Soldado,
navegante, pirata, explorador, poeta, escritor y cortesano, Sir Walter Raleigh
vivió obsesionado por el vasto, hermoso y rico imperio de Guayana que al final
lo condujo al cadalso por voluntad expresa de Jacobo Primero, Rey de Inglaterra
y esposo de la Reina Virgen que en vida lo consintió y lo colmó de privilegios.
Nació
en 1552, en Hayes, estancia de su familia en Devonsahire, donde recibió
excelente educación. Ingresó a uno de los Colegios de la Universidad de Oxford
e interrumpió sus estudios para alistarse en Francia al lado de los hugonotes
seguidores de Calvino que eran perseguidos a sangre y fuego por los católicos.
La Reina Isabel I, cabeza suprema de la Iglesia anglicana de Inglaterra,
favorecía a todos aquellos que como Raleigh se alistaban contra el catolicismo
y contra el imperio español de Felipe II, de manera que de vuelta a su patria y
antes de los 30 años ya era Capitán del ejército y como tal ingresó a al Corte
de la reina Isabel, quien desde el primer momento se sintió atraído por la
galantería, el vigor, talento y espíritu de aventurera del joven oficial.
Raleigh a esa edad ya tenía una sólida
experiencia como soldado en varios países europeos y como marino ambicioso al
lado de su hermanastro Humphry Gilbert,
con quien protagonizó increíbles aventuras explorando Terranova y otras
regiones norte del Nuevo Continente. La Reina Virgen como era llamada Isabel
por su eterno celibato, practicaba una política internacional que consistía en
arrebatarle a España su hegemonía sobre Europa y el mundo colonial. Raleigh con
premeditada inteligencia ligó su ambición y espíritu de aventura a esos planes
de soberana prepotencia logrando obtener de la Reina cuantiosos favores
traducidos en feudos, privilegios comerciales y derechos de colonización que lo
llevaron en 1585 a organizar una expedición con numerosos colonos para fijar la
primera base de la colonización inglesa en el Nuevo Mundo. Surgió así Virginia,
la actual Carolina del Norte, capital Raleigh, en honor a la Reina Virgen.
Raleigh participó en la batalla naval
que acabó con la poderosa armada invencible de España y a partir de 1586 se
transformó al igual que Drake, Essex y Hawkins en un corsario terrible que
azotó las Azores y las costas de América. Estando en Inglaterra tuvo acceso a
documentos enviados a España e interceptados en alta mar por el inglés Jorge
Popham referente aquellos documentos soñó bajo la gracia de la Reina Virgen,
con la posibilidad de una expedición al vasto, hermoso y rico imperio de
Guayana.
El vasto imperio de Guayana
La obsesión de la Reina Virgen era un
imperio colonial superior a la de su vecina España, de ser posible, a costa de
los mismos territorios conquistados por la Península y en esa dirección estaban
diseñados los proyectos de agresión y piratería que ejecutaban de manera cruel
y grotesca sus caballeros, condes y capitanes lanzados a la aventura del mar.
Walter Relaigh era uno de ellos y la
documentación interceptada por Jorge Popham le sirvió para llegar en 44 días al
pórtico del vasto, hermoso y rico imperio de Guayana.
Zarpó en febrero 6 (1595) de Plymouth y
el 22 de mayo San José de Oruña con su Gobernador Antonio de Berrío, soldados y
habitantes quedó bajo su poder, Berrío a cambio de respeto para su vida lo
proveyó de todo cuanto Raleigh inquirió sobre aquellas nuevas e inmensas
tierras que se extendían como un paraíso ante sus ojos y siguió la
recomendación de penetrarlas utilizando las lanchas de sus cuatro navíos.
En carta del Gobernador de Santo
Domingo al Rey español Felipe II se informa que Raleigh remontó el Orinoco hasta las Bocas del Caroní y luego
exploró este último río hasta los saltos y raudales donde se hallaba asentada
la comunidad del cacique Morequito, con la que pudo entenderse e intercambiar
cosas.
Raleigh, después de varios días en
tierras de Morequito indagando a través de interpretes sobre la grandeza,
posibilidad y riquezas de la comarca, decidió retornar a Trinidad donde estaban
anclados sus navíos, pero no sin antes convenir que allí quedaron dos de sus
hombres mientras él se llevaba dos uayanos a objeto de que cuando volviese las
cosas se le facilitaran.
Ya de vuelta, en Trinidad decidió
borrar todo vestigio adverso a la pretensión imperial inglesa, de manera que
San José de Oruña se transformó en ceniza y sus habitantes decapitados fueron
sepultados bajo las ruinas. Raleigh levó anclas y luego trató inútilmente hacer
lo mismo con Cumaná, donde una resistencia feroz lo obligó a cesar la
hostilidad y entregar al prisionero Antonio de Berrío a cambio de marinos suyos
capturados en medio de fragor.
Incursionó con mala fortuna hasta Río
Hacha en Colombia y poco después de regresar a su patria fue encarcelado en la
famosa prisión normanda la Torre de Londres, acusado de conspirar contra su
Majestad el Rey Jacobo, sucesor de Isabel, quien había sido su protectora.
Allí encerrado durante trece años
escribió un fabuloso libro tratando de justificar ante detractores y fiadores
de su empresa expedicionaria, que había descubierto un mundo sobre el cual
debía insistirse en plan de conquista, un mundo extraordinario, rico, con
montañas de cristal y palacios de oro, donde había mujeres amazonas sin marido,
increíbles seres con el rostro en el pecho y ríos cuyas aguas ingeridas en
determinadas horas podían producir la muerte o la eterna vida. Aquel mundo de
las mujeres cabalgando, de ríos misteriosos y de Ewalpanomas no era otro que el
vasto, hermoso y rico imperio de Guayana.
La
Montaña de cristal
Walter Raleigh habrá de volver atraído
por el señuelo alucinante del Cacique Dorado, dueño y señor de la Manoa que
seguramente estaba entre aquellos
tepuyes que enervaban su mente, el creía que los tepuyes o mesetas eran señales que conducían
hacia la fabulosa ciudad. Estaba increíblemente sugestionado por lo que le
había contado don Antonio de Berrío mientras fue su prisionero. Tanto que
durante la primera expedición se aventuró a ver si podía escalar la montaña,
pero le fue imposible, surgieron
innumerables inconvenientes y no le quedó más remedio que contemplarla
de lejos:
“…he sido informado acerca de la existencia
de la montaña de Cristal a al cual, debido a la distancia y a la estación del
año, no pude llegar, pero la vimos desde lejos y daba la impresión de que era
la torre de una iglesia de gran altura. Desde arriba, cae un gran río que no
toca el costado de la montaña en su caída, porque sale al aire y llega al suelo
con el ruido y clamor que producirían mil campanas gigantes golpeándose unas
contra otras. Yo creo que no existe en el mundo una cascada tan grande ni tan
maravillosa. Berrío me dijo que en su cumbre hay diamantes y piedras preciosas
que se ven brillar a la distancia. Pero lo que
ella contiene, yo no lo se, ni él, ya que ninguno de sus hombres ha
logrado ascender por el costado por la hostilidad de los habitantes del lugar y
las dificultades que hay en el camino”.
Esa Montaña de Cristal, posiblemente
Roraima, hará que Raleigh regrese comandando una segunda expedición, pero ella
lo conducirá, no a la fabulosa Manoa, sino tanto a él como a su hijo a una
muerte trágica segura. Mientras tanto, son
muchos lo acontecimientos ocurridos en Guayana, entre ellos, la
existencia de una ciudad que anteriormente no existía y que lo atajará con
sangre y fuego en el camino.