amainó cuando Centurión logró establecer un comercio libre directo con los puertos de Andalucía y Cataluña.
Centurión llevó adelante igualmente la construcción de una Casa frente a la Plaza Mayor para una Escuela de latinidad y primeras letras. En 1819 se reunió allí el Congreso Constituyente de Venezuela o Congreso de Angostura. Contigua, la Casa de la Real Hacienda a la cual en el siglo veinte le agregó una segunda planta. En la parte oriental de la Plaza Mayor, sin calle de por medio, la Iglesia de Santo Tomás convertida en Catedral en 1790. El Gobierno de Centurión desarrolló en buena parte los trabajos de la Iglesia para lo cual trajo de España al ingeniero Bartolomé de Amphoux. Frente a ella funcionaba provisionalmente una capilla para los oficios religiosos que más tarde fue transformada en el Palacio Episcopal.
Guayana era muy grande y doradamente muy rica. Había que abarcarla en el puño de la colonización, pero vencer los ríos, la selva y la hostilidad indígena parecía empresa imposible; sin embargo, el Gobernador Centurión era hombre de grandes retos y al cuarto año de su mandato preparó la primera expedición al mando de alférez guayanés Antonio Santos de la Puente, que remontó el río Paragua, trasmontó la Sierra Pacaraima hasta la Parima y luego continuó profundizando en territorio amazónico donde fue capturado por soldados portugueses que lo condujeron a una prisión del Pará, donde permaneció retenido con sus compañeros expedicionarios  por espacio de tres años.
Una segunda expedición por la zona occidental siguiendo el curso del río Caura se realizó al mando del Capitán Antonio Barreto y la cual tras atravesar la Sierra Maigualida y bajar por el Manapiari y Ventuary llegó hasta La Esmeralda y levantó en su curso 15 fortificaciones.
Tanto estas expediciones como otras sirvieron al Gobernador para completar el levantamiento de un mapa corográfico de Guayana y fundar y reconstruir un total de cuarenta pueblos, de los cuales sobreviven hoy Santa Rosa de Marhuanta (1768) y Buena Vista (1770) en las inmediaciones de Angostura; Borbón, Caicara, Tapaquire y Cerro del Mono, en el Orinoco; La Carolina, en el Aro y Barceloneta, en el río Paragua.
Preocupación del Gobernador Manuel Centurión cuando asumió la comandancia era la escasa población de la capital y resto de la provincia. De manera que puso en práctica una política de estímulo a la inmigración y permitió el mestizaje entre españoles e indígenas. Así los ranchos y las once casitas de tejas que encontró en Angostura se incrementaron para 1770 cuando practicó el primer censo, en 163 casas con una población de 400 habitantes. Pocos antes de ausentarse definitivamente de la Gobernación (1776), extendieron el censo a toda la provincia y se contaron 700 casas, 20 mil habitantes, 30 mil cabezas de ganado y 3 mil labranzas.
Gracias al impulso dado por este Gobernante, Angostura continuó aumentando su población, la cual se ubicó en 1.513 habitantes para 1780, discriminados en 455 blancos; 449, negros, 363, sambos y mulatos y 246 indios puros. En el Censo de 1790 la población angostureña se situó en 4.600 y en 1800, tenía 6.600 almas.
En 1776 cuando Centurión decidió ausentarse del Gobierno a causa de una dolencia y también por diferencias jurisdiccionales con respecto a las Misiones regentada por los Capuchinos, se sentía satisfecho de su ardorosa obra cumplida. El 30 de abril de 1777 ya estaba en España y al mes siguiente, tras haber sido ascendido a Coronel lo designaron Gobernador de la ciudad de San Sebastián e inmediatamente después miembro del Estado Mayor de su tierra natal Málaga, donde falleció en 1812, cuando Venezuela se enrumbaba hacia la independencia.


martes, 27 de diciembre de 2016

GOBERNADOR ANTONIO PEREDA

Gobernador y Comandante General de la provincia de Guayaba (1777-1784), la cual quedó bajo su mandato integrada a la Capitanía General de Venezuela.
Manuel Centurión cesó en el Gobierno en abril de 1776, y ese mismo año se fue de Guayana dejando provisionalmente en el Poder a un militar de su mismo rango, el Teniente Coronel José de Linares, de 55 años, cuya salud no estaba para esos menesteres..  Gobernó hasta poco antes de su muerte  ocurrida el 9 de mayo de 1778. Ya estaba ejerciendo el nuevo titular, Antonio de Pereda Luscanótegui y Boulet, coincidiendo el comienzo de su ejercicio con el nuevo status de la provincia: Guayana al lado de Nueva Andalucía (Cumaná), Maracaibo, Margarita, Trinidad y Caracas como Capital, había pasado a formar la primera unidad geopolítica de la Venezuela actual.
         Por Real Cédula del 8 de septiembre de 1777, las provincias de Guayana, Cumaná, Maracaibo, Margarita y Trinidad, quedaron separadas de la Nueva Granada e incorporadas a Venezuela, provincia que por efectos de la misma Cédula Real quedó elevada a la categoría de Capitanía General. El nuevo status requería de un nuevo gobernante para la Capitanía y el Rey Carlos III, quien estaba a punto de morir, concedió el honor Luis Unzaga y Amezaga.
         Antonio de Pereda Lascanotegui y Boulet tuvo para entonces de subalterno a José Felipe de Inciarte Sánchez, quien más adelante sería gobernador de Guayana.
         Inciarte, empleado de la Compañía Guipuzcuana, fue nombrado por el Intendente de Caracas, José de Abalos, como comisionado subalterno del gobernador Pereda, para cumplir una instrucción de reconocimientos y posterior poblamiento de la costa guayanesa del Bajo Orinoco, a fin de frenar las incursiones de holandeses y portugueses.
         El recorrido y estudio se llevó a cabo del 6 de agosto al 25 de septiembre de 1779 y estuvo centrado entre el caño de Barima y el Esequibo.
         Pereda gobernó hasta 1784 y durante su gestión le fue aprobado un proyecto basado en el informe de Inciarte, para poblar la parte Oriental de Guayana y se redactaron Ordenanzas de protección a los indios; los padres capuchinos continuaron fundando misiones y crearon la de Santa Clara, San Serafín y refundaron a San Miguel de Unata. La población de Guayana conforme a un nuevo Censo de población se situó (1780) en 19.166 habitantes discriminados así: 1.749 blancos; 1.649 indios; 620 negros y 1.018 pardos y zambos.
         Un año antes (1783) de finalizar la gestión de Antonio de Pereda, nacía en Caracas Simón Bolívar, el Libertador y en Angostura Juan Vicente Cardozo, prócer de la emancipación.

         El 8 de diciembre de 1784 se produjo un intercambio de Gobernadores, pues el rey Carlos III así lo decidió. Antonio de Pereda Lucanótegui pasó a Cumaná y el Teniente coronel Miguel Marmión, quien gobernaba la Provincia de Nueva Andalucía, fue transferido a la de Guayana.

sábado, 24 de diciembre de 2016

GOBERNADOR MIGUEL MARMIÓN

Ingeniero militar nacido en España en 1736 y fallecido en su mismo país en 1802. Fue Gobernador y Comandante General de la Provincia de Guayana entre enero de 1785 y septiembre de 1790.
Miguel Marmión era gobernador interino de la provincia de Cumaná cuando en diciembre de 1784 el rey dispuso su nombramiento como Gobernador y Comandante General de la provincia de Guayana a donde llegó y tomó posesión y 7 de enero del año siguiente.
         Después de Centurión era el Gobernador más ilustrado llegado a Guayana y con la experiencia de haber realizado obras de fortificación en Puerto Cabello. Tenía 45 años de edad e inmediatamente puso a prueba su capacidad en función del  desarrollo de la provincia. Levantó un informe que envió al rey el 10 de julio de 1788 en el que se refiere a la región como la llave de las comunicación entre las provincias de Cumaná, Casanare, Nueva Granada y el litoral atlántico utilizando el Orinoco como la vía más expedita; advierte el peligro de la penetración extranjera a orillas del río Esequibo y señala que ella se cumple a través de la implantación de conuqueros; plantea la necesidad de poblar las zonas limítrofes así como de proporcionar a familias españolas pobres 25 a 30 vacas, para lograr una política de asentamiento eficaz. Calcula la población en 24.395 habitantes. Su política de no permitir la fundación de más pueblos de misión, de que la administración de bienes y hatos de éstos no estuviese en manos de religiosos, y de integrar familias españolas a esas comunidades, produjo un serio enfrentamiento con las autoridades de las misiones capuchinas catalanas establecidas en la provincia.
         Marmión gobernó hasta 1790 y en el curso de su mandato se envió por primera vez a Madrid un lote de madera guayanesa para su estudio, se fundó la Misión de Tumeremo; Upata aumentó su producción de tabaco a 600 pacas por año; se levantó un censo pecuario que situó la ganadería en 220 mil cabezas; se adelantó la construcción de la Cárcel Real próxima al Fuerte San Gabriel cuyos muros arruinaban las embestidas del Orinoco; se propuso la construcción de una Casa Fuerte a orillas del río Corumo, elaboró proyectos para fomentar el cultivo del cacao, el algodón y el añil y resolvió el problema de la falta de ejidos de la ciudad capital.
         La tarea técnica de enmarcar los ejidos fue cumplida por el agrimensor Luis Martín y a la ciudad de Angostura le asignaron sendas leguas por cada vientos, rumbo a punto cardinal y dos leguas y media al Sur  para compensar la interferencia del Orinoco por el Norte. Las leguas se comenzaron a contar desde el arrabal más extremo de cada rumbo y así el lindero ejidal del Este quedó en la boca del río Marhuanta, el del Oeste en el cerro San Martín casi a la orilla del Orinoco y junto al río Orocopiche y el más lejano del Sur fue trazado desde el cerro San Martín hasta la boca del Marhuanta pasando por el cerrito Botijones.
         En febrero de 1790 se le confiere el grado de ingeniero en Jefe y recibe la noticia de que la provincia será elevada a la categoría de Diócesis por lo que debe reanudar los trabajos de construcción de la Catedral, hasta entonces paralizados debido a que los recursos impositivos que le había asignado Centurión fueron desviados para proseguir los trabajos de la Cárcel.



miércoles, 21 de diciembre de 2016

LA DIÓCESIS DE GUAYANA


El 20 de mayo de 1790, Su Santidad el Papa Pío VI, a solicitud del Rey Carlos IV, dispuso la creación de la Diócesis de Guayana en razón de la distancia que la separaba de la sede de Puerto Rico.
Para ejercerla preconizó a Monseñor Francisco de Ibarra y Herrera, Obispo de la Diócesis, con jurisdicción sobre la Guayana española y la Nueva Andalucía que entonces abarcaba Cumaná, Nueva Barcelona, Maturín, Delta Amacuro y las islas de Trinidad y Margarita.
¿Por qué Guayana y no Cumaná que era la ciudad primogénita, ni Margarita ni Barcelona que estaba más adelantada y desarrolladas? El Padre Hernán González Oropeza cultiva dos hipótesis: la primera, evitar los celos y resquemores que hubiera podido crear instalar la Diócesis en Barcelona o en Cumaná que para entonces  tenían casi la misma población y se desarrollaban y crecían en una constante pugna, mientras que Guayana tenía la ventaja de que no era ni al una ni la otra. La segunda es una razón geopolítica según la cual el Estado español quería, por encima de todo, contribuir de la mejor manera posible al desarrollo ulterior de Guayana y a la incorporación a la misma de todas las Misiones.
         Monseñor Francisco de Ibarra y Herrera, nativo del pueblo andino de Guacara, no entró en posesión de la nueva Diócesis de Guayana sino inmediatamente después del 27 de mayo de 1792 cuando ocurrió su consagración en Puerto Rico.
         En el Decreto de creación de la Diócesis se establece destinar para Catedral la Iglesia más grande y decente, igualmente la asignación de cuatro mil pesos por dote de la nueva masa episcopal “para que el futuro Obispo de Guayana pueda con decencia y sin perjuicio de la rentas y productos de dotación de la mesa episcopal de Puerto Rico, mantener la dignidad del Prelado; y para cada uno de los dos Canónigos que le asisten en las funciones episcopales, la de seiscientos que se pagarán del Real Erario”.
         Monseñor Ibarra estuvo hasta 1799 cuando lo designaron primer Arzobispo de Caracas. En su lugar fue preconizado y consagrado Monseñor José Antonio García Mohedano (introductor del café en la Provincia de Venezuela). En 1802 el prelado informó al Consejo de Indias que los trabajo de la Catedral se hallaban paralizado porque el ex-Gobernador Miguel Marmión había dispuesto la renta del estanco del guarapo para proseguir la fábrica de la Cárcel. “En fin –se lamento- la Iglesia de Guayana nada menos parece que Catedral y puedo asegurar a S. M. que las funciones del culto divino se celebran con más esplendor y decoro que en ella, en las pocas iglesias de las rurales, especialmente en las misiones de los capuchinos catalanes”.
         El 22 de septiembre concluyo el mandato de Marmión, quien al pasar a la gobernación de Florida es sustituido en Guayana por Luis Antonio Gil.


lunes, 19 de diciembre de 2016

GOBERNADOR LUIS ANTONIO GIL


Gobernó la provincia durante siete años (1790-1797) y de su tiempo data el Escudo de Armas de Guayana y la ocupación de Trinidad por los ingleses.
Es el Gobernador Luis Antonio Gil a quien le toca en suerte recibir de Su Majestad el Rey Carlos IV, el Escudo de Armas de Guayana. De manera que ya para 1795 la provincia tenía Catedral y Escudo. Un Escudo donde se enfatizan sus atributos más sobresalientes y que el historiador Bartolomé Tavera Acosta describe así:


“El tamaño del Escudo tiene de alto 1,70 metros de altura por 72 centímetros  de ancho, adornado con ramazones de sinople, que representa en heráldica honra, amistad, abundancia, cortesía, respeto y posesión. Lo corona un primoroso yelmo dorado, con la viscera calada, de gules y amarillo; representando aquel color magnanimidad, valor audacia, honor y victoria con sangre. Está dividido en dos cuarteles en campo azur, como emblema de justicia, perseverancia y lealtad; en el superior se ve un navío de 24 cañones por banda, con velas desplegadas y sueltos al aire los matices de la bandera de Castilla en el palo de mesana, y en el campo inferior: tres piñas de oro, comos símbolo de clemencia, de hermosura, de soberanía, de amor, de prosperidad y de constancia. Alrededor de ese escudo se lee en orla de plata la siguiente inscripción latina “Haud ulli spectaberis impar dives opum vaiarum” (no encontrarán otra de más variada riqueza) cuyos extremos descansan sobre dos caciques armados, quienes, a su vez, tienen bajo sus plantas sendos caimanes”
         Por decisión de las Cortes Generales y Extraordinarias de España, a la ciudad le fue concedida el 6 de febrero de 1812 “la gracia de que al escudo de las armas pueda agregar por adorno los trofeos de cañones, balas, fusiles, banderas y demás insignias militares, que sirvan para representar las que los leales guayaneses cogieron a los rebeldes de Nueva Barcelona en la acción del 5 de septiembre de 1811”.
         El Escudo del Estado Bolívar, posterior a la Colonia y a raíz de la Federación, tiene en la parte superior, fondo azul y formando arco, siete estrellas albas, las cuales simbolizan las siete provincias que se confederaron en 1811 para declarar la Independencia Nacional.


En la parte inferior, un río de oro en representación del Orinoco; sobresaliendo de las aguas una gran roca, figurando la Piedra del Medio. Sobre la roca sentada una India que apoya el brazo izquierdo en un ánfora que vierte agua en el río.
         Hacia la derecha del campo, y saliendo por detrás en posición oblicua, un caduceo como blasón del comercio; y a la izquierdo en la misma posición, un pico, símbolo de la minería. Coronando el Escudo y en el fondo plata, un triángulo radiante con un ojo en el centro que representa la mirada protectora de la Provincia.
         Dos ramas de oliva, emblema de la Paz, orlando el Escudo desde al parte inferior donde se juntan, hasta encontrarse cada uno de los símbolos del Comercio y de la Industria Minera. El punto de unión de las ramas se oliva, ostenta un lazo de cinta alba en la cual se leen las siguientes inscripciones: en el centro 5 de julio de 1811, Independencia; a la derecha: 15 de febrero de 1819, Congreso de Angostura y a la izquierda: 16 de diciembre de 1863, fecha de que Guayana se incorporó a la República Federal.
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         Trinidad que era parte de la unidad territorial venezolana siempre estuvo en la mira de la codicia colonial inglesa, desde los mismos tiempos del intrépido Walter Raleigh. Sólo había que hacer un disparo más, pero en la ocasión precisa y ello ocurrió el año en que don Felipe Inciarte se disponía a sustituir a su antecesor gobernador Luis Antonio Gil y las relaciones de España con Inglaterra andaban de capa caída.
         El 16 de febrero de 1797 una flota de sesenta barcos transportando seis mil soldados, fondeó en la vecina Isla descubierta por Colón 1498 y la tomó. Desde entonces los ingleses quedaron dueños de la isla hasta imponer su dominio y definitivamente su lengua y su cultura. Nada pudieron hacer las escasas fuerzas reales de la Isla ni sus vecinos Cumaná y Guayana. Tampoco la Capitanía General de Venezuela que venía internamente oliendo una conspiración alentada por aires republicanos sino que, contrariamente, cinco años después, 1802, España terminó aceptando la invasión en aras de un Tratado de Paz con Inglaterra, Francia y Holanda, suscrito en la parisina ciudad de Amiens y por medio del cual se reajustaron las posesiones coloniales y se puso término al grotesco problema de la invasión.
         La Isla de Tobago, al noreste de Trinidad, bajo dominio de Francia desde 1781, igualmente fue cedida al Reino Unido por el Tratado de Amiens, pero continuó unida al grupo de isla de Barlovento hasta 1899 que se unió a Trinidad. El 31de agosto de 1962 le fue concedida a Trinidad y Tobago la independencia dentro de la Comunidad Británica y hoy en día ambas conforman una República con un Presidente elegido por la Cámara de Diputados. El Poder Judicial sigue subordinado a la Corona Británica.
         La Isla, con menos de un millón de habitantes, tiene una superficie de 5.128 kilómetros cuadrados y sus ciudades más importantes son San Fernando, más cerca de Guayana, y Puerto España, su Capital, levantada sobre los restos de la antigua San José de Oruña.


jueves, 15 de diciembre de 2016

JOSÉ FELIPE DE INCIARTE


Militar y funcionario español de origen vasco que gobernó la provincia de Guayana entre 1797 y 1810 cuando los angostureños se sumaron momentáneamente al 19 de Abril. Recibió a Humboldt y Bonpland al final de su expedición científica por el Orinoco y Río Negro.
         El recorrido y estudio hecho por Inciarte del Bajo Orinoco en 1779, pesó para que lo nombrasen Gobernador de la Provincia en 1797 y se mantuviera por un largo lapso de trece años (1797-1810).
         De manera que a Inciarte le tocó inaugurar el siglo diecinueve en Guayana. Fue anfitrión del barón Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, cuando tras explorar el Orinoco y Río Negro descansaron en Angostura durante un mes.
         Ambos científicos quedaron impresionados de la ciudad capital. La encontraron encantadora, con casas de piedra y mampostería, altas y agradables, empinadas frente a un río surcado por curiaras y piraguas que alborotaban caimanes en tiempos de crecida. Los exploradores, después de tanto desandar ríos y desentrañar bosques y montañas arrancándoles las más raras muestras botánicas, apreciaron una ciudad de seis mil habitantes azotados por periódicas nubes de mosquitos que despegaban de una pintoresca como singular Laguna, y por fiebres malignas que los doctores y boticarios aplacaban con preparados de miel y amargos extractos de quina.
         Cuando Humboldt y Bonpland llegaron a Angostura en 1800, la Catedral se hallaba sin Obispo y cubriendo su falta estaba el vicario José Bentura Cabello. No será sino en diciembre del año siguiente cuando llega Monseñor José Antonio García Mohedano para morir en el ejercicio de su apostolado tres años después (1804).
         El teniente coronel don Felipe Inciarte, trató de secularizar las misiones de los capuchinos y no obstante los esfuerzos hechos para poblar el Bajo Orinoco y acelerar la realización de planes en función del desarrollo económico de la región, tuvo poco éxito debido a la falta de apoyo por parte de España. De allí que su administración resultara opaca y criticada por el descontento colectivo. Ante los ojos de algunos historiadores, don Felipe Inciarte aparece como administrador poco eficiente. Sobregirado siempre, dejó la hacienda con una deuda cercana a los cinco millones de reales y esto, evidentemente, produjo descontento e intrigas que precipitaron su renuncia a raíz de los acontecimientos revolucionarios iniciados en Caracas el 19 de abril de 1810 y que rápidamente repercutieron en Guayana.
         Permaneció en Guayana hasta finales de 1810 cuando fue destinado a la gobernación de Florida.



lunes, 12 de diciembre de 2016

HUMBOLT Y BONPLAND


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En 1800 cuando el barón Alejandro de Humboldt, en compañía de Aimé Bonpland y el indígena guaiquerí Carlos del Pino, llegó a Angostura, la ciudad apenas contaba seis mil habitantes, casi todos viviendo sobre la colina “El Vigía” en casas de mampostería desde cuyas azoteas, ventanas y balcones se dominaba el sugestivo paisaje del río.
Hacía un año que el geógrafo y naturalista alemán había llegado a Venezuela, entrando por Cumaná, a bordo de un navío –El Pizarro- que el 5 de junio de 1799 había partido de La Coruña, facilitado por el Rey de España Carlos IV para iniciar una expedición científica por América.
         Después de tantas penalidades navegando en balsas y curiaras a lo largo del Orinoco y Río Negro, Angostura le daba al viajero la sensación feliz de algo distinto. Sin embargo, en ella padeció junto con Bonpland fiebres violentas a las cuales no pudo sobrevivir el indio que le arrebató al mar cuando “El Pizarro” ancló frente a la isla de Coche.
         Humboldt no sabía cómo expresar el sentimiento de alegría que experimentaba al pisar tierra angostureña. Después de 75 días en un recorrido de 2.250 kilómetros por los ríos Apure, Orinoco, Atabapo, Río Negro y Casiquiare, bajo un sol ardiente, en medio de nubes de mosquitos y dentro de frágiles embarcaciones indias, llegar a la Angostura del Orinoco, capital de la Guayana, era como encontrar de nuevo a uno de los tantos sitios civilizados visitados.
         Maltrechos y con la piel curtida por el hostil ambiente de selva tropical, Humboldt y Bonpland se presentaron ante el Gobernador Felipe Inciarte, quien tenía más de tres años que había asumido la gobernación de la provincia de Guayana. El magistrado los recibió amablemente y dispuso para ellos toda clase de atenciones, empezando por su alojamiento en la casa del Secretario de la intendencia que era cómoda y acogedora.
         Los ilustres viajeros tras reponerse, descansar y disfrutar de atenciones y agasajos tanto del Gobernador Inciarte como de otros funcionarios y notables, se dispusieron, Bonpland a estudiar las pocas plantas que había logrado resguardar de los efectos del clima húmedo y, Humboldt, auxiliado por su ataché el indio Carlos del Pino, a observar detenidamente la ciudad, la cual verificó que estaba adosada a una colina pelada y a determinar su longitud y latitud geográfica así como la inclinación de la aguja magnética.
         Hizo mediciones cerca de la Catedral que todavía se hallaba inconclusa y encontró ocho grados, 18 minutos y 11 segundos de latitud norte y 66 grados, 55 minutos y 21 segundos de longitud occidental. Caminó las calles y apreció que estaban bien delineadas y la mayor parte paralelas al río. Para entonces Angostura tenía solo las calles de la Muralla (Paseo Orinoco), de la Paciencia o Infante (Igualdad), calles de la Iglesia o de la Laguna (Bolívar), calle Principal o de las Delicias (Venezuela), calle de la Candelaria o de San Cristóbal (Carabobo), calle de la Tumbazón (Santa Ana), calle Nueva (Libertad) y los barrios El Suspiro (Plaza Miranda) y El Retumbo o San Francisco (Dalla Costa).
         Alejandro de Humboldt quedó gratamente impresionado de las casas de Angostura, casas altas de mampostería (piedra y barro), muy acogedoras y construidas sobre la roca pelada. Sólo vio con temor, incluso para su propia salud y la de sus compañeros que luego sentirían atacada, las aguas detenidas de las lagunas y depresiones que se extendían detrás de la ciudad hacia el Sudeste.
         Halló imponente el paisaje del río desde lo alto de la ciudad y constató cómo en las crecidas quedaba inundado el muelle bajo cuyas sombreas se agazapaban los caimanes a la espera de su presa.
         El Fuerte San Gabriel construido bajo la administración de Joaquín Sabás Moreno de Mendoza en 1764, primer Gobernador de Guayana con asiento en Angostura, permanecía en pie a duras penas, vis a vis con el San Rafael en la orilla opuesta (Soledad). Humboldt se propuso dos medidas trigonométricas para determinar la anchura del Orinoco, una entre los fortines San Gabriel y San Rafael, y otra más al oriente por donde los barcos embarcaban el ganado (La Alameda), de las cuales resultó que el mínimo de ancho de la primera era de 380 toesas (medida de longitud francesa equivalente a casi dos metros) y de 450 la segunda. Vio con extrañeza que esta zona cuatro o cinco veces mayor que la del río Sena la consideraran angosta, derivando de ella el nombre de la ciudad. También le llamó la atención la Piedra del Medio, que los ribereños la utilizaban como referencia para precisar el flujo y reflujo del río.
         Humboldt y sus acompañantes se sentían muy bien en Angostura. Experimentaban, a través del trato con su gente, que se hallaban en una ciudad culta y con un gran aliento europeo. Alternaron y trabajaron intensamente mientras se sintieron bien, pero pensaban que era conveniente acordar la estada para poder cumplir con el cronograma de su expedición por América que duraría cinco años y apenas estaban en el primero.
         +Ya habían estado en Cumaná y en la Península de Araya, observando las montañas de Andalucía, los valles de Cumanacoa, la cumbre de Cocollar y las misiones de los Chaimas. Habían pasado por Caripe, la Cueva del Guácharo, la misión de Catuaro y el puerto de Cariaco. Viajado a La Guaira, subido a Caracas, ascendido a la cumbre de La Silla, seguido a Los Teques, la Victoria, valles de Aragua, Lago de Valencia, fuentes termales de Mariara, Villa de Cura, los Llanos, y Calabozo para embarcar luego a San Fernando y continuar navegando todo el Orinoco, el Atabapo, Río Negro, Casiquiare. Ahora que estaban en Angostura había que proseguir por los llanos hacia el Oriente en busca del mar para dirigirse a La Habana, Cartagena y profundizar hacia el sur. Trazando esos proyectos se hallaban cuando una circunstancia adversa los forzó a permanecer hasta un mes en Angostura. Los tres viajeros fueron atacados por violentas fiebres, mucho más Bonpland y el indio Carlos del Pino, quien murió a los ocho días de la enfermedad. Humboldt y Bonpland combatían la fiebre consumiendo una mezcla de miel y extracto de quina del Río Caroní, remedio que era muy recomendado por los capuchinos de las misiones y que después Bonpland, quien se trataba asimismo, sustituyó por medicamentos más suaves tras complicarse con una disentería.
         Los malos presentimientos rondaron por angostura esos días con respecto a los viajeros, pero al fin la fiebre fue bajando y la inflamación intestinal de Bonpland cedió a la emolientes a base de ciertas malváceas. Pero la recuperación fue lenta y debido a la estación lluviosa que haría penosa la travesía hacia Oriente y tratando de evitar una recaída, permanecieron en Angostura hasta el 10 de julio que cruzaron el Orinoco por la noche, pernoctaron en el fortín San Rafael de Soledad y temprano montaron en mulos que trotaron hasta Nueva Barcelona y Cumaná, donde pensaban encontrar un barco que los llevara a la isla de Cuba con su valioso cargamento de instrumentos, anotaciones científicas, textos de consultas y muestras recolectadas. Faltaba en aquel viaje de retorno para cerrar el periplo por tierra venezolana, el indio Carlos del Pino.
         El destino de “El Pizarro” desde que zarpó del puerto español de la Coruña con carga y pasajeros, era Veracruz; pero al acercarse a las islas antillanas debió desviarse hacia Cumaná debido a una epidemia de “fiebre maligna” que se desató en una sección del buque. Al pasar improvisamente cerca de la Isla de Coche, el vigía del barco señaló la presencia de varios botes pesqueros y el Capitán del “Pizarro” ante la incertidumbre que le producía la zona por donde navegaba, ordenó anclar y los llamó por medio de un cañonazo procurando una mejor orientación toda vez que los sondeos deban allí una profundidad muy baja. Dos piraguas se acercaron. Cada una tripulada por dieciocho indios de la tribu guaiquerí.
         Los guaiqueríes, hombres de alta talla, desnudos hasta la cintura, de gran vigor muscular y de tez entre moreno y cobrizo, impresionaron a Humboldt que los veía de lejos, sentados inmóviles y destacándose contra el horizonte, como perfectas estatuas de bronce. El patrón de una de las piraguas se brindó a quedarse a bordo del “Pizarro” para servir de piloto. Se trataba de Carlos del Pino, indio observador y sagaz que poseía un verdadero afán de instrucción, aficionado a estudiar los productos del mar y las plantas de su tierra. Toda una sorprendente casualidad que le permitió a Humboldt y Bonpland hacerse amigo de aquel hombre cuyos conocimientos resultarían extremadamente favorables para los objetivos de su viaje.
         Carlos del Pino los acompañó y ayudó plenamente a lo largo de todo el recorrido científico, expuesto al sol, a la lluvia, a las inclemencias de la selva y del tiempo hasta rendir su vida en Angostura como tributo de un viaje que hace época en la historia de la investigación científica y que fue pródigo en descubrimientos.
         Después de Angostura, Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland embarcaron para La Habana, y luego se dirigieron a Cartagena de Indias; desde donde remontaron el Magdalena, llegando hasta el Ecuador y Perú. Ascendieron el Chimborazo a donde años después llegaría Bolívar a soñar la libertad de América. En 1803 visitaron México y por Washington y Filadelfia llegaron a Nueva York, donde embarcaron para Burdeos con sus ricas colecciones que hoy son orgullo de los museos de París y Berlín.








jueves, 8 de diciembre de 2016

GÉNESIS DE LA PATRIA LIBRE

La obligada abdicación de Fernando VII y la invasión napoleónica a España, ensancharon la brecha de la libertad en las colonias americanas, abierta por el sacrificio de Túpac Amaru desde la profundidad meridional.
La onda de la libertad incaica fue tomando fuerza y un día se prendió en la piel morena de la Sierra coreana y ondeó en el arco iris del Leander hasta volverse ceniza en la plaza Mayor de Caracas para ser invocada un Jueves Santo, 19 de Abril de 1810, como ofrenda de resurrección.
En el Cabildo metropolitano fue el renacer hondo de aquel Grito que trasmontó laderas, se impregnó de sales y enervó la voluntad de Emparán.
         El bergantín “Nuestra Señora de París” izó sus velas y el Capitán General le dijo adiós a la Ciudad del Ávila. Caían tres centurias de sujeción que comenzaron desde que el bauprés de la Santa María violó la virginidad de América. 
         Habían cesado tres siglos de sujeción, al menos en la voluntad del americano que a partir de 1810 decidió luchar hasta morir si era necesario por zafarse el yugo del colonialismo.
         “Tres siglos hace que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”, se lamentaba todavía 5 años después del 19 de Abril el caballero inglés Henry Cullen en carta publicada en “The Royal Gazette”, dirigida a Bolívar en el exilio jaimaquino. ¿Quién no recuerda esta frase desde las aulas y más aún por esta fecha que es hito de la primera vez que los representantes del pueblo, del clero y de los pardos tuvieron presencia en el Gobierno de Venezuela?
         Dice la historia que sólo Maracaibo y Coro, dominadas por una rancia clase de hispanos, no se sumaron a la Junta Suprema de Caracas que suscribió el Acto del 19 de Abril de 1810 o “documento genésico de nuestra Independencia”, como bien la denominó el historiador upatense J. M. Siso Martínez.
         La adhesión de la provincia de Guayana apenas duró 23 días porque acá como en Coro y Maracaibo también había una clase de blancos peninsulares, o descendientes de ellos, muy fuerte, la que sólo pudo rendir bajo manifiestos signos heroicos el hambre extrema de cuatro meses de sitio.
         Pero si bien Guayana no pudo sostenerse hasta el 5 de Julio de 1811para suscribir el Acto de Independencia y figurar desde el primer momento como la octava estrella del tricolor nacional, se reivindicó en 1817 cuando expulsados los colonizadores se establecieron en ella los Poderes que le dieron forma y contenido definitivos a la República.
         Para 1810, la capital de la provincia de Guayana, era Angostura, una ciudad con apenas siete calles y dos barrios. Calles cortas paralelas al río y escasamente pobladas. Las más largas eran las hoy Orinoco y Venezuela. Casas de piedra o mampostería, altas y agradables, empinadas frente a un río impresionante en tiempo de aguas altas, surcado por curiaras, piraguas, goletas y bergantines que alborotaban a los caimanes y toninas. Humboldt que había estado diez años antes habla de seis mil habitantes y de unas nubes de mosquitos que despegaban desde la Laguna (El Porvenir) y de periódicas fiebres malignas que se aplacaban con preparados de miel y extracto de quina de las Misiones del Caroní.
         El Gobernador, todavía en el primer decenio del siglo XIX, era don Felipe Inciarte y el Obispo de la Diócesis que entonces se extendía hasta Cumaná y Margarita, era don José Bentura Cabello. El capitán Andrés de al Rúa, que por cierto no se la llevaba bien con el Gobernador, comandaba la guarnición de la plaza.
         La provincia de Guayana estaba integrada desde 1777 a la Gran Capitanía General de Venezuela. Se iba a Caracas por vía fluvial y marítima y a Bogotá por el Orinoco y el Meta. Las Misiones capuchinas gobernaban casi todos los pueblos del interior. La población ganadera era realmente abundante y en el sector agrícola se producía cacao, añil, tabaco, arroz, maíz, tubérculos y caña de azúcar. Se explotaban algunos subproductos de la selva y la minería era prácticamente inexistente.
         La vida de la ciudad era apacible en términos generales pero bulliciosos en el puerto y pugnaz muchas veces a nivel político. Las autoridades  se circunscribían a un Gobernador, un Comandante de Armas y un Ayuntamiento que a excepción de lo militar tenía incumbencia directa en la justicia, ornato, aseo, salubridad y policía. Dos Alcaldes y siete Regidores, además de un Procurador y el Secretario integraban ese cuerpo.
         Los cambios de autoridades municipales ocurrían al inicio de cada año, específicamente el primero de Enero, y ese año de 1810, cuando las cosas no andaban bien por la Madre Patria, las elecciones internas del Ayuntamiento angostureño favorecieron a José Fernández de Heres y Juan Crisóstomo Roscio, como primer y segundo Alcaldes respectivamente.
         El 19 de Abril de 1810 repercutió tardíamente en Guayana y no fue sino en mayo cuando el licenciado Ramón García Cádiz, delegado de la Junta Suprema de Caracas, informó sobre los sucesos y pidió que Guayana secundara a Caracas.
         El Ayuntamiento angostureño que pasó de inmediato a considerar el asunto se vio favorecido por una serie de circunstancias, entre ellas, el descontento que existía por la administración anquilosada del Gobernador don Felipe Inciarte.
         Se eligió una Junta provincial integrada por el doctor Nicolás Martínez, Carlos Godoy, José Maya, Andrés de la Rúa, Manuel Moreno, Francisco Luis de Vergara, Francisco Rávago, el abogado Félix Farrera, Matías Farrera y Juan Vicente Cardozo. El gobernador Felipe Inciarte y el Comandante de la Guarnición Andrés de la Rúa renunciaron y la Junta designó al doctor Félix Farrera, Intendente de la Provincia y al Capitán Matías Farrera, su hermano, como jefe de la guarnición.
         A los 23 días, justo el primero de junio, llegaron noticias de España a conocimiento del Obispo de la Diócesis, José Bentura Cabello, según las cuales se había instalado el Consejo de Regencia en Cádiz en sustitución de la Junta Central que había sido dispersada y disuelta debido al empuje de las fuerzas francesas. En consecuencia las provincias debían mantenerse fieles al Consejo y no a la Junta Suprema de Caracas. No todos los miembros del Ayuntamiento estuvieron de acuerdo, pero sí la mayoría, especialmente el sector militar, por lo que la Junta provisional terminó disolviéndose para dar nuevamente lugar a las autoridades designadas en las elecciones de enero.
         No obstante, quienes eran partidarios de secundar a la Junta Suprema de Caracas, entre ellos, Juan Crisóstomo Roscio, Agustín Contasti, y sus hijos Agustín, Ramón y Orocio, Eusebio Afanador, José Tomás Machado, José Vicente Cardozo, Manuel Moreno, Maneiro y Yánez continuaron trabajando junto con el licenciado Ramón García Cádiz. El trabajo político de este grupo fue considerado de inconveniente y peligroso para la estabilidad de las autoridades españolas, por lo que se dispuso reducirlo a prisión, desterrando a los cabecillas.
         El capitán José Tomás Machado, cuyo nombre lleva el Comando de la Armada del Orinoco, escribirían más tarde refiriéndose al hecho que él junto con quienes dirigían el movimiento de adhesión a la Junta Suprema de Caracas, fue reducido a los más inmundos calabozos y cargados con grillos y cadenas por el Brigadier Gobernador Matías Farreras. De todos los comprometidos, sólo pudieron escapar de la detención el angostureño Juan Vicente Cardozo y los margariteños radicado en Angostura Manuel Maneiro y Manuel Moreno, este último deudo de Joaquín Moreno de Mendoza, fundador de la ciudad.
         Juan Crisóstomo Roscio, enviado a la prisión de Puerto Cabello, fue fusilado el 24 de junio de 1813; el caraqueño Ramón García Cádiz, radicado desde entonces en Angostura se fugó de la prisión. Igualmente el angostureño José Tomás Machado, incorporado después en 1812 a las fuerzas del coronel Francisco González Moreno.

         La provincia de Guayana se mantuvo a partir de allí fiel a la Corona hasta 1817 cuando tras la batalla de San Félix y posterior Sitios de Angostura y los Castillos de Guayana, quedaron arriadas para siempre los pendones de Castilla. Angostura se convirtió entonces en asiento de los Poderes Supremos del tercer período de la República y de aquí el Libertador emprendió su campaña militar hasta el altiplano, logrando la independencia de Venezuela y de los demás países que hasta 1830 integraron la Gran Colombia.

martes, 6 de diciembre de 2016

PIAR CONQUISTA GUAYANA

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En tanto que Bolívar desesperaba en Puerto Príncipe por su fracaso en Ocumare, el general Manuel Piar avanzaba indetenible. El 27 de septiembre se topa en El Juncal con las tropas del brigadier Francisco Tomás Morales y le propina ejemplar derrota. Luego convoca a una Junta de Guerra. Reconoce a Bolívar como Jefe Supremo y logra apoyó para expedicionar sobre Guayana, aun cuando el Libertador no estaba en cuenta de ello.
El 8 de octubre todo estaba en forma para emprender la marcha con 1.500 hombres hacia las márgenes del Orinoco a donde llegó el 10 de noviembre y formó un solo Ejército con las tropas del general Manuel Cedeño que se hallaban en Guayana desde 1815. En ese mismo mes Mariño sitiaba Cumaná, mientras Arismendi, desde Margarita, planteaba a Bolívar la necesidad de su retorno.
         Bolívar, apoyado siempre en el Almirante Luis Brión, salió de Haití con una cuarta Expedición y llegó  a Margarita el 28 de diciembre. Con una nueva Proclama insistía en la perentoria necesidad de instalar el Congreso “para que tome cuenta de mi conducta, admita la abdicación de la autoridad que ejerzo y forme la Constitución política que debe regiros”. Luego junto con Arismendi embarcó hacia Barcelona el primero de enero de 1817, día y año en que Piar arengaba a sus soldados para conducirlos triunfantes hasta Angostura. Ya había cruzado el Cuchivero y el Caura y derrotado al batallón Barbastro del coronel Nicolás Ceruti, comandante militar de al provincia de Guayana.
         El día 13, Bolívar lanzó una proclama a los barceloneses inspirándole seguridad y anunciándoles la marcha de Arismendi a tomar en los Llanos el mando en jefe de los Ejércitos del General Zaraza, del General Piar y del General Urdaneta que venía con 8 mil hombres desde la Nueva Granada. A esa fecha Piar y Cedeño se hallaban ya frente a Angostura preparándose para el asalto, el cual tuvo lugar seis días después, siendo rechazado por Ceruti, quien le produjo bajas de 106 patriotas muertos y heridos, entre ellos, 11 oficiales. Angostura fuertemente atacada por tropas de los coroneles Pedro León Torres, Bartolomé Salóm, Pedro Hernández, Pedro Chipía y Cadenas, parecía inexpugnable.
         El 2 de febrero Piar y Cedeño desistieron del propósito inmediato de atacar a Angostura, pero dejaron en las inmediaciones a un Escuadrón de lanceros a caballo comandado por Miguel Armas y decidieron cruzar el Caroní por el lado de Caruachi para internarse en las Misiones de los frailes capuchinos. Cuatro días duró la marcha. El 6 tomaron a Upata y dispersaron a la guarnición que luego se replegó en los Castillos de Guayana la Vieja para volver sobre sus pasos el 23 al mando del Capitán realista José Torrealba con 400 hombres que nuevamente fueron puestos en fuga hasta las Fortalezas donde quedaron situados por el Escuadrón Chaviripa de Pedro León Torres.


domingo, 4 de diciembre de 2016

LA BATALLA DE SAN FÉLIX

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Bolívar todo lo planificaba en función de tomar a Caracas. Caracas parecía ser su obsesión y también soñaba con llegar hasta Santa Fe y el Perú, para lo cual venían bien los sucesos de Guayana. Guayana como lo diría más tarde al Márquez del Toro, era buena para defenderse pero más aún para ofender. Todas sus cartas y proclamas las suscribe como Jefe Supremo de la República y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y de la Nueva Granada. Manifiesta en cada línea su regocijo por todo cuanto está sucediendo con las armas en ese momento. Así se lo expresa a Luis de Clemente y Pedro Gual: “Una serie de triunfos nos ha dado no sólo la Isla de Margarita, provincias de Barcelona y Chuma, excepto la Capital, sino la mayor parte de los Llanos de Caracas. El Ejército granadino a las órdenes del General Urdaneta ha tomado desde el 7 de diciembre Villa de San Fernando de Apure, su vanguardia se ha reunido ya al General Zaraza, y bien pronto yo con el mío de Aragua me reuniré a estos dos y marcharé rápidamente a Caracas. “Los generales Piar y Cedeño a la cabeza de estos respetable ejército estrecharán a Guayana reduciendo los españoles al casco de la ciudad y el general Mariño con 3.000 hombres sitúa a Cumaná con el mayor suceso”.
         El primero de marzo el sitio de Angostura fue consolidado con mil hombres de infantería y caballería quedando ésta en comunicación sólo por el Orinoco que en esa dirección desde San Fernando de Apure surcaba el Brigadier Miguel de la Torre con 36 embarcaciones a bordo de las cuales venían mil soldados. El 27 desembarcó La Torre en Angostura y el 4 de abril decidió incursionar sobre las Misiones del Caroní rompiendo el Sitio y avanzando hasta las Fortalezas y Puga. Piar que venía paso a paso siguiendo los movimientos de La Torre, decidió esperarlo bien dispuesto y servido en la Mesa de Chirica. El 11 de abril muy de mañana se rompieron los fuegos y en menos de una hora la batalla quedó decidida. La Torre acompañado de 17 de sus hombres logró escapar de aquel desastre cruento, ganando el Puerto de Tablas donde embarcó hasta Angostura. En el campo de batalla dejó 593 muertos, 200 heridos y 497 prisioneros. La pérdida de los patriotas no excedió de 150 entre muertos y heridos. Los únicos oficiales patriotas muertos fueron el Coronel Chipía, el Teniente Coronel José María Landaeta, los capitanes José Antonio López, José María Ortega y el Subteniente Fernando Suárez.
         “La victoria que ha obtenido el General Piar en San Félix, es el más brillante suceso que hayan podido alcanzar nuestras armas en Venezuela. Ahora, más que nunca,  debemos confiar en la fortuna, ya que empezamos la restauración de Venezuela por donde debemos: por el Orinoco y por el Llano…”.
         Después de la Batalla de San Félix con la cual quedaba prácticamente sellada la liberación de Guayana, vendrían el inexpugnable casco angostureño sitiado por Manuel Cedeño con mil hombres, pero no será él quien al final dirigirá las operaciones del sitio sino el general José Francisco Bermúdez.






viernes, 2 de diciembre de 2016

SITIO Y TOMA DE ANGOSTURA

Después de la Batalla de San Félix, fueron ascendidos a General de Brigada, los coroneles Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui y reconocidos: Bartolomé Salóm, coronel efectivo y como Comandante efectivo de los batallones “Honor”, “Barlovento” y “Guayana”, los tenientes coroneles Juan Liendo, Bruno Torres y José María Ponce.
         El 25 de abril, procedente de Barcelona llegó el Libertador al Orinoco a ponerse al frente de las operaciones y el 2 de mayo se reunió con Piar en el Campamento de la Mesa de Angostura y tras ser reconocido como Jefe Supremo decidió reunir los batallones y dividirlos en dos cuerpos: uno al mando del General Bermúdez para sitiar y tomar Angostura y otro cuyo mando se reservó el Libertador para estrechar y tomar las Fortalezas de Guayana. a Piar se le asignó sostener las Misiones del Caroní y para cerrar el cerco por la arteria del Orinoco el Libertador llamó al Almirante Luis Brión que se hallaba en Pampatar, de donde zarpó el 31 de mayo con tres bergantines, tres goletas y cinco flecheras al mando del Capitán margariteño Antonio Díaz.
         Con aquel cerco y la ciudad hostigada por sus puntos defendidos, al Brigadier La Torre que se había refugiado en ella después de la derrota de San Félix, no le quedaba otra salida que rendirse antes que sus tropas y la población civil terminaran pereciendo más por hambre y extenuación que por el fuego sostenido de los patriotas.
         A medida que el cerco se fue haciendo más cerrado fueron creciendo las necesidades de la población. “El bloqueo era ya completo por todas partes y a medida que pasaban los días aumentaba el hambre de un modo espantoso”, cuenta en sus Memorias el oficial realista Rafael Sevilla, señalando que: “en tan suprema angustia el Brigadier mandó reunir en el almacén militar todas las pocas provisiones que había en poder de los particulares, y a partir del 25 (mayo), desde el General hasta el último soldado, desde el acaudalado comerciante hasta el más infeliz particular, todos fuimos reducidos a una ración igual. Empezó por distribuirse una pedazo de tasajo y cuatro onzas de pan por persona mayor; concluidos estos artículos a los cinco días, vivimos otro ocho con fideos, garbanzos y vino; agotado esto, se nos distribuyó puñados de maíz en grano y algún pescado, cuando lo había, pero los peces se ahuyentaron de aquella parte del río en que tan perseguidos eran y el maíz se acabó. Matóse pues el caballo del brigadier, y el otro día el del contador Tomaseti; después los demás, los mulos y los burros que había; todo esto no duró más que dos días. Concluido el ganado caballar, nos repartimos unas raciones de cacao y azúcar primero, y de cacao sólo después  y dos dedos de ron. No quedó en la plaza ni gato ni rata que no nos comiéramos…”.
         Como vemos, la vida de los angostureños durante el sitio fue realmente heroica y espantosa. Ya extenuados y enfermos, sin fuerza para resistir, el Brigadier La Torre la abandonó para siempre el 27 de julio de 1817, llevándose en varias goletas, bergantines y cañoneras, la escasa guarnición, las familias, el parque de guerra y los archivos. Inmediatamente después entraron los ejércitos patriotas.
         La provincia de Guayana quedó totalmente liberada el 3 de agosto de 1817, cuando las Fortalezas San Francisco y el Padrastro fueron abandonadas por las fuerzas del Brigadier La Torre tras el sitio riguroso impuesto por los patriotas.
         La Torre embarcado en la corbeta Mercedes se refugió en Granada, mientras otros lo hicieron en Cumaná, La Guaira y Trinidad. De cuarenta buques grandes y pequeños, solo pudieron escapar cinco. Todos los demás cayeron en poder de los patriotas con más de mil prisioneros a su bordo, españoles y criollos de la provincia. El Obispo José Bentura y Cabello que viajaba con otros sacerdotes en una de esas embarcaciones no pudo resistir la navegación y falleció cerca de la isla Papagayo donde fue sepultado.
         Antes de que esto ocurriese, el Libertador complació al General Piar expidiéndole Pasaporte para trasladarse a cualquier lugar del territorio de la República o del extranjero (30 de junio) y así mismo estuvo a punto de perder la vida en Casacoima sorprendido por un comando realista mandado desde las Fortalezas.
         Estando en Casacoima recibió información del General Bermúdez, relativa al comportamiento de Piar que estaría amenazado la unidad del Ejército. El Libertador preocupado emitió una orden anulando los efectos del Pasaporte del 30 de junio e intimando a Bermúdez para que procediese a la detención de Piar y lo remitiera al Cuartel de Casacoima.
         Tomadas las Fortalezas de la Baja Guayana por los patriotas, el Libertador se trasladó a ellas el 7 de agosto y estando allí lanzó el 3 de septiembre un Decreto sobre confiscación de bienes de los enemigos de la República.
         El 12 el Libertador a bordo de una de las embarcaciones de la escuadra de Brión viajó para hacer su entrada por primera vez en Angostura, la que declaró sede del Gobierno tras nombrar un Consejo de Estado.
         Su primera carta dictada en Angostura está fechada el 15 de septiembre. Es una larga carta de respuesta dirigida al General de Brigada José Antonio Páez informándole sobre las últimas acciones y resaltando cómo este golpe decisivo sobre el enemigo dará preponderancia eterna al ejército patriota y fijará “irrevocablemente el destino de Guayana, Barinas y aun el de la Nueva Granada. Orinoco será siempre nuestro, y nada podrá obstruir este canal por donde recibiremos de fuera y trasladaremos a lo interior, elementos para hacer la guerra, mientras los españoles no abandonen el injusto proyecto de someternos”.
         El Libertador desde Angostura tenía la mirada clavada en Caracas. Ese es el objeto de su carta a Páez desde Angostura: la Campaña del Centro. Con ese fin comienza a operar militarmente. Despacha al General J. F. Bermúdez con cuatro mil hombres para que vaya a calabozo a reunirse con el General Pedro Zaraza, mientras ordena al General Manuel Cedeño, a quien ha encargado de la Gobernación de Guayana, marchar sobre Maturín para pacificar aquel departamento y para que aprehenda a quienes hayan seguido el movimiento de sedición. Comprende esta disposición al General Manuel Piar.





domingo, 27 de noviembre de 2016

EL CEMENTERIO DE ANGOSTURA


Para 1817 cuando el General Piar fue pasado por las armas, no había Cementerio legalmente establecido en Angostura. Los restos del héroe de Chirica fueron inhumados en un monte llamado El Cardonal. Un intencional decreto impidió la inhumación en la Catedral.
El Cementerio Municipal de la Plaza Centurión, más exactamente, de la calle El Pilar que es lindero del Casco Urbano, data de 1824. En ese año se dispuso oficialmente su construcción sobre una loma naturalmente protegida de las periódicas inundaciones del Orinoco.
         Ya en enero de 1818 el entonces Gobernador Político de la provincia y Presidente Municipal de Angostura, Juan Vicente Cardozo, se había planteado la necesidad de construirlo como consta en una Ordenanza de la fecha.
         En esa Ordenanza establece en su artículo segundo que “La Municipalidad entre sus vastas atenciones, ha comprendido la del establecimiento del Cementerio, y en este concepto se prohíbe que ninguna persona, arroje al Río los Cadáveres, ni los sepulten, sin orden del Párroco por exigirlo así el orden y la facilitación del que debe observarse por aquel en el asiento de las partidas en su respectivo libro”.
         La Ciudad, con una población que estaba en el orden de los seis mil habitantes, carecía evidentemente de un cementerio con todas las de la ley, porque salvo epidemias como la de viruela y el cólera morbos, el índice de mortalidad era bajo y la clase social alta tenía a la hora de la muerte de alguno de sus miembros, un puesto bendito y reservado en la Catedral.
         Enterrar a sus muertos en las Iglesias o bajo inmensos panteones como las Pirámides de los Faraones, ha sido durante siglo privilegio de las clases sociales altas y en la Venezuela colonizada por la realeza española no se podía colocar a un lado esta tradición conservada por la nobleza y la burguesía.
De manera que en Venezuela, durante el período colonial, a prelados y notables los sepultaban en las Iglesias mientras que a los pobres los lanzaban al río o tiraban en cualquier matorral.
         Así es posible ver en el piso de templos que datan de la Colonia, lápidas de mármol con letras bajo relieve identificando al fallecido prelado o notable como el lugar y fecha del suceso infausto y una que otra reflexión escatológica.
         El templo activo más antiguo de Guayana es la Catedral de Ciudad Bolívar y en él, no obstante las reconstrucciones y remodelaciones pueden verse las lápidas tapando los restos de Monseñor García Mohedano (1803), segundo Obispo de Guayana, de Monseñor Miguel Antonio Mejía (1947), Monseñor Antonio María Durán (1917), Arzobispo Crisanto Mata Cova (1998) y hasta el corazón de Monseñor Juan José Bernal Ortiz (966) se ve allí en un nicho.
De  acuerdo con el historiador carupanero Bartolomé Tavera Acosta, el cronista más denso que ha tenido Guayana, el Cementerio de Angostura comenzó a construirse en 1824, cuando la provincia dependía del poder central de Santa Fe de Bogotá y era gobernada por el consumado bolivariano José Manuel Olivares, quien hasta 1828 debió enfrentar levantamientos, reflejos de los movimientos separatistas de la Gran Colombia.          Si Tavera Acosta, historiador bien documentado, afirma en sus “Anales de Guayana” que el Cementerio de Angostura comenzó a Construirse en 1824, ¿dónde entonces los angostureños enterraban a sus muertos? Por la Ordenanza de Juan Vicente Cardozo, antes citada, se aprecia que los tiraban al río o los sepultaban en algún lugar que deducimos por las crónicas escritas sobre el fusilamiento de Piar que era El Cardonal.
         En tiempos de la Colonia, la población angostureña era relativamente escasa. No llegaba a los 8 mil habitantes y el índice de mortalidad era muy bajo salvo cuando ocasionalmente se presentaban epidemias.
         Al hablar sobre el fusilamiento del héroe de Chirica, Tavera Acosta escribe: “El cadáver de Piar fue sepultado en un sitio denominado El Cardonal, que en ese tiempo servía de cementerio a los menesterosos. En ese mismo lugar se enterraron al año siguiente (1818) a los variolosos, y más tarde, en 1855-56 a las víctimas de cólera morbos”.
         Los celadores del Cementerio se han ido trasmitiendo de boca a boca el sitio donde enterraron a las víctimas del cólera y lo ubica en un área que abarca el Cementerio de Angostura.
         El Cementerio ha sido ampliado y remodelado cuatro veces. En 1848-62 por varias administraciones; en 1923 bajo la gestión de Vicencio Pérez Soto; en 1952 bajo el Gobierno de Barceló Vidal y en 1959 el Presidente Municipal Luis Felipe Pérez Flores ordenó la construcción de unos nichos para ampliar la capacidad en forma vertical toda vez que ya no había más terreno para continuar ensanchándolo.
         Las continuas ampliaciones terminaron por abarcar en una sola unidad el sitio de El Cardonal donde enterraban a los menesterosos y muertos por el cólera. Este sitio, según el Celador Pedro Rebolledo y los sepultureros Agustín Fajardo, Santo Tomás Pérez y Rafael Sotillo quedó bajo la estructura de concreto armado para los nichos de la parte noreste. Precisamente esta edificación jamás se utilizó porque sus bases cedieron debido a las fosas centenarias que allí había y que virtualmente no se percibían.
         Según Tavera Acosta, el Cementerio comenzó a construirse en 1824, pero existen allí tumbas como la del prócer de la Independencia, Manuel Palacio Fajardo, que data de 1819. Entonces es deducible que es ese el mismo lugar donde se inhumaban los cadáveres en tiempos anteriores que abarcarían los de la Colonia.
         Las cuatro ampliaciones sucesivas a partir de 1824 nos hacen pensar en lo pequeño que fue el Cementerio durante los primeros decenios de la Ciudad. El mismo Tavera afirma que tuvo en sus primeros años 65 varas de largo por 35 de ancho, y sus paredes de mampostería, media vara de espesor por dos de alto. Fue construido bajo la dirección de una Junta compuesta por Francisco Gambús y Pedro Grillet, presidida por el Gobernador del Obispado Domingo Pérez Hurtado, la cual propició una colecta pública que arrojó 732 pesos con cuatro reales. Más José Tomás Machado que contribuyó con 25 fanegas de cal, y Pedro María Ortiz con un albañil por diez días.
         Por decreto del 15 de octubre de 1817, un día antes fusilamiento de Piar, el Libertador dispuso que los cadáveres no se enterrasen en las Iglesias; pero al año siguiente se derogó tal disposición permitiéndose únicamente que se inhumaran en ellas los cuerpos de personas notoriamente distinguidas.
         Actualmente todo el Cementerio abarca en su forma poligonal unos 80 mil metros cuadrados con un promedio de 20 mil tumbas aproximadamente.
         Mientras el Cementerio de Angostura nos se oficializó dentro de un perímetro amurallado y una Capilla erigida a al Santísima Trinidad, no hubo problemas en cuanto a si el cadáver de un anglicano, calvinista o luterano podía enterrarse cerca de un católico. El prejuicio religioso de la época llevaba a muchos católicos a temer por un purgatorio más prolongado a causa de la contaminación por trato, amistad o cercanía con algún seguidor de religión distinta tanto en vida como más allá de la muerte. De manera que siendo este pueblo católico, apostólico y romano por herencia, sentimiento y norma constitucional, difícil resultaba tolerar en la Iglesia o el Cementerio a quien no lo fuera.
         Delimitada oficialmente el área del Cementerio Católico, jamás pudo servirse de él quien no profesara la misma religión. La Iglesia no lo permitía. De modo que los cadáveres de los protestantes eran enterrados fuera de esos muros amalgamados con piedra y barro. Por tan inhumana discriminación, el 8 de septiembre de 1840 los señores Augusto Federico Hamilton, Carlos H. Mathison, Juan Bautista Dalla Costa, Herman Monch, Adolfo Wuppermann, Alejandro Barman, Teodoro Monch, Guillermo Hood, Enrique Banch, Herman Watjen y Ernesto Krogh se reunieron en la casa del primero de los nombrados, para tratar tan serio asunto. 
         La idea era construir un nuevo Cementerio a base de contribuciones para inhumar los restos de los no católicos, en su mayoría británicos, irlandeses, alemanes, lo cual se materializó ocho años después (1848) con una colecta total de 1.235 pesos y un terreno de 100 por 50 varas donado por el Concejo Municipal de Heres, contiguo al Cementerio Católico.