El
alcalde Juan de Lezama primero y Jerónimo de Grados después, llenaron el vacío
del Gobernador Diego Palomeque de Acuña, hasta que Don Fernando de Berrío y
Oruñas retornó por su heredad.
Al mando de 44 soldados y tras navegar
el Casanare, el Meta y el Orinoco, Fernando de Berrío se hizo presente el 11 de
marzo de 1619 en Santo Tomás de Guayana con las credenciales otorgadas por la
Audiencia de Santa Fe, justo a los dos años de la muerte de Raleigh.
Su primera tarea fue la de emprender la
reconstrucción de la ciudad y con ese fin comisionó al capitán Jerónimo de Grados
y Alonso de Monteros para que reclutarán mano de obra indígena en el Esequibo,
pero con tan mala suerte que fueron capturados por los ingleses por cuya
libertad pretendieron cobrar un rescate traducido en unos cuantos quintales
de tabaco en rama, renglón agrícola que
se daba muy bien en las Misiones y que se comerciaba a través del puerto de
Santo Tomás.
Don Fernando como pudo reconstruyó la
ciudad, reactivó la agricultura, el comercio, y abrigó proyectos de expansión y
exploración que personalmente quiso plantear ante el Consejo de Indias a objeto
de asegurar sostenidos recursos humanos y logísticos. Así que tan pronto se le
presentó la ocasión, viajó a España, pero en la fase final del trayecto el
barco que abordó fue atacado por Piratas moriscos que lo llevaron a Argel, tal
cual como ocurrió en 1575 con Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha.
En Argel Fernando de Berrío murió
cautivo el 22 de junio de 1622 y para ejercer la gobernación fue designado el
capitán general Luis de Monsalve, a quien le tocó hacer frente al segundo
ataque corsario de que fue objeto la ciudad.
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