lunes, 17 de octubre de 2016

TOMÁS DE HERES


El General Tomás de Heres, nacido en Angostura el 18 de septiembre de 1795, figura entre los próceres de la Independencia Sudamericana. Además de militar de la emancipación, fue periodista, gobernador, parlamentario y creador de uno de los dos primeros partidos políticos que existieron en Guayana.
            Era hijo de José Fernández de Heres y de María Josefa Rivero Morín. El primero procedente de Asturias y llegado a la provincia en tiempos del Gobernador Manuel Centurión y la segunda, hija de Antonio Rivero teniente del Real Cuerpo de Artillería destinado a Guayana.
            Tomás de Heres nació a los tres años y nueve meses del matrimonio y a la edad de diez fue internado en el Seminario Tridentino de Caracas donde estudió hasta 1810 que fue llamado por su padre, primer alcalde de la ciudad. Preocupado por los acontecimientos caraqueños del 19 de abril.
            De nuevo en el seno familiar y al lado de sus hermanos José María, Manuel María, Luisa, Petronila y Trinidad. El joven Tomás de Heres se preparó militarmente para ser alistado al lado de los intereses políticos realistas representados por su padre que para entonces y en calidad de Primer Alcalde, había suplantado a Felipe Inciarte en la gobernación de la provincia de Guayana.
            Heres debutó como soldado en los combates de 1812 que desde Soledad habían provocados los coroneles Francisco González Moreno y Francisco Javier Solá en un intento infructuoso por ocupar Angostura cuyo Cabildo que secundó en un principio a la Junta Suprema de Caracas, había sido objeto de un golpe de estado por funcionarios realistas de la ciudad.
            La capital de la provincia, empinada sobre una colina que tenía por norte al Orinoco, era militarmente difícil de tomar, tanto por su posición estratégica dominante como por el cuidado proteccionista que le dispensaba España. 
            En 1813, Tomás de Heres pasó a formar parte de un Batallón que había adoptado el nombre de una antigua ciudad española sitiada y destruida por Escisión Emiliano y cuyos habitantes, los numantinos, prefirieron perecer envueltos en las llamas que rendirse.
            Este nombre “Numancia” de signo heroico, lo rescataron los realistas para este batallón que fue enviado a los Llanos ese año de 1813 donde se reconcentraban las fuerzas realistas para invadir el centro que había sido ocupado por el Libertador en el curso de la Campaña Admirable.
            El “Numancia” integrado a la División de Yáñez, se adueñó de Barinas, Apure y Guanare. Luego las fuerzas de Yáñez se unieron a las de Ceballos que venían desde Coro y en Araure fueron derrotados por el Ejército patriota al frente del cual venía el Libertador desde San Carlos.
            En la batalla de Araure, muy bien representada en un cuadro de Tito Salas, el Numancia perdió hasta el estandarte, el cual quedó en manos de un batallón al que Bolívar se negaba a ponerle nombre hasta tanto no se lo ganara en el campo de batalla. Desde entonces el batallón sin nombre fue bautizado como el “Vencedor de Araure”.
            El Numancia, no obstante esa derrota siguió avanzando  en Venezuela y Nueva Granada hasta 1815 cuando fue destinado por el General Pablo Morillo a la vanguardia del Ejército realista que en Lima comandaba el general español Jerónimo Valdez.
            Los oficiales del Numancia no se las llevaron bien con los batallones peninsulares destacados en Perú. Había un creciente descontento llegado hasta los oídos del General San Martín que ya había libertado a Chile, Argentina y avanzaba hacia el Perú. Hubo contacto efectivos y el 2 de diciembre de 1820 los Oficiales del Numancia, entre ellos Joaquín Cordero, Lucena y Heres, se pronunciaron por la causa republicana y tan pronto como San Martín lo supo, resolvió que desde ese momento se considerara el batallón Numancia como el más antiguo del Ejército Libertador de Perú.
            Entonces Tomás de Heres fue ascendido a Coronel y el Numancia siguió a San Martín hasta su entrada en Lima con el Ejército Libertador el 13 de julio de 1821.
            En 1822 cuando San Martín cede el campo a Bolívar en su entrevista de Guayaquil y el Congreso peruano lo llama para que emprenda la batalla final contra el Ejército español que permanecía intacto en la Sierra, el Libertador dispone por decreto la incorporación del Numancia con el nombre de “Voltíjeros” a la primera brigada de la Guardia.
            Diez días luego de la adhesión del Numancia a al causa republicana, Antonio José de Sucre asigna a Heres su primera gran tarea cual era la de convenir con Andrés de Santa Cruz, la unión del Ejército Libertador del Perú con la División del Sur del Ejército Libertador de Colombia.
            Cumplido este cometido que permitió dos meses después la ocupación de Cuenca, el Coronel Tomás de Heres despejó su estrella y comenzó a ascender, primero como adjunto y luego como Jefe del Estado Mayor de la División que sitiaba a El Callao; Ministro en el Despacho de Relaciones Exteriores; Ministro de Guerra y Marina por segunda vez. En 1826 hizo la campaña del Sur por cuestiones de límites contra los peruanos que concluyó con la batalla de Tarqui el 27 de febrero de 1829 y cuya victoria a favor de Colombia le valió su ascenso a General de División.
            Siendo Ministro de Guerra y Marina en Perú, el General Tomás de Heres tuvo a su cargo la redacción de los semanarios “El Observador” y “El Peruano” que todavía circula al igual que lo hizo Zea, Roscio y Revenga con el “Correo del Orinoco” en Angostura.
            El Libertador sabedor de la importancia que tenía la prensa como instrumento de lucha, no la llegó a descuidar en ningún momento. La consideraba “tan útil como los pertrechos” al tiempo que “fiscal de la moral pública y freno de las pasiones”. Cuidaba de su contenido, elaboración y presentación como bien se puede apreciar en su cartas de 1820 y 1823 al General Santander acerca de la “Gaceta de Bogotá” y “El Correo de Bogotá” y especialmente la dirigida al General Tomás de Heres relativa a “El Observador de Lima”, en el cual, entre otras cosas, le dice: “Los artículos deben ser cortos, picantes, agradables y fuertes. Cuando se hable del gobierno, con respeto y cuando se trate de legislación, con sabiduría y gravedad. Yo quiero que se proteja un periódico; pero que se organice con elegancia, gusto y propiedad”.
            En carta de Heres al Libertador desde huamachuco, el 17 de abril de 1824, hace algunas observaciones sobre “El Centinela en Campaña”, un periódico que se editaba en una imprenta portátil que siempre cargaba consigo el Libertador. Tales observaciones se referían a que todo allí se escribía “con mucha frialdad y poca gracia”. Un oficial de apellido Devoti que era el redactor del El Centinela, no le parecía bueno para sostener una disertación académica.
            Heres, en cambio, cuando regresó a Angostura, no tuvo periódico a pesar de que fue objeto de recios ataques a través  de “El Filántropo”, semanario de los liberales liderado por Juan Bautista Dalla-Costa (padre).
            Después de la recia campaña del sur que le valió el título de prócer de la independencia sudamericana, el General Tomás de Heres retornó a Angostura el 20 de octubre de 1829. Retornó luego de 16 años de ausencia. La ciudad ya no era la misma ni él tampoco. Ambos habían cambiado con el tiempo, la experiencia y los resultados de la guerra. El, más adusto, severo y de conducta militarmente inflexible, estrictamente apegado a la ley, y la ciudad liberalmente más abierta y acentuadamente mercantil.
            Antes que él habían regresado Ascensión Ferreras, Ramón y Orocio Contasti, también angostureño y próceres de la independencia sudamericana. Pero Heres, con mayor jerarquía militar, nivel político y experiencia de estado, los desplazó en el sentir electoral de la ciudadanía.
            Tan pronto se domicilió en la antigua y espaciosa casa de sus padres, entre las calles Amor Patrio y Libertad, comenzó a recibir la simpatía y adhesión de mucha gente acicateada por el acontecer político nacional. De una parte los que pugnaban por la separación de Venezuela de la Gran Colombia y de la otra, quienes como Monseñor Mariano Talavera y Garcés permanecían fieles al pensamiento bolivariano.
            Heres se negó a tomar partido hasta el punto de no asistir como diputado electo al Congreso reunido en Valencia el 6 de mayo de 1830, el cual acordó la separación de Venezuela y pidió la expulsión del Libertador del territorio de la Gran Colombia.
            Una vez materializada la separación y sin el impedimento de Bolívar y Sucre, desaparecidos por muerte de la escena política grancolombiana, el General Tomás de Heres decide tomar bandera al lado de Páez, Soublette, Vargas que a nombre del Partido Conservador detentaban el Poder.
            Heres se convierte en el representante del Partido Conservador surgido en Caracas en el segundo período presidencial de José Antonio Páez y or lo tanto en el gran elector desde la Gobernación o la Comandancia de Armas, pero cada vez encuentra mayor resistencia por parte de los liberales liderados por Dalla Costa, los Afanador y Juan Manuel Sucre, entre otros. Los liberales se autodenominan “Sociedad Filantrópica” y condenan a los Conservadores con el cognomento de “Antropófagos”.
            Heres, no obstante su experiencia en la prensa a través de El Observador y El Peruano, deja este campo libre a los liberales que tienen mucho que decir a través de su semanario “El Filántropo” que por temor a la represalia busca refugio en Soledad para poder tildara sus adversarios de “numantinos, heresiarcas, serviles, provincialistas, antropófagos”, aunque los partidarios de Heres no se quedaban atrás a la hora de responderles con los calificativos de “Forasteros, contrabandistas, logreros, obstruccionistas”.
            La situación de encono político y personal entre ambos bandos se agravó y trascendió a otros periódicos del país como “El Venezolano” que al comentarlo en su edición 143 dice “…dos partidos fuertes, extensos y bastante poderosos para destrozarse entre si y dar a la República días de luto si el patriotismo y la razón no se interponen”.
            A fines de 1838 se realizan elecciones para Presidente de la República y nuevamente los conservadores postulan al General José Antonio Páez, quien al siguiente año (1839) es proclamado por el Congreso tras escrutar 212 votos a su favor.
            Comenzando 1840, Tomás de Heres fue ratificado en la Gobernación del Estado, pero solo permaneció durante diez días pues tuvo que viajar a Caracas para atender la citación del Congreso que examinaba una acusación por irregularidades cometidas durante su gestión, formulada contra él por los liberales.  A partir de entonces la controversia política alimentada ferozmente por las páginas del Semanario “El Filántropo” produjo inestabilidad en el Poder Ejecutivo Regional toda vez que los gobernadores escaso tiempo permanecían en su cargo como en el caso de Manuel Zerón, sucesor de Heres, quien solo pudo gobernar durante cinco meses y seis días del mismo año; Manuel Capella, quien tuvo el honor de instalar el Colegio Nacional de Guayana el 24 de junio de 1840, apenas duró dos meses y catorce días, pues debió darle paso al coronel  Ramón Burgos debido a que el General Tomás de Heres regresaba de Caracas absuelto por el Congreso a ocupar ya no la Gobernación sino la Comandancia de Armas, lo cual produjo visible indignación entre los partidarios de Dalla Costa. Burgos gobernó desde el primero de septiembre hasta el 8 de enero de 1841 cuando fue sustituido  por Florentino Grillet, quien el 25 de marzo, le tocó presidir la ceremonia de inauguración de la Catedral terminada con mucho esfuerzo por Monseñor Mariano Talavera y Garcés gracias a una paciente colecta de 18 mil pesos que logró recaudar entre los 8 mil habitantes que para entonces tenía Angostura.
La inauguración de la Catedral, aunque sin Torre y los sermones de concordia lanados desde el púlpito, no apaciguó los ánimos políticos tan exacerbado.  A falta de conciliación patriótica los días de luto, tal como lo presagiaba el periódico de Antonio Leocadio Guzmán en Caracas, no se hicieron esperar, el General de División Tomás de Heres fue víctima de un atentado mortal a las nueve de la noche del 9 de abril de 1842 cuando se hallaba en torno a una mesa y a la luz mortecina de una lámpara de combustible, conversando con el Vicario apostólico de la ciudad Mariano Talavera y Garcés.  Tenía entonces 47 años de edad y Comandante de Armas de Guayana. Nunca se supo quien disparó el trabuco homicida, pero el atentado fue sin duda alimentado por la forma enconada y primitiva como solían en Venezuela dirimirse los asuntos políticos.


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