La propia angostura del río Orinoco respaldada por
cerros, resultaba ideal para la fortificación y en ese sentido el gobernador
Francisco de Meneses hizo levantar un informe y formuló el requerimiento. El
Rey Carlos II delegó el asunto para su estudio y decisión al Nuevo Reino de
Granada cuyo gobernante Gil Cabrera y Dávalos poco interés tuvo como tampoco su
inmediato sucesor Lasso de la Vega.
Hasta 1711 que Cristóbal Féliz Guzmán
asumió la Gobernación de la provincia de Guayana, no se había vuelto a tocar el
tema. Este gobernante se interesó tanto que propuso al Rey Felipe V, sucesor de
Carlos II, la construcción a sus expensas de una ciudad fortificada en la Angostura
del Orinoco a cambio del grado de Coronel y de la Gobernación de la Provincia
de Cumaná por el lapso de diez años, pero concluyó su período en 1716 y de
ninguna manera llegó a recibir respuesta favorable. No fue sino 40 años
después, ya muertos Felipe V y su sucesor Fernando VI, cuando Carlos III
atendió a esa necesidad replanteada en otros términos por el Capitán de Fragata
José Solano y Bote, integrante de la Comisión comandada por José de Iturriaga,
que se estableció en Guayana en 1754
para concretar los límites entre las posesiones de Portugal (Brasil) y España
(Guayana).
Solano, en 1761, a su regreso de Río
Negro hasta donde llegó la Expedición de Límites, midió por primera vez la
anchura del Orinoco en su parte más angosta como aspecto importante, dentro de
las consideraciones del informe que sugería poner la capital de la provincia en
ese sitio estrechado en 837 varas.
El
Rey de Castilla Don Carlos III, en cabal conocimiento de la información y
recomendaciones de la Comisión de Límites, tomó la gran decisión de erigir en
comandancias separadas toda la provincia de Guayana con inmediata subordinación
al Virreinato de Santa Fe y a tal efecto ordenó al Secretario de Estado y del
Despacho Universal de Indias, Don Julián de Arriaga, redactar la Resolución o
Título Real correspondiente, el cual fue expedido el 4 de junio de 1762. Entre
sus consideraciones básicas señala la necesidad de asegurarle en la angostura
del río Orinoco una mayor custodia a la población de Guayana lo mismo que a los
intereses y Reino de Santa Fe, por la introducción que facilita la conocida
navegación del río, como también para precaverla de la intemperie que tan fatal
resulta para sus habitantes, impidiendo por esta razón su aumento.
A través del mismo Título Real, fechado
en Aranjuez, el Rey confió interinamente esta responsabilidad al entonces
teniente coronel Don Joaquín Sabás Moreno de Mendoza y le asignó sueldo de tres
mil pesos anual con cargo a las cajas de la Real Hacienda de Santa Fe de
Bogotá, capital del Virreinato de Nueva
Granada.
En el nombramiento e instrucciones que
en documento adjunto al Título recibió Moreno de Mendoza, para entonces en
Caracas, se le previene de la necesidad de trasladarse de inmediato a la
Provincia de Guayana para comenzar a darle cumplimiento a su misión, tratando
con el Gobernador de Cumaná, a quien se expiden las correspondientes ordenes,
de las provincias en que ha de tener parte y sobre los auxilios que debe
facilitar. Cabe señalar aquí que el gobernador de la provincia de
Cumaná, don José Diguja, era opuesto a la traslación y en ese sentido había
abogado ante el Rey en reiterados informes.
Además de la mudanza del vecindario de la
Guayana para su mejor conservación y adelantamiento y detener el progreso de los
enemigos, Moreno de Mendoza debía, sin pérdida de tiempo, mejorar las
condiciones y defensa de los castillos El Padrastro y Los Limones a ambos lados
del río; construir dos lanchas corsarias para que una sirviera a la guarnición
de los fuertes y otra a la Angostura; trasladar a la misión indígena de Suay
con todo su ganado a la nueva ciudad y cerrar la Angostura con una batería que pondrá en la
parte que llaman San Felipe y en la punta oriente de una loma que hace espalda,
disponiendo U. que se haga una casa fuerte que sirva de cuartel, y defienda las
espaldas de la población y la batería, atendiéndose desde allí a la guarnición
de los fuertes, y que se embarace la internación de los extranjeros y se
protejan las misiones de capuchinos de Guayana y de San Fernando de Atabapo, las
franciscanas observantes de la parte oriental de Orinoco, las de los jesuitas
de él y del Meta y las de los dominicos de Barinas, dándole las escoltas
necesarias.
En abril de 1763 recibió el Título con
su nombramiento y el 8 de ese mismo mes acusó recibo al Secretario de Estado
agradeciéndole la designación y advirtiéndole de la imposibilidad de partir de
inmediato a Guayana debido a que el Gobernador de Caracas Francisco Ramírez de
Eslenor (1757-1763) le denegaba recursos por no estar autorizado.
Con la misma fecha escribió al capitán
don Juan de Dios Valdés, comandante de los Fuertes de Guayana, ordenándole
mandar a hacer las labranzas necesarias para trasladar la ciudad de Santo Tomás
a la Angostura del Orinoco lo que fue imposible dada la entrada de las lluvias.
Esta circunstancia obligó a diferir el traslado par el verano del año siguiente
(1764).
La mudanza o traslado de la capital de
Guayana se vio desde el principio obstaculizada no sólo por la falta de
cooperación del Gobernador de Caracas, sino por otras razones de celo y
competencia del Gobernador de Cumaná, José Diguja, y el Jefe de escuadra José
de Iturriaga, a la sazón Comandante del Orinoco y Río Negro. No obstante, la
habilidad y persistencia de Moreno de Mendoza fueron menguando hasta cierto
punto los inconvenientes logrando que desde España se precisara que la
autoridad que su Majestad había conferido al jefe de Escuadra José de Iturriaga
en nada perjudicaba los peculiares encargos y comisiones confiados al
Gobernador Moreno. De todas maneras, para proveer soluciones de cualquier
diferencia que pudiese surgir entre una autoridad y otra, se el confirió
facultad al nuevo gobernador de Caracas para el período 1763-1771, Capitán José
Solano y Bote.
Para cumplir su mandato en la provincia
de Guayana, Joaquín Sabás Moreno de Mendoza, caballero de la Orden de Santiago
y coronel de los reales ejércitos, salió de Caracas el 14 de diciembre de 1763
tomando desde La Guaira la ruta del mar. Llego a Santo Tomás en enero del año
siguiente.
Una vez en posesión de la Gobernación,
comisionó al teniente de infantería Francisco Guigo para que, conforme a lo
planificado, partiera hacia la Angostura del Orinoco, 34 leguas más arriba, e
iniciara las obras básicas, entre ellas primordialmente la de un Fortín, a
objeto de emprender luego la mudanza del vecindario.
A fin que dispusiera de todo lo
concerniente, el Gobernador instruyó al
escribano José Manrique de Lara, al contador real Andrés de Oleada, al alférez
de infantería don Félix Farrera y al comandante de al guarnición, capitán Juan
de Dios Valdés. Este último encargado de dirigir las obras junto con varios
maestros albañiles.
El día 14 de febrero de 1764, zarparon
hacia Angostura dos embarcaciones: una al mando del teniente Guigo, con toda
clase de herramientas y utensilios, 136 arrobas de casabe, 147 de carne salada,
cincuenta indios bajo la tutela de padres capuchinos, y otra, conducida por
Juan Villegas cargada con 70 fanegas de cal.
Al siguiente día se enviaron a
Angostura con el patrón Pedro Arocha 168 arrobas de cal y 831 ladrillos. Como
no eran suficientes las embarcaciones para el traslado de los materiales de
construcción hubo que comprarle tres piraguas a los indios guaraunos. En total,
desde el 14 de febrero hasta el 21de mayo se realizaron 25 viajes en goletas,
piraguas y falúas transportando herramientas, ladrillos, tejas, cal, cazabe,
carne salada, maíz, arroz, manteca de tortuga, sal, aguardiente, mezcla real,
maestros de albañilería, misioneros, indios peones de varias misiones, soldados,
artillería, pertrechos de guerra y familia para el poblamiento de Angostura.
De acuerdo con la relación de gastos de
Contador Real, Andrés de Oleaga, en obras de fortificación y en las de nuevo
poblado, así como en el traslado de vecinos de Santo Tomás a la Angostura del
Orinoco, se erogó un total de 61.648,5 reales, equivalente a 7.710,5 pesos.
Además de los maestros de albañilería se emplearon 184 indios peones y
tripulantes procedentes de las misiones de Guasipati, Suay, Capapui, Carapo,
Aribi Santa Clara y Pariaguán.
En la construcción del Fuerte San
Gabriel, nombre que le dio Moreno de Mendoza en obsequio del infante don
Gabriel hijo del Rey Carlos III, se trabajó durante 68 días, desde el 5 de
marzo hasta el 21 de mayo, víspera de su bendición por el Padre Fray Bruno de
Barcelona, religioso capuchino y misionero apostólico de la provincia de
Guayana.
Después de la bendición del Fuerte San
Gabriel el 22 de mayo de 1764, fecha ésta que se tiene como la fundación, el
gobernador Moreno de Mendoza que debía partir de inmediato a Caracas en calidad
de Juez residente del gobernador Felipe Ramírez de Eslenor sustituido por el
capitán José Solano y Bote, permaneció tres días más par resolver sobre la
cuestión de un documento de fecha 23 que le fue entregado a nombre de la
tropa por el oficial superior de
artillería Vicente de Lara y los sargentos Miguel Cornelio y Antonio Hernández.
En el mismo planteaban su negativa a reconocer por comandante general del
Orinoco al jefe de escuadra José de Iturriaga, quien tenía su Cuartel General
en Ciudad Real (Las Bonitas), suplicando a la vez licencia para otra plaza de
los dominios del Rey, antes de quedar a las órdenes del jefe de escuadra “por
tener experimentado la mayor parte de nosotros, y universalmente toda la
provincia y la de Caracas de todas las gentes el más tirano e inhumano gobierno
en su mandar que se pueda considerar”.
Aplacado los ánimos, Moreno de Mendoza
pudo viajar a Caracas a cumplir su misión de Juez de residencia durante seis
meses, tiempo que aprovechó el comandante Iturriaga para cometer toda clase de
tropelías, según constató el propio Gobernador al volver a poner pie en
Angostura del Orinoco el 12 de diciembre de ese año 1764.
Allí permaneció como Gobernador hasta
diciembre de 1766 cuando le fue aceptada su reiterada renuncia a causa de sus
diferencias con el comandante Iturriaga, quien murió en Margarita un mes
después (28 de enero de1767) de tránsito hacia Caracas. Moreno de Mendoza,
elevado al grado de coronel, debía pasar entonces a la comandancia de Armas de
Puerto Cabello, a donde nunca llegó porque parecía predestinado a eternizarse
en la orilla de una playa como la de Málaga.
Cumplido su período y salido bien del
juicio de residencia, dejó a la Isla en manos de Alfonso del Río y Castro.
Regresó a Caracas, a la espera de un nuevo destino con la Orden Militar de
Santiago que le manda a imponer el Rey Fernando VI y con un hijo, producto de
su unión en Caracas en 1755 con Francisca Salas y Álvarez del Pliego. Ese hijo
que bautizó en la isla con el nombre de Manuel Moreno de Mendoza y Salas,
tendrá un papel importante en el movimiento emancipador, llegando a ser miembro
del Poder Ejecutivo en varias ocasiones (1811-1812) como suplente del triunviro
Cristóbal de Mendoza. Tuvo otro hijo, Joaquín, que prestó servicios al lado de
los patriotas en Guayana.
Por Título Real del 4 de junio de 1762,
se le ordenó al Tcnel. Joaquín Sabás Moreno de Mendoza trasladarse a la
provincia de Guayana y proceder al traslado de la capital de Santo Tomás a al
angostura del Orinoco, 30 leguas más arriba, misión que cumple, no
inmediatamente debido a los inconvenientes de la estación lluviosa, sino desde
el 14 de febrero al 22 de mayo de 1764 y, para lo cual, debió construir un
Fuerte -el San Gabriel-, y varias
viviendas de palma y mampostería, suficientes para alojar a la tropa y 57
familias.
Moreno de Mendoza comenzó a despachar
el mismo mes de mayo sin un buen paraguas para protegerse de la lluvia de
dificultades propias del medio y de las
circunstancias. La provincia había sido dividida en dos Comandancias, la del
Bajo y Alto Orinoco al mando de José de Iturriaga, ex jefe de Escuadra de la
fracasada Expedición de Límites y la de Guayana, al mando de Moreno de Mendoza,
sujetas ambas al Vireinato de Santa Fe a través de la gobernación de Nueva
Andalucía de la que debía, según el mismo Título Real, recibir auxilios. Pero
el gobernador de la Nueva Andalucía, José Dibuja, nunca estuvo de acuerdo con
la traslación de la ciudad y ponía
piedras en el camino al igual que Iturriaga, por rivalidad o competencia en el
gobierno de la provincia.
Iturriaga impulsaba la fundación de Ciudad Real en al zona indígena de
Moitaco y Real Corona mucho más
arriba, en la actual Las Bonitas, iniciada desde 1752 por los misioneros
franciscanos, pero no pudo prolongar esa labor a causa de su muerte ocurrida en
Margarita, de tránsito hacia Caracas, el 14 de septiembre de 1767. Su muerte
favoreció la unión de las dos Comandancias en una sola Gobernación que
favoreció al sucesor Manuel Centurión. De haberlo intuido posiblemente Moreno
de Mendoza habría permanecido, por lo menos, hasta haber consolidado la
fundación de Angostura, pero renunció en mayo de 1766.
Moreno de Mendoza dimitió y dejó buena
imagen entre los pobladores angostureños hasta un punto que halló innecesario
el juicio de residencia. En dos años hizo lo que pudo que fue bastante o más de
lo posible. Con casi 7 mil 600 reales inició el poblamiento de un lugar, aunque
estratégicamente seguro y defendible, pedregoso e inhóspito, en donde ni
siquiera había indios. Hubo que traer la mano indígena laboriosa de misiones
lejanas y cercanas para levantar la ciudad conforme a planos confiados al
cosmógrafo José Monroy.
Además de Fuertes y viviendas y echar
los cimientos para una Iglesia y un Colegio, reconstruyó parte de la ciudad
afectada, primero a causa de un incendio y luego por un movimiento sísmico,
respectivamente en junio y octubre de 1766. Exploró la zona, organizó la
defensa del río, descubrió cacahuales y fomentó hatos y labranzas.
Triste, afligido y enfermo por esa
lluvia de dificultades que lo empapó en Angostura, retornó a Caracas siguiendo
el curso bajo del río, del litoral marino y la montaña. Estuvo años sin hacer
nada, tal vez escribiendo poemas y cartas. Le escribió un largo poema a
Guayana, un poema testamento que algo más que eso es una irónica auto-acusación
de su gobierno y el cual al final termina con un epitafio que manda pongan en
su tumba:
Aquí yace Moreno que ostentando,
lo vi tres años mi cerviz rigiendo:
buen ejemplo de los que están mandando
Pues él en mi Provincia no cabiendo,
no bastó le miren usurpando,
y este sepulcro le sobró muriendo.
Las cartas a su familia en Ronda, al
Rey, al Consejo de Indias, al Capitán General José Solano, apuntalaban la
aspiración de querer ser Teniente del Rey o, en caso contrario, Gobernador, si
no de Maracaibo, de Puerto Rico y, siendo esto imposible, por qué no,
Presidente de una Real Audiencia de México o Perú. Pero, por favor, nada de
Puerto Cabello a donde quería Solano que fuera a encargarse de la Comandancia
de Armas. Sorteó el nombramiento lo
mejor que pudo y nunca fue. Si imposible lo anhelado, preferible entonces
quedarse en la Comandancia de La Guaira a donde fue asignado finalmente sin mucho
éxito al comienzo pues a los pocos meses
ya estaba en la calle tras pelearse con el gobernador y capitán general José
Carlos Agüero. El Consejo de Indias desaprobó la actitud de Agüero y lo repuso
con nombramiento estable en 1776. Pasado tres años fue ascendido a Brigadier y
con ese grado murió a orillas del mar en 1790, queriendo saber de la “infelice
Guayana” donde mandaba con menos tropiezos su paisano, el ingeniero
Miguel Marmión, ya también de despedida, preparando sus maletas para Florida
que a la sazón era hispana.
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