Primero fue Santo Tomás de la Guayana,
luego Santo Tomás del Usupamo, ahora al Gobernador (1636-1642) Diego López de
Escobar se le ocurría un nombre para desagraviar la ofensa inferida por los
luteranos holandeses contra la Sagrario de la Iglesia donde se conservaba la
forma del Santísimo Sacramento cuando invadieron y saquearon la ciudad.
La ofensa inferida tuvo lugar el 22 de
julio de 1639, fecha en la que los holandeses incursionaron por segunda vez, ya
no en el sitio primigenio cabecera de la provincia, ni en las bocas del Orinoco
donde estuvo después, sino en la margen izquierda del Caroní a donde la había
mudado en 1637 el Gobernador Diego López de Escobar, creyendo que era
estratégicamente mas segura.
En esa ocasión los holandeses acabaron
con todo el poblado de la manera más infame y el Gobernador no vio más salida
en el ardor de su impotencia, que poner a salvo su gente en ciertos parajes
previstos para las emergencias.
Allá en los dominios de los herederos
de Morequito y donde Diego de Ordaz escuchó por primera vez la voz Uayanos,
exactamente en el lugar del hoy Puerto Ordaz Matanzas, Diego López de Escobar
se había restablecido con los restos de Santo Tomás y para desagravio de la
Iglesia, el párroco y feligreses rebautizaron la capital con el nombre de Santo
Tomás del Santísimo Sacramento de Guayana, por sugerencia del Sargento
mayor Diego Ruiz de Maldonado, quien había llegado en auxilio desde Bogotá.
Por muy poco tiempo enarboló Santo
Tomás el cognomento de Santísimo Sacramento, pues vendría
un nuevo Gobernador a cambiar todo lo hecho, incluida la condición de Capital
que por más de cuarenta años había conservado la primera ciudad del Orinoco.
Por aquellos días resultaba penoso y arriesgado vivir en Santo Tomás de Guayana.
Había que tener una bien templada voluntad de acero para insistir apegado a
aquella tierra no apta para los frutos del agro y sin embargo tan asediada a
sangre y fuego por los enemigos de España. Los efectos de la llamada Guerra de
los Treinta Años que conmovía a Europa de alguna forma trasponían el Atlántico
y retumbaban muchas veces en el Orinoco.
Martín de Mendoza y Berrío, sucesor de
Diego López de Escobar, ex gobernador de los Llanos de Casanare, asumió la
gobernación en 1647 y resolvió trasladar la Capital a San José de Oruña, para
lo cual debió expulsar con éxito a los holandeses que había ocupado Punta
Galera en la isla de Trinidad.
Los habitantes de Santo Tomás fueron
desconcentrados para acomodarse unos en el convento de San Francisco que el
Gobernador decidió transformar en Fortaleza Real, otros en el Usupamo, la
mayoría en la trinitaria San José de Oruña y escogidos los más emprendedores
para la fundación de otro pueblo en la margen opuesta del Orinoco, cerca de los
cerros de Cabruta y al cual el Gobernador decidió bautizar con el nombre de
Nueva Cantabria.
Habitantes fundadores de este pueblo de
vida efímera fueron doña Isabel de Alcalá, heroína de Santo Tomás de Guayana
cuando ésta fue asaltada y quemada por la expedición de Sir Walter Raleigh;
Juan de Ochoa Gresala, Teniente de Justicia Mayor, y Antonio de Mújica y
Builtron, Alcalde de lugar y quien también lo había sido de San Tomás de
Guayana.
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