domingo, 11 de septiembre de 2016

BATALLA DE OROCOPICHE


En 1892, mientras la Venezuela hidrográfica desbordaba al Orinoco hasta dejar sumergida totalmente la Piedra del Medio, la otra Venezuela, la política y de armas tomar, hacía lo igual hasta dejar totalmente sepultadas las aspiraciones continuistas del Presidente Raimundo Andueza Palacio.
El General Joaquín Crespo, guerrero y hacendado de mucho empuje y ambición, abrió las compuertas de ese gran río revolucionario y político que se alimentaba de las insatisfacciones de una contienda demasiado cruenta, larga y enconada como había sido la Guerra Federal, de manera que cada vez que había un estallido de envergadura, pocos eran los pueblos que se quedaban como el avestruz, aguardando que pasaran los desbordamientos de el tempestad.
         Entre los pueblos arrastrados por el desbordamiento, o que se adhirieron al pronunciamiento (20 de febrero de 1892) hecho por el General Joaquín Crespo en su hacienda de El Totumo (Guárico) contra la reforma de la Construcción Nacional propuesta por Andueza Palacio para aumentar de dos a cuatro años su período gubernamental, estaba el Yuruary, una región rica en oro que para mejor control el Presidente Antonio Guzmán Blanco había separado del Estado Bolívar en 1881 convirtiéndola en un Territorio Federal. 
         El Territorio Federal Yuruary con una superficie de 220 mil kilómetros cuadrados y una población de 150 mil habitantes comprendía los cantones de Upata y Roscio, con Guasipati como cabecera o capital.
         Dos motivos prevalecieron para desprender la región del Yuruary del Estado Bolívar: un control más directo del Gobierno Federal sobre la explotación de los ricos yacimientos auríferos y la preocupante penetración inglesa en territorio venezolano hasta el punto de que para la época la bandera inglesa flameaba en Barima y El Dorado. Sin embargo, los yuruarenses nunca estuvieron conformes con esa figura del territorio federal donde todo era impuesto desde Caracas. Preferían la unidad integral del Estado que le permitía un mayor control en las decisiones políticas, de manera que en el curso de los años esa fue bandera de lucha y justificación para la sedición de connotados hacendados que al fin de cuentas eran quienes movían la vida económica de la región.
         Las noticias sobre los triunfos del General Crespo en las acciones de guerra que le abrían paso hacia Caracas, llamado por el Congreso de la República para defender la legalidad constitucional, galvanizaron el alma revolucionaria de los caudillos yuruarenses y el 7 de mayo de 1892 se levantaron en armas con el propósito de avanzar hasta la capital y poner el Estado Bolívar al lado de la Revolución Legalista.
         Crespo, antes de levantarse, tenía hecho su trabajo en Guayana para su respaldo eventual: Disponía del General Manuel González Gil al frente de 700 hombres en los cresperos hatos del Caura; en el Yuruary contaba con sus amigos los Generales Antonio Zerpa, Domingo Sifontes, Ruperto Puerta y en Ciudad Bolívar con el General José Manuel (El Mocho) Hernández, de gran atractivo popular y quien terminará por comandar todas las operaciones hasta hacerse Jefe Civil y Militar del Estado Bolívar.
         El alzamiento en Guayana al lado de la legalidad militarmente liderada por Crespo desde el Guárico, lo iniciaron en Tumeremo el 7 de mayo de 1892 los Generales Antonio Zerpa, Domingo Sifontes, Ruperto Puerta, coroneles Pedro L. Machado y Anselmo Zapata, y una vez ocupado Tumeremo con todas las de la Ley, avanzaron hasta El Callao y Guasipati, capital del Territorio, que tomaron tres días después tras haber sido evacuadas por las tropas de la guarnición al mando del general Pereira Lozada.
         Siete días luego (14 de mayo), el movimiento insurreccional que llegó a conformar militarmente lo que sus protagonistas llamaron División Roscio, tuvo su primer combate de manera sorpresiva en las cercanías de Guasipati con tropas del Gobierno que habían salido a su encuentro. 200 Hombres al mando del general Juan Ovalles sorprendieron en horas de la tarde a la División que aguardaba comisiones de El Palmar y Cicapara; pero, no obstante la sorpresa, ésta se sobrepuso a los atacantes y los pusieron en fuga a excepción de 50 infantes y 70 soldados de caballería que se pasaron al bando Roscio que perdió 5 hombres en el combate, incluyendo a un capitán.
         El 18 marcharon hacia Upata donde se replegó el resto de los hombres de Ovalles y 80 soldados al mando del general A. Luengo que habían sido despachados en su auxilio. Ocuparon Upata y las fuerzas gubernamentales se replegaron en la Masa de Chirica donde recibieron refuerzos hasta completar unos 700 hombres bien armados y con suficiente  parque que obligó a la División Roscio a sortear mejores posibilidades desde Laguna Larga donde estratégicamente acampaba. Los comandantes de la División decidieron replegarse en Guri a la espera de refuerzos que desde algún lugar de Guayana preparaba el Mocho Hernández, virtual comandante de la revolución. La comunicación firmada por el General Domingo Sifontes, Jefe del Estado Mayor de la División, dice “… se ha resuelto replegar hacia Guri adelantando a usted un expreso con esta comunicación para que mande un refuerzo o venga personalmente con él a ponerse a la cabeza de este ejército para destruir de una vez el núcleo continuista de estas localidades, donde es inmenso el entusiasmo por la causa de la Legalidad”.
         José Manuel (El Mocho) Hernández, pintoresco personaje de la fragorosa política venezolana, estaba desde 1887 conectado al caudillismo de los hacendados bolivarenses y a través de esa conexión llegó a erigirse en la figura prominente de la decisiva Batalla de Orocopiche.
         Nacido en la caraqueña parroquia de San Juan, donde su padre era carpintero, José Manuel Hernández, desde muy joven, estuvo metido en los avatares de la política y se le vio activo y apasionado entre quienes contrariaron la política autocrática del Presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco. Su fogosidad llegó hasta el punto de combate de Los Lirios a comienzos del Septenio Guzmancista, donde quedó marcado con el cognomento de “El Mocho” a causa de una herida sufrida en la mano derecha.
         Las peripecias casi quijotescas del Mocho Hernández calaron con fervor y simpatía en el alma de importantes capas sociales de Caracas y la provincia. Gente que declaraba con orgullo a los cuatro vientos ser “mochera” o la que era lo mismo, ser legionario del Partido Liberal Nacionalista, de tendencia conservadora que fundara en Caracas después de sus proezas en Guayana.
         Ya agonizando el largo período autocrático del General Antonio Guzmán Blanco se da la presencia del Mocho Hernández en Guayana, asociado efímeramente con el General Celestino Peraza en una imprenta que el primero había instalado en El Callao. Con publicaciones salidas de esta imprenta el Mocho Hernández hacía oposición al Gobierno y combatía al General Pedro Vicente Mijares, Presidente del Territorio Federal Yuruary y quien terminará siendo repudiado ante la ingerencia directa en las concesiones auríferas, la más importante de ellas concedida al general Celestino Peraza por 99 años y que rebasó la paciencia de los yuruarenses.
         El Gobierno de Guzmán Blanco y quienes le sucedieron hasta Andueza Palacio tuvieron siempre al Macho Hernández como un conspirador profesional y como tal se cuidaban de él. De suerte que cuando las cosas se le complicaron al Presidente Raimundo Anduela Palacios, el Presidente del Estado Bolívar, Dr. José Ángel Ruiz, fue puesto en alerta para que redujera a límites previsivos las actuaciones del Mocho Hernández en Guayana. Fue así como se hallaba en Ciudad Bolívar (1890) con la manea corta, pero no tan corta pues siempre tuvo libertad para conspirar hasta declararse alzado al unísono con el movimiento subversivo del Yuruary. Mientras la División Roscio avanzaba, el Mocho Hernández reunía gente en Ciudad Bolívar y zonas rurales para la contienda final. En Yaunó recibió el expreso de la división Roscio e inmediatamente marchó con parte de su gente hacia Guri para tomar posesión del mando de la División.
         Encomendándose a San Buenaventura, patrono de la Misión de Guri, la División Roscio al mando del general José Manuel (El Mocho) Hernández abandonó el campamento e inició su avance hacia la Capital del Estado antecedida de piquetes de hombres que iban disolviendo a los campos volantes. Despejado el camino hasta el sitio conocido como “La California”, pernoctaron allí y al siguiente día se situaron en plan de batalla en las alturas de los Cerros de Buena Vista de Orocopiche dado que se aproximaban a su encuentro las fuerzas oficiales comandadas por el general Santos Carrera, Jefe expedicionario del Gobierno y el Presidente del Estado, J. T. B. Siegert hijo, quien recién había sustituido al Dr. José Angel Ruiz.
         El 10 de agosto de 1892 se abrieron los fuegos de lado y lado dominando desde las alturas las fuerzas legalistas y descabezando a tiro fijo desde la Piedra del Murciélago los comandos de las tropas del Gobierno. El Jefe expedicionario general Santos Carrera no pudo sobrevivir al tercero de sus caballos muertos en la refriega. Los miembros del Estado Mayor también mordieron el polvo mientras el Presidente Siegert que estaba en la retaguardia salió en estampida con el resto de la tropa en derrota atravesando el río Marcela que estaba tan crecido como su receptor el Orocopiche y el Orinoco que ese año tapó la Piedra del Medio.
         El parte oficial de los comandantes de tropas al balancear los resultados de la batalla expresaba que “además de 240 prisioneros, se recogieron 154 muertos y cerca de 200 heridos del enemigo; todas las bestias aperadas de los jefes y oficiales, tres cargas de parques, además de la 15 que se habían cogido en el lugar donde cayó muerto el General Santos Carrera; esto, y toda clase de prendas de vestir, maletas, etc. A orillas del río Marcela, a cuyas aguas se arrojaron los derrotados, siendo de los primeros el Presidente del Estado Bolívar, Juan B. T. Siegert. Posteriormente se extrajo de este río más de un centenar de fusiles y cerca de cien cobijas, la derrota, pues, había sido completa; y a Ciudad Bolívar no entraron ni cien hombres de los 860 que tres días antes habían salido en busca de las montoneras legalistas a cuyo Jefe se proponían traer atado a la cola de un caballo”.
         El 13 de agosto entró la División Roscio a Ciudad Bolívar y ese mismo día el General José Manuel (El Mocho) Hernández asumió la Jefatura civil y militar del Estado. Para la fecha la Revolución Legalista no había triunfado nacionalmente. Crespo entró victorioso a Caracas el 7 de octubre y ejerció provisionalmente la Presidencia de la República hasta que se reunió la Asamblea Nacional Constituyente que aprobó una Constitución similar a la federal de 1864. De acuerdo con esa nueva Constitución Crespo fue electo Presidente Constitucional para un período de cuatro años 1894-1898 y el Mocho Hernández fue reemplazado por el General Manuel Gil González en la Presidencia del Estado.
         En 1897, fundó el Partido Liberal Nacionalista con el cual aspiró a la Presidencia de la República en contra de la candidatura del Dr. Raimundo Andrade impuesta desde las alturas del poder a través de escandaloso fraude tutelado por el Presidente Joaquín Crespo, quien lo pagó más tarde con su vida en la Batalla de Queipa a donde lo retó el siempre indomable e inconforme Mocho José María Hernández. Desde entonces, tras cárceles, destierros y sublevaciones pasó el resto de su vida sin poder jamás aprehender en la realidad de su ambición un sueño de gloria que parecía desde muy joven diluirse en la aromática humedad del aserrín de que estaba siempre alfombrado el taller de su humilde padre canario.


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