El
Correo del Orinoco, la Catedral, la Banda del Estado, el Teatro Bolívar, el
Colegio Federal y las publicaciones periódicas constituyeron durante el siglo
XIX los grandes focos de la cultura intelectual y artística de Guayana.
El
antecedente histórico más remoto que se tiene de la cultura artística
bolivarense se encuentra en un Crucifijo de plata (1623) hecho por el vecino de
Santo Tomás de Guayana, Juan José Navarro, el cual se exhibe permanentemente en
la Casa Piar y dos poemas (1647) impresos: uno de Cristóbal de Vera y otro de
Pedro Padilla, dedicados ambos al capitán Miguel Ochogavia. Existen un tercer
poema, mucho más extenso, escrito por don Joaquín Moreno de Mendoza, fundador
de Angostura en 1764, poco después de haber renunciado al mando político de la
provincia.
Si hubo alguna otra manifestación de la
cultura artística de la época, probablemente se perdió, pues cuando los
patriotas sitiaron y tomaron Angostura, no encontraron nada porque todo se lo
llevaron consigo los funcionarios y tropas del reino. Hubo que comenzar de
nuevo y la capital de la provincia, extenuada por el peso abrumador de la
guerra, comenzó a oxigenarse con otras ideas que le dejarían huella en su ser y
en el acontecer de su ser.
Al caer Guayana en manos de los
patriotas que guerreaban por la emancipación, lo cual ocurrió en 1817, tercera
fase de la República, se residenciaron en Angostura, la capital, hombres
ilustrados, pero que apenas tenían tiempo para tertulias amenas. Su atención y
su acción estaban centradas en la legislación, en los asuntos de la justicia y
en la administración política y logística de la guerra.
El único escrito como factor de
cultura, era el Correo del Orinoco, pero
sus cuatro páginas semanales se dedicaban a la temática de la emancipación. Una
que otra vez se escapaba algún soneto, una redondilla o canto patriótico
alusivos a las mismas temáticas y reproducidas de gacetas editadas en otras
ciudades de América.
El movimiento intelectual y político
habido en Guayana mientras fue asiento de los Poderes Supremos de la nación,
quedó estancado hasta poco después de romperse la unidad grancolombiana. La
única manifestación artística era la música como queda evidenciada en una carta
que Juan Teófilo Benjamín Siegert, médico germano al servicio de la causa republicana,
le escribe a su hermana cuando le dice entre locales vivencias que la única
diversión en Angostura eran la música y el baile y de vez en cuando la que
proporcionaba una que otra compañía de volatineros venida de Las Antillas. Le
decía también que no le enviaba retrato suyo ni de su mujer por no haber
pintores en la ciudad.
Seguramente para entonces no era
conocido el pintor Emeterio Emazábel, a quien se tiene por angostureño, autor
de las pinturas de Narciso Coll y Prat, arzobispo de Caracas; Francisco Ibarra
(primer Obispo de Guayana) y Ramón Ignacio Méndez, diputado al Congreso de
Angostura. Pintores que le siguieron en Angostura fueron Juan Lovera, caraqueño
que vivió en Angostura en tiempos de Dalla Costa y Miguel Isaías Aristeguieta
(1844-1905).
La disolución grancolombiana y la
proclamación de Venezuela como República libre, soberana e independiente, le
dio un vuelco favorable a la situación. Surgieron los partidos políticos y a su
rescoldo de avivaron las ideas y las vocaciones humanísticas encontraron
ambiente propicio para su expansión y desarrollo.
Dos grandes partidos conmovieron a la
nación en disputa por el Poder: El Conservador o centralista con el
cual se inició la República y que tenía en la Provincia de Guayana al general
Tomás de Heres como caudillo prominente y el Liberal o federalista,
mejor conocido en Guayana como Los Filántropos, representado por
Juan Bautista Dalla-Costa, un italiano que llegó a ser tertuliano del
libertador y quien desde 1814 se hallaba en la provincia al frente de una Casa
Mercantil de gran radio de influencia en la región del Orinoco.
En Angostura sólo había una Prensa, la
que había sido del Correo del Orinoco, que entonces estaba en manos del Gobierno.
De manera que la oposición, necesitada de divulgar sus ideas debió emparejarse
y a través de la Casa Mercantil del viejo Dalla-Costa se trajo la segunda
Prensa, al comienzo en manos de los Hermanos Ayala y luego bajo la
administración del tipógrafo Cristiano Vicentini. Allí comenzaron a imprimirse
los periódicos del pensamiento liberal, entre ellos El Filántropo, donde se puso a prueba el valor civil de los
guayaneses.
La existencia de dos Prensas en Guayana
al iniciarse los años de 1840 marcó un hito muy importante en el desarrollo del
pensamiento bolivarense, el cual se vio reforzado por el decreto de creación
del Colegio Federal, en el cual llegaron a integrarse todos los niveles de la educación. En los años cuarenta del
ochocientos también alzó su vuelo la Catedral Metropolitana que desde tiempos de
la colonia no había podido ser concluida.
En 1870 el Presidente del Estado, Juan
Bautista Dalla-Costa le donó un monumental órgano importado de Londres, de
grandes fuelles y 1.500 voces en torno al cual giró la juventud citadina amante
de la música y el canto. La Catedral tenía un Coro Alto con Maestro de Capilla,
director del coro (Sochantre) y Cantor (Chantre). Maestro de Capilla durante 25
años lo fue Carlos Afanador Real (1877-1952), egresado de los Conservadores de
Alemania y Francia.
La llegada al Poder de los Monagas
(1847-1858), tan ligados al Oriente y Sur, influyó favorablemente en el
despertar de la educación, la formación profesional y la cultura intelectual y
artística del bolivarense pues tres hombres que llegaron a la Angostura,
encontraron apoyo y ambiente propicios para ese despertar: Ramón Isidro Montes,
recién salido de las aulas universitarias de Caracas, donde brilló por su
talento e inteligencia, asumió la Rectoría del Colegio Federal imprimiéndole un
sólido impulso que lo llevaría más tarde hasta la jerarquía de Universidad.
Montes creó la cátedra de Literatura y fundó los cursos de derecho y medicina y
fue indudablemente un gran impulsor de las artes y las letras.
Leopoldo Sucre Moor, hijo del primer Sucre (Juan
Manuel hermano del Mariscal) que se estableció en Angostura, fundó la Banda del
Estado; Pepe Mármol, igualmente creó la Banda Municipal y Francisco Javier
Mármol junto con Gabriel Salom, Eugenio María León y José Miguel Núñez, entre
otros intelectuales, fundó la revista de 30 páginas Flores Silvestres, que
se tiene como la primera de su tipo publicada en Angostura aunque el semanario
El Progreso, anterior, también incluía literatura en sus páginas.
La primera Banda Musical fue creada por el Gobierno de Biviano Vidal
(1860) y le puso el nombre de Piar, dirigida por el mencionado Leopoldo Sucre
Moor, quien era excelente pianista y terminó radicándose en Caracas. Ese mismo
año de 1860 habría surgido también la Banda Municipal dirigida por José (pepe)
Mármol. Ambos estudiaron con Maestros de la Escuela de Chacao e iniciaron la
docencia musical sistemática en Guayana.
La Banda del Estado fue eliminada por
decreto del Presidente Tomás Machado en 1877 y en 1891, el gobierno del doctor
José Ángel Ruiz la volvió a fundar bajo la dirección del Maestro italiano
Miguel Denti. Entonces se le decía simplemente Banda del Estado. Es en
1916 cuando el Presidente del Estado, general Marcelino Torres García, dispone
se le denomine Banda Gómez. En 1939, ya muerto el Dictador, el gobierno de
Ovidio Pérez Ágreda sustituyó este nombre por el de Dalla Costa, siempre
conducida por distinguidos maestros de la calidad de Manuel Jara Colmenares,
autor del Himno del Estado; José Francisco Calloca, autor de “La
Paráfrasis de Job”; Laudelino Mejía autor de Conticinio; José
Francisco Miranda, autor del Himno del Estudiante y de Canto Minero;
Telmo Almada, autor de Canciones de Himeneo; Luis Pacheco,
autor del Himno de la V División del Selva; Agustín Acosta Molero, autor
de la obertura Batracios del Infierno; Pascual Fortunato, autor de
Sinfonía
del Orinoco y Juanito Arteta, entre otros, que pasó a la historia como
la Trompeta
de oro de América.
Coronarían el siglo XIX, la
inauguración del Teatro Bolívar, donde encontraron cauce, relevantes
manifestaciones artísticas locales, nacionales e internacionales; la fundación
de dos importantes diarios vespertinos El Bolivarense y La Prensa Liberal donde solían insertarse colaboraciones
artístico-literarias y las publicaciones propiamente científicas e
intelectuales “Cabos Sueltos del Orinoco” de J. M. Vargas Vila, Andrés Mata y
Amando Barazarte; “Brisas del Orinoco” de Concepción Acevedo y Taylhardet y “Horizonte”
de Celestino Peraza, en el Territorio Federal Yuruary.
La industria tipográfica adquirió
fuerza y movimiento hasta el punto de que ya no sólo se imprimían periódicos
revistas y folletos aparte de la tarjetería y la papelería ordinaria, sino
libros como el Plutarco de la Juventud que se tiene como el primero,
reimpresión de la edición castellana de Ignacio García y si se imprimían
libros, lo lógico es que hubieran librerías y la hubo. El guaireño Miguel
Antonio Rodríguez, dueño de una fábrica de tabacos, vio esa posibilidad de
lucro y fundó la primera en 1880 en el inmueble que había sido de la Farmacia
Shoen Scrs.
Los dos únicos diarios, a los que se le
vaticinaban larga vida, no pudieron sobrevivir y desaparecieron por fuerza de
las circunstancias políticas antes de la llegada del siglo XX, pero el 2 de
junio de 1895 había aparecido un trisemanario con el nombre de El
Anunciador que a partir de 1900 se transformó en diario, pero como tal
sólo pudo circular por espacio de un decenio, al cabo del cual lo reemplazó El
Luchador que escribieran poetas y cultores de la narrativa. El Luchador
incluso publicaba por capítulos las novelas más vendidas de la época y al año
siguiente (1911) de su aparición inauguró un espacio de primera plana con el
nombre de Florilegio Guayanés, que incluía dos o tres poemas y clisé del
autor.
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