Desde
1532 que Diego de Ordaz penetró, y exploró gran parte de su curso, hasta el 27
de noviembre de 1951 que lo logró un grupo franco-venezolano, ninguna
expedición había podido dar con su origen.
La primera expedición que se propuso llegar hasta las
fuentes o cabeceras del Río Orinoco, fue la de Apolinar Díaz de la Fuente,
quien formaba parte de la Expedición de Limites (1758), la cual tenía por
finalidad establecer las fronteras entre Brasil, entonces colonia portuguesa, y
la provincia de Guayana, colonia hispana.
Bajo las órdenes del Jefe de la
Escuadra, José de Iturriaga y José Solano y Bote, el teniente y comisario Díaz
de la Fuente fue despachado el 3 de diciembre de 1759 desde San Fernando de
Atabapo a reconocer las cabeceras del Orinoco, explorar el enlace Orinoco-Río
Negro a través del Brazo Casiquiare y levantar fortificaciones en la
confluencia del Casiquiare con el Orinoco y la fortaleza de San Carlos de
Borromeo en Río Negro , pero no pudo llegar al verdadero punto de origen sino a
unas 70 leguas de distancia, pues hasta allí no había navegación posible y los
indios le aconsejaron no intentarlo de otra manera sin riesgo a perecer.
Su informe en este sentido explica lo
siguiente: “El poco caudal de agua que en este paraje tiene, nos impidió la
navegación, no siendo posible continuar a pesar de las diligencias que hicimos
para verificarlo; este sitio está al pie de una gran cordillera llamada Paruma,
de donde sale un despecho de agua, que es el que da principio al famoso
Orinoco. Viendo la imposibilidad de poder seguir más adelante, convoqué a mi
gente para que discurriesen el modo de trepar por aquellas montañas; pero
ninguno lo pudo verificar, y los indios urumanavis me repitieron que no me
cansara, que no entrando por el río Ocamo no lograría ver salir las aguas por
debajo de la ippa (piedra, según su idioma). En vista de esto, exigí de todos
un certificado conteniendo lo que veían del plan del terreno que allí mismo
saqué, y de la imposibilidad de pasar más adelante, ni por agua ni por tierra;
cuyo documento para en mi poder”.
El 18 de diciembre de 1886, el explorador francés Juan
Chaffanjón después de siete meses y medio de haber partido de Angostura con esa
finalidad fue el segundo en intentar llegar hasta las cabeceras del Orinoco,
pero al igual que Apolinar Díaz de la Fuente, sólo logró aproximarse, como se
desprende de éste su propio relato:
“...Después de dos horas de marcha,
encontramos sobre la orilla derecha una corriente casi seca, proveniente del flanco
de la montaña, luego otra sobre la orilla izquierda formada por algunos
hilillos de agua; en fin nuestro derrotero llega a su final. Es preciso escalar
rocas, trepar cascadas, el Orinoco no es más que un torrente que desciende
sobre las rocas. Inútil proseguir puesto que no puedo contar por más tiempo con
la fidelidad de mis hombres. Por lo demás estoy satisfecho; he encontrado el
origen de este río misterioso: La Sierra Párima, cuya altura fluctúa entre los
1.200 y 1.400 metros. Fue entonces cuando con emoción y orgullo bien legítimo,
descubriéndome religiosamente, desplegué nuestro pabellón tricolor. Estas
soledades, que ningún europeo había visitado aún, ven por vez primera, el 18 de
diciembre de 1886, flotar la bandera francesa, no en son de conquista, sino
como un zapador del progreso y de la civilización. Desde este sitio yo envío a
través de los mares mis votos a mi querida patria, y, para perpetuar el paso de
uno de sus hijos por el nacimiento del Orinoco, yo doy al pico de la fuente el
nombre de un francés ilustre: Ferdinand de Lesseps”.
El instituto panamericano de Geografía e Historia,
insatisfecho de los resultados de las expediciones de Apolinar Díaz de la
Fuente y de Juan Chaffanjón, propuso en Caracas, 1945, se organizara en buena
forma una nueva expedición que además de localizar las cabeceras del Orinoco
investigara también aspectos importantes de la región relacionados con las
ciencias naturales y la antropología.
Nació así bajo el patrocinio de la
Junta Militar que gobernó al país entre 1949 y 1958, una expedición integrada
por científicos venezolanos y franceses. Estos últimos en razón del interés
manifestado por el Grupo Liotard de Francia.
La expedición al mando del Mayor Franz
Antonio Risquez Iribarren la integraban por el lado francés, Joseph Grellier,
geógrafo e ingeniero hidráulico, jefe del Grupo Liotard; Franz Laforest,
arqueólogo y dibujante, diplomado de Bellas Artes en París y Montreal; Pierre
Couret, botánico, naturalista y mineralogista; Raymond Pellegrie, operador y técnico
de radio; Pierre Ivanoff, Ayudante del Comando.
Por el lado venezolano, además de Franz Risquez-Iribarren,
la formaban, el profesor J.M. Cruxent, arqueólogo director del Museo de
Ciencias Naturales de Caracas, representante del Ministerio de Educación;
doctor Luis Carbonell, médico antropólogo, en representación de la Universidad
Central de Venezuela; profesor León Croixat, ecólogo, geobotánico,
representante de la Universidad de los Andes; doctores Luis Carmona, Juan Marc
Decivrieux y Edimar Von Der Osten, geólogos, representantes del Ministerio de
Minas e Hidrocarburos; doctor Pablo J. Anduze, entomólogo-zoólogo, miembro del
Instituto de Fiebre Aftosa; Teniente Alfredo Alas Chávez, oficial activo de las
Fuerzas Armadas, representante del Ministerio de la Defensa Nacional; Félix
Cardona Puig, geodesia y radio, en
representación del Ministerio de Obras Públicas; Félix Cardona hijo, ayudante;
profesor René Lichy, voluntario; Ildefonso Villegas, ayudante del Comando;
Manuel Bouitron, jefe de peones, los que se contrataron en número de treinta y
cinco.
El numeroso grupo debidamente
compactado y consciente de la misión a cumplir, inició la expedición en abril de 1951 y centró sus operaciones en
La Esmeralda, antigua misión religiosa, de donde salieron el 6 de agosto. A los
15 días de haber remontado el Orinoco, la mayoría de los expedicionarios cayó
enferma bajo los efectos de una fiebre tropical que se pudo dominar
rápidamente, mientras los expertos hacían excavaciones arqueológicas en la Isla del Esfuerzo, en busca de rastros de las
corrientes migratorias de las culturas pre-hispánicas.
De allí en adelante fue la lucha tenaz
contra los raudales que se sucedían dentro de un paisaje exuberante y violento
donde emergen también saltos espumosos e islas habitadas por Guaharibos y
Waicas. Cada quien haciendo lo suyo dentro del interés científico de su
disciplina profesional y asimismo dentro del esquema de labor de antemano
convenido para que todo pudiera salir como Dios manda.
Cuántos saltos, islas y raudales
identificados en la nueva cartografía de la expedición con nombres sugeridos
por su propia peculiaridad o de antiguos geógrafos, cronistas y exploradores:
Raudal del Esfuerzo, Raudal de la Curva, Gran Raudal, Salto Michelena y Rojas,
Islas Porfin, Raudal El Laberinto, Caño de la Coromoto, Raudal del Quinto, Isla
de los Tiestos, Salto Díaz de la Fuente, Salto Bobadilla, Salto Solano, Zona de
raudales Cajigal, Los Muchachos y Monserrat, Salto de Las Academias y Salto
Arístides Rojas, entre otros.
A La Horqueta Mina llegó la Expedición
a mediados de noviembre con 15 miembros menos: dos del grupo francés y siete
del venezolano, más seis peones, evacuados por la malaria unos y por
agotamiento físico otros. Aquí levantaron un campamento y el día veinte, reanudaron
las jornadas finales, solo el Mayor Franz Risquez Iribarren, doctor Luis
Carbonell, profesor J. M. Cruxent, doctor Pablo J. Anduze, Félix Cardona Puig y
su hijo, Raymond Pellegrie, Ildefonso Villegas, Pierre Ivanoff y 30 peones.
Tomaron rumbo sureste sobre la Sierra
Párima y luego de vencer las dificultades propias de raudales, cascadas y
torrenteras que hicieron cada vez más difícil la navegación de las frágiles
curiaras, llegaron, siete días después a un enhiesto farallón de 75 metros de
altura de cuya entrañas emergía el agua cristalina que daba origen al Río Padre
de todos los ríos de Venezuela. El origen del Orinoco, imponente curso de agua
de 2.063 kilómetros de longitud, adosado en forma de arco a la roca cristalina
del Escudo Guayanés hasta desembocar en el Atlántico por intricada red de caños
y brazos, estaba allí, a los 2°19, 05´ 7” de latitud Norte; 63°21, 42´63” de
longitud Este y una Cota Barométrica de 1.047, 35 metros de altitud en la
frontera con Brasil.
En el centro del cerro de la fuente fue
clavado el Pabellón Nacional y un hito o poste geográfico en cuyas paredes se
grabaron las siglas de los Ministerios (Defensa, Educación, Minas y Obras
Públicas) y otras instituciones patrocinantes de la Expedición. Desde este
punto el Comandante Rísquez Iribarren dirigió el siguiente mensaje: “A
las 8:40 hora del día 27 de noviembre de 1951, la expedición franco-venezolana
llegó al nacimiento del río Orinoco. Muy satisfechos y orgullosos nos
encontramos todos por haber cumplido la honrosa misión que nos fue encomendada.
Pueden tener la absoluta seguridad de que Venezuela ya conoce donde nace su
principal río”.
El cerro determinado entonces como la
matriz o fuente primigenia del Orinoco, fue bautizado “Carlos
Delgado Chalbaud”, en memoria de quien dio aliento e impulsó a esta
expedición desde la Presidencia de la Junta Militar de Gobierno, antes de ser
asesinado en noviembre de 1950.
No obstante, se ha sabido que una
comisión mixta venezolana-brasileña, demarcadora de límites, constató que
existe en el cerro “Francisco Duarte” una vertiente más larga y caudalosa,
proveniente de un lugar de mayor altitud que en consecuencia podría ser la
verdadera cabecera del Orinoco. Oficialmente no se ha informado nada al
respecto y continúa como verdadero origen del Orinoco el punto de las
coordenadas dadas a conocer desde 1951 por la expedición franco-venezolana.
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