El
siglo diecinueve finalizó en Guayana con dos diarios: El Bolivarense y La Prensa
Liberal, ambos vespertinos. Anteriormente, existieron, tras la Guerra
Federal, El Boletín Comercial (1865), diario opuesto a la revolución
guzmancista del mes de abril y El Orden (1870), vocero de al Revolución
de Abril, fundado como contrapartida por Juan Manuel Sucre, hermano del
Gran Mariscal de Ayacucho. Vocero muy ágil y con amplia información sobre el
acontecer regional, pero de vida efímera. Apenas circuló durante el tiempo del
proceso electoral que postulaba a Guzmán Blanco como Presidente de la República
y a Juan Bautista Dalla-Costa como Presidente del Estado Soberano de Guayana.
Le siguieron El Centinela de Orinoco
(1873), diario liberal, dirigido por Julio S. Machado, para apoyar las
aspiraciones políticas del clan de los Machado: Tomás, quien fue Presidente del
Estado en 1877 y del General Juan Antonio Machado, quien la había ejercido
anteriormente entre 1874 y 1875 cuando se lanzó como candidato a la Presidencia
de la República en los comicios de 1876 para competir con el general Francisco
Linares Alcántara, pero sólo obtuvo el voto de su estado.
El Centinela de Orinoco tenía un
tiraje de 800 ejemplares por día y circulaba en formato de un cuarto de página.
Finalmente surgieron como diarios vespertinos La Prensa Liberal y El
Bolivarense, el más longevo
de todos los diarios del siglo diecinueve. Circuló durante diecinueve años.
La Prensa Liberal, fundada en junio
de 1885, estuvo circulando hasta la caída de Guzmán Blanco. Aparecía todas las
tardes como órgano de los intereses generales. Por lo menos era eses su lema.
La suscripción constaba cinco bolívares al mes y 50 céntimos el número suelto.
Desde la calle Bogotá Nº 12 comenzó a
circular bajo la dirección del doctor Vicente Blanco Buroz a quien el año
siguiente sucedió el periodista Ramón B. Luigi y finalmente José Manuel Natera.
El diario aparecía en formato de 54x36
cms. A cuatro columnas. En la primera columna de la primera plana el Almanaque
con todo el santoral del mes. En la siguiente, comerciales o avisos económicos,
entre ellos El Baratillo de Manuel Bigott anunciando “tener un nuevo
surtido tan bueno, tan barato y durable”. Alpargatas, suela de la afamada
Tenería del señor Delfín S y Cia., del
color y clase que se exija y a preciso sumamente baratos. Artículos de
talabartería, quincallería, aperos para arreos de burros, imágenes de santos,
Cordones de San Blas, Escapularios, Cal famosa de Caracas. Asimismo, de manera
permanente el aviso del Taller Fotográfico de Luis Aristeguieta Grillet, en la
calle Bolívar Nº 2 Las Páginas interiores se dedicaban a artículos de opinión.
El edición 59 del 14 de septiembre de
ese año 1885, publica un artículo titulado Abajo Caretas donde se acusa al
Director de El Bolivarense de conducta antipatriótica y de propósitos
hostiles al gobierno del general J. M. Bermúdez Grau, presidente del Estado y
quien promovía como sucesor al general Raimundo Fonseca González, un militar y
político apureño, que anteriormente había sido Presidente del estado entre 1880
y 1884 período de Guzmán Blanco.
El Bolivarense apareció el 30 de
septiembre de 1880, impreso en la segunda prensa de vapor establecida en la
capital angostureña, gracias al espíritu emprendedor y gran vocación
periodística de José María Ortega y Pablo María Rodríguez, socios en el ramo de
la tipografía y quienes venían curados en la experiencia del primer diario que
tuvo Guayana: El Boletín Comercial.
El Boletín Comercial inició su
circulación en 1862 como bisemanario, luego pasó a trisemanario en 1864 y en
1865 fue transformado en diario, ya no bajo la dirección de José Jesús Montes,
su fundador, sino de Ortega y Rodríguez, quienes al final se quedaron con la
publicación puesta al servicio de los intereses del gobierno centralista como
alternativa de subsistencia. De allí que en 1872 cuando los liberales se
aseguran en el poder con la Revolución del 27 de Abril, liderada por Antonio
Guzmán Blanco, las cosas cambiaron tan negativamente para la empresa editora de El
Boletín, que terminó en la quiebra.
Hubo de transcurrir diez años, ya en
decadencia el guzmancismo, a punto de rodar sus estatuas y en vías de
enterramiento sus glorias federales, para que en el Estado Bolívar soplaran
otros vientos. Además, la situación económica del estado era sólida y todo ello
favoreció a los Ortega y Rodríguez, para el segundo intento de fundar un
diario. Si ellos habían iniciado el diarismo en Guayana con El
Boletín Comercial, se preguntaban por qué no continuarlo entonces que
el clima político y económico les era favorable. De manera que se arriesgaron e
hicieron traer del exterior una prensa de vapor, la segunda establecida en la
ciudad después de la adquirida por Emeterio Gómez, y en ella reanudaron la
materialización de sus sueños.
El Bolivarense apareció el 30 de
septiembre de 1880 bajo el signo de la balanza y en formato 62x44 cms. Como
diario de la tarde. En su cabezal se leía en letras grandes: Director, J. M.
Ortega y Rodríguez y Cleto Navarro. Administrador Luis A. Gómez. Más abajo:
Industria-Ciencias-Artes-Noticias-Anuncios. Luego el lema: Dada nuestras instituciones,
basta el trabajo por la parte del pueblo y la justicia por la de los gobiernos,
para felicidad y progreso de Paz a todo trance.
Su cuerpo de cuatro páginas impuestas
con tipos sueltos y grabados impecablemente elaborados, conformaba lo que podríamos
conceptuar hoy como un diario de avisos toda vez que la primera y última página
estaban enteramente destinados a los anuncios y ofertas comerciales y las
páginas internas a una información escueta y escasa, pues difícilmente se
aplicaba el hexámetro técnico de las circunstancias. Las informaciones de al
vida diaria –ya ese era el estilo de las publicaciones de la época- iban
prácticamente mezcladas con los edictos, decretos, comerciales, artículos de
opinión, festividades religiosas, cartas, material literario y refritos de
publicaciones de otras parte de Venezuela y del extranjero llegadas por la vía
del Orinoco.
Los anuncios aparecían en recuadros
generalmente ilustrados con grabados. Entre otros casi fijos, del Amargo
Aromático de Guayana, de
Mathison y Hermanos; Barbería Fígaro, de José natividad
Pineda; Fotografía Artística, de Luis Aristeguieta Grillet; Colegio
Talavera, dirigido por J. R. Camejo;
Oficina de Abogado del doctor
Luis Natera Ricci; Amargo de Ciudad Bolívar de Guillermo Eugenio Monch; Aceite
para alumbrado Luz Diamante, Cigarrillo Cacique, Aceite de hígado de bacalao y
Pianos verticales de cola fabricados por H. Kohl en Hamburgo.
Recorriendo las páginas de El
Bolivarense, no todas, sino las disponibles en la colección de la Sala
Febres Cordero de Mérida, microfilmadas por la Biblioteca Nacional, no damos
cuenta como era de apacible la vida en al provincia y tardía la comunicación
entre un lugar y otro, no obstante que ya para la época los barcos se movían,
igual que los ferrocarriles, a fuerza de las máquinas de vapor producido con
carbón antracita.
Pero, aunque tardía, las noticias siempre llegaban y
de acuerdo a su magnitud podían de alguna manera y según el caso provocar
manifestaciones de complacencia como cuando el Presidente Rojas Paúl por
decreto de agosto de 1890 dispuso vacaciones colectivas para los empleados
públicos nacionales, desde el 15 de agosto al 15 de septiembre de cada año, o
de protesta como cuando quedó en evidencia la intención inglesa de usurparse
una buena tajada de territorio venezolano en la provincia de Guayana y lo cual
suscitó esta interrogante del poeta R. Silva: ¿Por qué también desea la poderosa
Albión / despojarnos impúdica y soez / de nuestra zona aurífera / porción que
nunca ha sido del dominio ingles?
Y mientras Inglaterra nos inundaba con
sus ardorosos deseos terrófagos hasta más acá del Esequibo, llegando incluso
mister Mac Turk a fundar una Casa Fuerte en la desembocadura del Yuruary, el
Orinoco hacía otro tanto metiéndose en las casa de los sectores bajos de Ciudad
Bolívar, de Caicara y de otros lugares del Estado. Por lo que el teatro Bolívar
que funcionaba desde 1883, presentó espectáculos a beneficio de los
damnificados y las salas de palco, anfiteatro, sofá, patio y galería, se
desbordaron en gesto de solidaridad, al igual que en la Cantina se agotaron los
confites, las flores y el folleto Ley del Amor.
Con tanta agua, la ciudad,
paradójicamente, quedó sin agua directa par el consumo, porque el Río dañó al
incipiente Acueducto que desde 1884 había instalado Underhill. También la
ciudad de 1892 quedó hasta diciembre sin periódico porque los talleres de El
Bolivarense en la calle Venezuela, se inundaron. El receso, no
obstante, sirvió para reorganizar la estructura del vespertino: el original nombre
en letras góticas fue reelaborado con letras romanas, mientras Cleto Navarro se
erigió en el nuevo editor gerente del vespertino.
El Bolivarense terminó sus días con
el siglo, vales decir, con la muerte de su fundador Jesús María Ortega,
ocurrida el 20 de enero de 1899, tras cuarenta años de incansable labor
tipográfica. Cinco años antes (1895), había sido fundado El Anunciador, periódico
que lo sucedería.
El Anunciador empezó a circular como
trisemanario desde el 2 de junio de 1895 bajo la dirección de Alfredo Mario
Blanco, hasta la entrada del siglo XX que pasó a ser diario vespertino,
dirigido por su dueño de origen francés. Agustín Suegart, un general afiliado a
la causa liberal y fundador del taller de impresión más importante del oriente
del país para la época.
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