martes, 10 de enero de 2017

MISIONES RELIGIOSAS

Obedeciendo al mandato de Jesús “Id y enseñad a todas las gentes”, los cristianos, desde los tiempos de los apóstoles, recorren los caminos del mundo sellando muchas veces con sangre el testimonio de su religión. En 1622 la Iglesia Católica organizó la Congregación de Propaganda Fide para centralizar la vasta obra misional que se realiza en las áreas escasamente desarrolladas del planeta.
Apenas descubierto el Nuevo Mundo, el cristianismo halló en él un amplio cauce para sus empresas heroicas. La primera comunidad en recibir autorización para enviar Misiones a América fue la Orden Franciscana. El Papa León X expidió la Bula en 1521 autorizándola y doce franciscanos partieron para Nueva España (México) poco después.
         También fueron franciscanos los primeros en llegar a la provincia de Guayana explorada y poblada por el Capitán Antonio de Berrío entre 1582 y 1597 y quien falleció en Santo Tomás de la Guayana, ciudad fundada por él después de San José de Oruña en Trinidad.
         De manera que los primeros religiosos que se establecieron en Guayana fueron los franciscanos, llegados en la expedición de Antonio de Berrío. Los frailes domingo de Santa Águeda y Juan Paralta vinieron con el fundador y de ellos fue la empresa de levantar el Convento y Hospicio de San Francisco a la cual se sumaron posteriormente los Reverendos Luis de Mieses, Luis de Pozuela, Juan de Suazo y el fraile Manosalbas. Otro fraile del grupo que vino con el contingente de pobladores traídos por Domingo de Vera, lugarteniente de Berrío, fue el Reverendo Francisco de Leuro, quien estaba destacado como cura vicario de Santo Tomás, muerto cuando Walter Raleigh mandó desde Trinidad a ocupar la ciudad el 13 de enero de 1618. El Vicariato pasó entonces a manos del Reverendo Juan de Moya, Guardián del Hospicio de San Francisco.
         Además de la Misión de Santo Tomás, los franciscanos habían explorados más al Sur tratando de hacer contacto con poblados indígenas y a distancias de tres leguas localizaron Mar-uaca, donde vivían los indios Aruacas. Allí fundaron una segunda Misión que al igual que la de Santo Tomás fue abandonada en 1670.
         Los últimos frailes que pasaron por allí fueron los jesuitas Dionisio Melena, de origen francés; Francisco Llauri, quien falleció en febrero de 1665; Ignacio Cano y Julián Vergara, quienes debido al estado extremo de pobreza y despoblada como estaba quedando la ciudad, se ausentaron en 1670 para continuar su labor misionera en los llanos de Casanare. De manera que cuando Diego Jiménez de Aldana asumió el Gobierno de la Provincia en 1670, las dos únicas misiones de Guayana estaban acéfalas.



lunes, 9 de enero de 2017

LOS JESUÍTAS EN EL ORINOCO

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Sin embargo, misioneros de la Compañía de Jesús, visto lo difícil que había sido establecer y consolidar Misiones por la parte Oriental del Orinoco, decidieron hacerlo por el lado Occidental bajando desde Colombia por el río Meta.
         En 1671 los jesuitas Fray Alonso de Neira y Fray Bernabé González llegaron hasta los Raudales de Ature poblado por indios adoles, piaroa, mapoyos, tamanacos y yaruros y con ellos trataron de fundar las misiones de Carichana, Sinaruco y San Lorenzo, la cual abandonaron cuatro años después.        
         En 1682, el Arzobispado y la Real Audiencia de Santa Fe previa una exploración de los Reverendos Ignacio Fiol y Felipe Gómez, decidieron una nueva tentativa y enviaron a los misioneros Fiol, Beck, Teobast, Radiel y Julián Vergara, este último en calidad de Procurador, para retomar el trabajo de establecer una Misión importante en la zona de los Raudales, lo que hicieron y a objeto de resguardar la Misión levantaron una Casa-fuerte en Carichana dotada de doce soldados al mando del Capitán Tiburcio de Medina.
         Todo iba bien hasta que el 7 de octubre de 1684, los indios Caribe al mando del cacique Quiara-uera invadieron e incendiaron el poblado liquidando a los misioneros. Sólo quedó en pie la casa fuerte de Carichana con sus soldados y el fraile Julián de Vergara.
         Pero las autoridades reales no habrán de rendirse e intentarán una penetración simultánea por Oriente y Occidente atendiendo al interés que había manifestado el Gobernador Tiburcio de Aspe y Zúñiga (1677-1682), de hacer una prueba con los Capuchinos catalanes. Así, mientras los jesuitas perseverarán bajando por el Meta hasta los Raudales y La Urbana, los Capuchinos lo harán desde Santo Tomás de Guayana.
         Los Jesuitas, orden religiosa fundada en Francia en 1534 por San Ignacio de Loyola, con rasgos de gran originalidad, se extendieron sin restricciones por el mundo, gracias a la comprensión de Pablo III, y así pudo establecerse en los llanos colombianos en 1664 de donde extendieron su acción al Orinoco.
         Todo iba muy bien hasta que el Rey Carlos II decretó su expulsión de todos sus dominios siguiendo la línea represiva de Portugal en 1759 y de Francia en 1762. La presión de estos países contra la Compañía de Jesús era tanta que el Papa Clemente XIV ordenó su disolución el 21 de Julio de 1773. Para la fecha, Santo Tomás de la Guayana había sido mudado a la Angostura del Orinoco y era gobernada por Manuel Centurión, a quien le tocó en julio de 1767 trasladarse hasta Carichana para poner en práctica la medida de expulsión.
         Una vez expulsados los padres Jesuitas, las Misiones pasaron a control de los misioneros Capuchinos y no volverán a tener vida en el mundo sino en 1814 cuando es reestablecida por el Papa Pío VII.
         Cabe decir que la primera gran crónica sobre Guayana titulada El Orinoco Ilustrado y Defendido, publicada en Madrid en 1741, la escribió el Padre jesuita José Gumilla, quien permaneció aquí durante 35 años (1715-1750). En esa Crónica se habla por primera vez de la Piedra del Medio y de una profundidad de 80 brazadas del Orinoco en esa zona.




domingo, 8 de enero de 2017

LOS CAPUCHINOS

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En 1687, previo informe levantado por los frailes Ángel de Mataró y Pablo Blanes, llegaron a Guayana para establecerse los primeros capuchinos catalanes.
Los misioneros Tomás de Lupián, Arcángel de Barcelona y Ramón de Figuerola, salieron de Trinidad el 11 de noviembre y llegaron a Santo Tomás once días después. Los recibió el gobernador Diego Suárez Ponce de León (1682-1690). Los dos primeros se situaron en la Misión de Mari-uaca y Lupián se fue con varios soldados de escolta a fundar más al Sur, la Misión de Los Totumos, pero los tres murieron antes de los dos años de permanencia.
         En 1692, mientras los misioneros jesuitas Alonso de Neira, José Cobarte, Vicente Loberzo y José Silva, se dedicaban a reedificar los pueblos destruidos por los Caribes en zona de los raudales, los capuchinos Ambrosio de Matarol, Antonio de Prados e Ignacio Valfogina, se incorporaban a llenar las vacantes de sus inmediatos antecesores fallecidos pero tres años luego abandonaron su labor de reducción y adoctrinamiento por la muerte del fraile Ambrosio y las fiebres que minaban la salud de los restantes. No fue sino en 1723 tras dos tentativas más de la Orden que los Capuchinos lograron permanecer hasta fundar más de treinta pueblos en la región del Caroní.
         La labor de los misioneros consistía en reunir a un grupo de indios y fundar con ellos un pueblo, cuyo gobierno, instrucción y civilización le estaba encomendado. Cuando al cabo de cierto tiempo, ordinariamente veinte años, se consideraba que el pueblo de indígenas estaba suficientemente afianzado en la vida social civilizada, el pueblo o misión pasabas a la jurisdicción del Obispo y del pueblo civil y continuaba el misionero buscando otros indios para nuevas fundaciones.
         Para el sostenimiento, los misioneros llegaron a fundar labranzas, hatos e ingenios azucareros. Había un Gobernador, llamado Prefecto para toda la misión, un tesorero común y un procurador que compraba las mercancías necesarias para todo el pueblo. En 1726 Pedro Figuera, rico propietario de los llanos de Anzoátegui, regaló a las Misiones 28 vacas y 2 toros que se multiplicaron asombrosamente por toda la provincia de Guayana.
          De estas misiones sobreviven en la actualidad como municipios y parroquias, San Antonio de Upata con la particularidad de haber sido fundada en 1762 sólo por familias españolas y la cual vino a sustituir a Suay (1724) como capital de las misiones; San Miguel del Palmar (1734), San Francisco de Altagracia (1734), Divina Pastora del Yuruary (1737), Nuestra Señora del Rosario de Guasipati (1757), San Buenaventura de Guri (1771), fundadas todas por los capuchinos; Moitaco, por los Franciscanos y La Uriban por los Jesuitas.
         Desde el período del coronel Carlos Sucre que se suscribió el llamado Pacto de la Concordia (20 de marzo de 1734), las Misiones operaban en Guayana sobre jurisdicciones territoriales delimitadas. Desde el mar hasta Angostura, correspondía a los misioneros. capuchinos;  desde Angostura hasta el río Cuchivero, a los observantes de San Francisco y desde el Cuchivero hasta los confines de Nueva Granada, a los Jesuitas.




sábado, 7 de enero de 2017

Trágica muerte de Labrid

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El Papa Benedictino XIII consagró como Obispo al canónigo de la Iglesia Catedral de León de Francia, Nicolás Gervasio Labrid, y lo destinó como Superior  Religioso de Guayana y Trinidad, entonces gobernadas por Agustín Arredondo (1726-1731).
         El prelado llegó a Trinidad en 1730. Se hospedó temporalmente en la Casa del Gobernador Arredondo y mientras le venían las Bulas se fue al Delta donde pronto se familiarizó y convivió con los indígenas, pero en febrero del año siguiente su vivienda fue asaltada por indios Caribe que le dieron muerte al igual que al Subdiácono Pedro Labranier y al Talarista Luis Lagrange.
         En el Libro de Entierros que se custodia en el Archivo de la Curia de Guayana consta que el obispo y sus acompañantes fueron enterrados por Fray Dionisio de Barcelona, en la Iglesia de Santo Tomás de la Guayana, el 25 de febrero de 1731, en contradicción con otra versión según la cual fue asistido después de muerto por Fray Benito de Molla, quien lo hizo sepultar en San José de Oruña y tomó su piedra Ara para colocarla en el Altar Mayor de la Iglesia de San Antonio de Caroní.
         El Gobernador Arredondo fue sustituido de su cargo ese año y hubo quien lo hicieses responsable de la muerte del prelado alegándose que éste conspiraba contra España a favor de Francia, cuyos corsarios habían invadido a Guayana en 1682 desde la Isla de Martinica con la cual Monseñor Labrid mantenía una extraña comunicación.
         El Gobernador Arredondo, al igual que sus antecesores, también creía en el Mito del dorado y preparó una expedición al mando del oficial Juan José Navarro, hijo del Gobernador de Margarita, para ir inútilmente a su encuentro hasta el río Guaviare. Navarro estaba destacado en los Castillos de Guayana y era aficionado a la orfebrería. Allí mismo, en 1723, labró un Crucifijo, todo de plata, de 26 centímetro, para la Iglesia de Santo Tomás de la Guayana, el mismo que Monseñor Domingo Pérez Guevara entregó a Piar para que orara poco antes de ser fusilado en la Plaza Mayor de Angostura. Ese Crucifijo aún se conserva en una caja de seguridad de la Gobernación  del Estado Bolívar.
         Es posible que la plata utilizada por el orfebre aficionado González Navarro haya sido extraída de alguna incipiente mina guayanesa, pues en 1735, el Gobernador Carlos Sucre envió a España las primeras muestras de oro, plata y hierro halladas en las misiones de los Capuchinos.
         En informe elevado a la Corona el 9 de julio de 1740, el Gobernador Gregorio Espinoza de los Monteros dice que “en la ladera de la serranía que mira al norte y tocando casi a la cima, se encuentra en excelente estado de conservación una mina de la que llaman los habitantes “minas frailescas”. Esta mina recibe el nombre propio de la Mina de Plata. Se trata, sin lugar a dudas, de la mina Capapui…”.



jueves, 5 de enero de 2017

LIQUIDACIÓN DE LAS MISIONESS

También a los Capuchinos les tocará su turno, pues sus Misiones quedaron liquidadas y pasadas a jurisdicción civil y militar al extenderse a Guayana en 1817 la Guerra de Independencia. Todos los pueblos misioneros sometidos terminaron fatalmente con la ejecución de veinte religiosos.
            Veinte misioneros, dos legos enfermeros y otros que escaparon, fueron apresados en las distintas Misiones que regentaban y encerrados en el Templo de San Ramón de Caruachi, por considerar los patriotas que siempre estuvieron al lado de los realistas, eran sus principales proveedores y ejercían gran influencia sobre sus territorios. Pero cuando se cría que los misioneros no pasarán de ser meros presos políticos a los que finalmente se castigarían poniéndolos de vuelta a España, aparecieron degollados en masa sobre una laja cercana al pueblo de la Misión de San Ramón de Caruachi, al poniente de Upata el 7 de mayo de 1817.
            Para eses año de 1817 existían activas en Guayana 31 poblaciones misioneras, que sumaban cerca de 25 mil habitantes, todos indios. Las Misiones de Guayana adquirieron gran prosperidad y su organización honra a sus autores. Los misioneros establecieron sabias ordenanzas y en los pueblos que fundaron pusieron autoridades locales utilizando a los mismos indios, quienes gobernaban bajo la vigilancia del Prefecto misionero. Las Misiones tenían un tesorero común y un Procurador que compraba las mercancías necesarias para todo el pueblo.
            Para el sostenimiento, los Capuchinos fundaron hatos con 28 vacas y un toro que en 1726 les proporcionó un hacendado de los llanos al norte del Orinoco llamado Pedro Figuera. Fundaron asimismo labranzas, forjas y un ingenio azucarero que abastecía a todas las misiones.
            A partir del cruento suceso de 1817, atribuido a los indios y del que las autoridades republicanas no se responsabilizaron, las Misiones como tal quedaron paralizadas por más de una centuria, vale decir, hasta 1922 que volvieron por sus fueros al llegar a un acuerdo el Vaticano con el Gobierno venezolano presidido por el General Juan Vicente Gómez.
            El 4 de marzo de 1922, Su Santidad Pío XI dictó la Bula Quoties Romani Pontifices por medio de la cual quedó erigido el Vicariato Apostólico del Caroní y confió su Gobierno a los Frailes Menores Capuchinos Nicolás de Carmenes, Fray Gabino de San Román y Mainino Castrillo, fundadores de la iglesia de El Callao y del Palmar. Fundaron junto con Lucas Fernández Peña la Misión de Santa Elena de Uairén en 1931. Luego las Misiones de Luedpa, Santa Teresita de Kavanayén, Nuestra Señora de Coromoto de Kamarata y la de Wonkén.
            Las Misiones del Caroní, Tucupita y Puerto Ayacucho funcionan bajo jurisdicción de un Vicariato que tiene su sede en Santa Elena de Uairén, el cual fue inaugurado por Monseñor Antonio Ristal, seguido de Monseñor Constantino Gómez Villa y Monseñor Mariano Gutiérrez Salazar.


martes, 3 de enero de 2017

LA EXPEDICIÓN DE LÍMITES

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La Expedición de Límites, aunque fue un fracaso desde el punto de vista de la demarcación de fronteras entre Brasil y la Guayana Venezolana debido a que los portugueses hicieron mutis en el escenario, tuvo en cambio otros logros que definieron, estructuraron y encausaron el destino de la provincia.
         Para 1756 cuando se inicia la Expedición de Límites del Orinoco, había problemas de política internacional entre Portugal y España y ambos reinos llegaron a un acuerdo para lograr la definición de las fronteras de sus posesiones en América.
         Desde la óptica portuguesa se buscaba un arreglo diplomático a favor de una frontera estable, el control tanto de la planicie central aurífera y diamantífera como del Río Amazonas, sino el Río de la Plata por donde salía expedito el contrabando del mineral precioso –plata- extraído del Perú y Bolivia y el cual entraba por el puerto de Buenos Aires.
          Dentro de la política económica de la época que era la del Mercantilismo, el Estado resultaba más fuerte mientras más metales preciosos tuviesen atesorado. De acuerdo con esta premisa se llagó al acuerdo o Tratado de Madrid que delinea la concepción geográfica e histórica de las que son las actuales fronteras en América y que supone un reparto de áreas de influencias: el Amazonas para Portugal y el Río de la Plata para España, desde el punto de vista de la geopolítica de la época.
         De 1751 a 1754 se cumplieron los preparativos de recursos y hombres para llevar a cabo una expedición capaz de hacer efectivo el Tratado de Madrid. Tal fue la Expedición de Límites del Orinoco formada por cuatro Comisarios al mando de igual número de tropas para trazar la frontera en cuatro sectores de la América del Sur: José de Iturriaga, marino conocedor del territorio venezolano que había sido director de la Compañía Guipuzcuana; Eugenio Alvarado, otrora militar de la Nueva Granada; Antonio Urrutia, marino experto en cuestiones navales y astronáuticas y José Solano y Bote, marino formado en las últimas corrientes científicas y tecnológicas del momento que había participado en una misión de espionaje naval en Gran Bretaña y luego Capitán General de Venezuela.
         En febrero de 1754 partió de Cadiz la fragata “Inmaculada” negociada especialmente con esa finalidad. La Expedición estaba integrada por cosmógrafos, dibujantes, botánicos y una planta de 60 personas que luego de llegar a Venezuela se fue ampliando de manera progresiva.

Proyecto científico

         ¿Qué tipo de herramienta política era la Expedición de Límites? Para el investigador hispano Dr. Manuel Giraldo era, fundamentalmente, la de un proyecto científico dentro del plan político de trazado de la línea divisoria.
         Los expedicionarios trajeron al Orinoco los últimos conocimientos de la ciencia europea. Pedro Loefling, prominente discípulo de Linneo, y quien había estado en España durante tres años, vino en la Expedición a ejecutar estudios sobre la canela, el cacao, la quina y a elaborar una materia médica que era la obsesión de los científicos europeos en la mitad del siglo dieciocho: la medicina botánica. La búsqueda de la medicina natural. El estudio de medicamentos susceptibles de poder ser utilizados a partir de los conocimientos botánicos. La botánica nacía entonces como una ciencia de botica.
         Los expedicionarios llegaron en abril de 1754 a Cumaná y desde esa ciudad comenzó un penoso y difícil proceso de entrada al Continente.
         Guayana había sido una región de gran resistencia a la entrada y consolidación del poblamiento y administración española. Esto se rompe con la Expedición de Límites. El nacimiento de Guayana como entidad territorial, administrativa, política, social y económica es en verdad la obra de la Expedición de Límites, aunque es admisible el fracaso del trazado de la línea fronteriza.
         La Expedición de Límites tuvo tres grandes fases: La fase de exploración, la de los recursos para realizarla y la transformación regional de Guayana.
         Los primeros obstáculos que impidieron el avance de la Expedición se localizan entre 1754 y 1756 cuando José Solano y Bote trató de trasponer los raudales de Atures y Maipures en una etapa de activación, de desarrollo de la estructura logística: red de abastecimiento, de transporte, víveres, dinero. Es una estructura de ocupación del territorio que avanza. Esta primera etapa pasó por un momento absolutamente crítico porque España todavía no tenía claro para que sirviera eso y la situación era muy grave dentro de la expedición, pues habían muerto, además del botánico Pedro Loefling, varios  cosmógrafos e infantes a lo cual se sumaba la deserción de tropas reclutadas en Cumaná.
         Del 56 al 58 se produjo una especie de relanzamiento de la Expedición a partir de los recursos obtenidos a través de dos emisarios enviados a España y Santa Fe de Bogotá. Se trazan planes de ocupación favorecidos ya por el conocimiento de Alto Orinoco por parte de José Solano que es el gran ejecutor de esa política.
         Es entonces cuando la Expedición comienza a verse como una entidad de transformación regional toda vez que se monta una estructura de poblamiento, una estructura socio-económica y política para Guayana de la segunda mitad del siglo XVIII.

Tratado de El Pardo

         En 1761 se suscribió el Tratado de El Pardo que anuló el Tratado de Madrid para entrar en una etapa distinta. Una parte de los expedicionarios se volvieron a España y figuras significativas se quedaron en Guayana. José de Iturriaga se quedó como Comandante de las nuevas poblaciones del Orinoco. Se establecieron entonces dos Comandancias: la Comandancia de Guayana con asiento en Angostura a cargo de Joaquín Moreno de Mendoza y la Comandancia de las nuevas poblaciones del Orinoco a cargo de José de Iturriaga.
         A partir de 1763 aparece en Caracas la figura emblemática y fundamental para entender la Expedición de Límites que es José Solano como Capitán General, como administrador de la expansión española en el Alto Orinoco y Río Negro y quien va a racionalizar todo el proceso de la Comandancia de nuevas poblaciones.
         Con la doble Comandancia Orinoco y Guayana que suscitó diferencias entre José de Iturriaga y Moreno de Mendoza se buscaba una reforma militar y un nuevo dispositivo de defensa verdaderamente eficaz al tiempo que el traslado de la Capital de Guayana a la Angostura del Orinoco (1764) y el logro de un tipo de estructura socio-económica de frontera que permitiera una consolidación dentro de la ocupación realizada en los años de la Expedición de Límites.
         Para tales efectos se tenían mediante una economía de guerra, proyectos para localización de minerales en la zona de la Esmeralda que ya había sido explorada en el curso de la Expedición de Límites por Apolinar Díaz de la Fuente, desarrollo de una explotación de Cacaotal Silvestre del Alto Orinoco y otras iniciativas.
         En conclusión, la Expedición de Límites del Orinoco fracasó por una parte, pero tuvo resultados importantísimos para Guayana pues se consolidó como provincia con una estructura política y socio-económica definida.
         José de Iturriaga, efectivamente, fue el Comandante de la famosa Expedición que definió y aseguró el destino de la provincia de Guayana y de su capital Angostura, pero el verdadero brazo ejecutor fue José Solano y Bote, hombre de una gran voluntad emprendedora y civilista que lamentablemente terminó linchado por una poblada de Madrid en mayo de 1808.




domingo, 1 de enero de 2017

ANGOSTURA

El gobernador de la provincia de Guayana entre 1690 y 1696, Francisco de Meneses, fue el primero en apreciar el valor estratégico de la angostura del Orinoco para evitar, o hacerle frente exitosamente, a las frecuentes invasiones de que era objeto la capital Santo Tomás de la Guayana.
La propia angostura del río Orinoco respaldada por cerros, resultaba ideal para la fortificación y en ese sentido el gobernador Francisco de Meneses hizo levantar un informe y formuló el requerimiento. El Rey Carlos II delegó el asunto para su estudio y decisión al Nuevo Reino de Granada cuyo gobernante Gil Cabrera y Dávalos poco interés tuvo como tampoco su inmediato sucesor Lasso de la Vega.
         Hasta 1711 que Cristóbal Féliz Guzmán asumió la Gobernación de la provincia de Guayana, no se había vuelto a tocar el tema. Este gobernante se interesó tanto que propuso al Rey Felipe V, sucesor de Carlos II, la construcción a sus expensas de una ciudad fortificada en la Angostura del Orinoco a cambio del grado de Coronel y de la Gobernación de la Provincia de Cumaná por el lapso de diez años, pero concluyó su período en 1716 y de ninguna manera llegó a recibir respuesta favorable. No fue sino 40 años después, ya muertos Felipe V y su sucesor Fernando VI, cuando Carlos III atendió a esa necesidad replanteada en otros términos por el Capitán de Fragata José Solano y Bote, integrante de la Comisión comandada por José de Iturriaga, que se estableció en Guayana  en 1754 para concretar los límites entre las posesiones de Portugal (Brasil) y España (Guayana).
         Solano, en 1761, a su regreso de Río Negro hasta donde llegó la Expedición de Límites, midió por primera vez la anchura del Orinoco en su parte más angosta como aspecto importante, dentro de las consideraciones del informe que sugería poner la capital de la provincia en ese sitio estrechado en 837 varas.
         El Rey de Castilla Don Carlos III, en cabal conocimiento de la información y recomendaciones de la Comisión de Límites, tomó la gran decisión de erigir en comandancias separadas toda la provincia de Guayana con inmediata subordinación al Virreinato de Santa Fe y a tal efecto ordenó al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias, Don Julián de Arriaga, redactar la Resolución o Título Real correspondiente, el cual fue expedido el 4 de junio de 1762. Entre sus consideraciones básicas señala la necesidad de asegurarle en la angostura del río Orinoco una mayor custodia a la población de Guayana lo mismo que a los intereses y Reino de Santa Fe, por la introducción que facilita la conocida navegación del río, como también para precaverla de la intemperie que tan fatal resulta para sus habitantes, impidiendo por esta razón su aumento.
         A través del mismo Título Real, fechado en Aranjuez, el Rey confió interinamente esta responsabilidad al entonces teniente coronel Don Joaquín Sabás Moreno de Mendoza y le asignó sueldo de tres mil pesos anual con cargo a las cajas de la Real Hacienda de Santa Fe de Bogotá,  capital del Virreinato de Nueva Granada.
         En el nombramiento e instrucciones que en documento adjunto al Título recibió Moreno de Mendoza, para entonces en Caracas, se le previene de la necesidad de trasladarse de inmediato a la Provincia de Guayana para comenzar a darle cumplimiento a su misión, tratando con el Gobernador de Cumaná, a quien se expiden las correspondientes ordenes, de las provincias en que ha de tener parte y sobre los auxilios que debe facilitar. Cabe señalar aquí que el gobernador de la provincia de Cumaná, don José Diguja, era opuesto a la traslación y en ese sentido había abogado ante el Rey en reiterados informes.
          Además de la mudanza del vecindario de la Guayana para su mejor conservación y adelantamiento y detener el progreso de los enemigos, Moreno de Mendoza debía, sin pérdida de tiempo, mejorar las condiciones y defensa de los castillos El Padrastro y Los Limones a ambos lados del río; construir dos lanchas corsarias para que una sirviera a la guarnición de los fuertes y otra a la Angostura; trasladar a la misión indígena de Suay con todo su ganado a la nueva ciudad y cerrar la Angostura con una batería que pondrá en la parte que llaman San Felipe y en la punta oriente de una loma que hace espalda, disponiendo U. que se haga una casa fuerte que sirva de cuartel, y defienda las espaldas de la población y la batería, atendiéndose desde allí a la guarnición de los fuertes, y que se embarace la internación de los extranjeros y se protejan las misiones de capuchinos de Guayana y de San Fernando de Atabapo, las franciscanas observantes de la parte oriental de Orinoco, las de los jesuitas de él y del Meta y las de los dominicos de Barinas, dándole las escoltas necesarias.
         En abril de 1763 recibió el Título con su nombramiento y el 8 de ese mismo mes acusó recibo al Secretario de Estado agradeciéndole la designación y advirtiéndole de la imposibilidad de partir de inmediato a Guayana debido a que el Gobernador de Caracas Francisco Ramírez de Eslenor (1757-1763) le denegaba recursos por no estar autorizado.
         Con la misma fecha escribió al capitán don Juan de Dios Valdés, comandante de los Fuertes de Guayana, ordenándole mandar a hacer las labranzas necesarias para trasladar la ciudad de Santo Tomás a la Angostura del Orinoco lo que fue imposible dada la entrada de las lluvias. Esta circunstancia obligó a diferir el traslado par el verano del año siguiente (1764).
         La mudanza o traslado de la capital de Guayana se vio desde el principio obstaculizada no sólo por la falta de cooperación del Gobernador de Caracas, sino por otras razones de celo y competencia del Gobernador de Cumaná, José Diguja, y el Jefe de escuadra José de Iturriaga, a la sazón Comandante del Orinoco y Río Negro. No obstante, la habilidad y persistencia de Moreno de Mendoza fueron menguando hasta cierto punto los inconvenientes logrando que desde España se precisara que la autoridad que su Majestad había conferido al jefe de Escuadra José de Iturriaga en nada perjudicaba los peculiares encargos y comisiones confiados al Gobernador Moreno. De todas maneras, para proveer soluciones de cualquier diferencia que pudiese surgir entre una autoridad y otra, se el confirió facultad al nuevo gobernador de Caracas para el período 1763-1771, Capitán José Solano y Bote.
         Para cumplir su mandato en la provincia de Guayana, Joaquín Sabás Moreno de Mendoza, caballero de la Orden de Santiago y coronel de los reales ejércitos, salió de Caracas el 14 de diciembre de 1763 tomando desde La Guaira la ruta del mar. Llego a Santo Tomás en enero del año siguiente.
         Una vez en posesión de la Gobernación, comisionó al teniente de infantería Francisco Guigo para que, conforme a lo planificado, partiera hacia la Angostura del Orinoco, 34 leguas más arriba, e iniciara las obras básicas, entre ellas primordialmente la de un Fortín, a objeto de emprender luego la mudanza del vecindario.
         A fin que dispusiera de todo lo concerniente, el Gobernador  instruyó al escribano José Manrique de Lara, al contador real Andrés de Oleada, al alférez de infantería don Félix Farrera y al comandante de al guarnición, capitán Juan de Dios Valdés. Este último encargado de dirigir las obras junto con varios maestros albañiles.
         El día 14 de febrero de 1764, zarparon hacia Angostura dos embarcaciones: una al mando del teniente Guigo, con toda clase de herramientas y utensilios, 136 arrobas de casabe, 147 de carne salada, cincuenta indios bajo la tutela de padres capuchinos, y otra, conducida por Juan Villegas cargada con 70 fanegas de cal.
         Al siguiente día se enviaron a Angostura con el patrón Pedro Arocha 168 arrobas de cal y 831 ladrillos. Como no eran suficientes las embarcaciones para el traslado de los materiales de construcción hubo que comprarle tres piraguas a los indios guaraunos. En total, desde el 14 de febrero hasta el 21de mayo se realizaron 25 viajes en goletas, piraguas y falúas transportando herramientas, ladrillos, tejas, cal, cazabe, carne salada, maíz, arroz, manteca de tortuga, sal, aguardiente, mezcla real, maestros de albañilería, misioneros, indios peones de varias misiones, soldados, artillería, pertrechos de guerra y familia para el poblamiento de Angostura.
         De acuerdo con la relación de gastos de Contador Real, Andrés de Oleaga, en obras de fortificación y en las de nuevo poblado, así como en el traslado de vecinos de Santo Tomás a la Angostura del Orinoco, se erogó un total de 61.648,5 reales, equivalente a 7.710,5 pesos. Además de los maestros de albañilería se emplearon 184 indios peones y tripulantes procedentes de las misiones de Guasipati, Suay, Capapui, Carapo, Aribi Santa Clara y Pariaguán.
         En la construcción del Fuerte San Gabriel, nombre que le dio Moreno de Mendoza en obsequio del infante don Gabriel hijo del Rey Carlos III, se trabajó durante 68 días, desde el 5 de marzo hasta el 21 de mayo, víspera de su bendición por el Padre Fray Bruno de Barcelona, religioso capuchino y misionero apostólico de la provincia de Guayana.
         Después de la bendición del Fuerte San Gabriel el 22 de mayo de 1764, fecha ésta que se tiene como la fundación, el gobernador Moreno de Mendoza que debía partir de inmediato a Caracas en calidad de Juez residente del gobernador Felipe Ramírez de Eslenor sustituido por el capitán José Solano y Bote, permaneció tres días más par resolver sobre la cuestión de un documento de fecha 23 que le fue entregado a nombre de la tropa  por el oficial superior de artillería Vicente de Lara y los sargentos Miguel Cornelio y Antonio Hernández. En el mismo planteaban su negativa a reconocer por comandante general del Orinoco al jefe de escuadra José de Iturriaga, quien tenía su Cuartel General en Ciudad Real (Las Bonitas), suplicando a la vez licencia para otra plaza de los dominios del Rey, antes de quedar a las órdenes del jefe de escuadra “por tener experimentado la mayor parte de nosotros, y universalmente toda la provincia y la de Caracas de todas las gentes el más tirano e inhumano gobierno en su mandar que se pueda considerar”.
         Aplacado los ánimos, Moreno de Mendoza pudo viajar a Caracas a cumplir su misión de Juez de residencia durante seis meses, tiempo que aprovechó el comandante Iturriaga para cometer toda clase de tropelías, según constató el propio Gobernador al volver a poner pie en Angostura del Orinoco el 12 de diciembre de ese año 1764.
         Allí permaneció como Gobernador hasta diciembre de 1766 cuando le fue aceptada su reiterada renuncia a causa de sus diferencias con el comandante Iturriaga, quien murió en Margarita un mes después (28 de enero de1767) de tránsito hacia Caracas. Moreno de Mendoza, elevado al grado de coronel, debía pasar entonces a la comandancia de Armas de Puerto Cabello, a donde nunca llegó porque parecía predestinado a eternizarse en la orilla de una playa como la de Málaga.







         Cumplido su período y salido bien del juicio de residencia, dejó a la Isla en manos de Alfonso del Río y Castro. Regresó a Caracas, a la espera de un nuevo destino con la Orden Militar de Santiago que le manda a imponer el Rey Fernando VI y con un hijo, producto de su unión en Caracas en 1755 con Francisca Salas y Álvarez del Pliego. Ese hijo que bautizó en la isla con el nombre de Manuel Moreno de Mendoza y Salas, tendrá un papel importante en el movimiento emancipador, llegando a ser miembro del Poder Ejecutivo en varias ocasiones (1811-1812) como suplente del triunviro Cristóbal de Mendoza. Tuvo otro hijo, Joaquín, que prestó servicios al lado de los patriotas en Guayana.
         Por Título Real del 4 de junio de 1762, se le ordenó al Tcnel. Joaquín Sabás Moreno de Mendoza trasladarse a la provincia de Guayana y proceder al traslado de la capital de Santo Tomás a al angostura del Orinoco, 30 leguas más arriba, misión que cumple, no inmediatamente debido a los inconvenientes de la estación lluviosa, sino desde el 14 de febrero al 22 de mayo de 1764 y, para lo cual, debió construir un Fuerte  -el San Gabriel-, y varias viviendas de palma y mampostería, suficientes para alojar a la tropa y 57 familias.
         Moreno de Mendoza comenzó a despachar el mismo mes de mayo sin un buen paraguas para protegerse de la lluvia de dificultades propias del medio y  de las circunstancias. La provincia había sido dividida en dos Comandancias, la del Bajo y Alto Orinoco al mando de José de Iturriaga, ex jefe de Escuadra de la fracasada Expedición de Límites y la de Guayana, al mando de Moreno de Mendoza, sujetas ambas al Vireinato de Santa Fe a través de la gobernación de Nueva Andalucía de la que debía, según el mismo Título Real, recibir auxilios. Pero el gobernador de la Nueva Andalucía, José Dibuja, nunca estuvo de acuerdo con la traslación de la ciudad  y ponía piedras en el camino al igual que Iturriaga, por rivalidad o competencia en el gobierno de la provincia.
         Iturriaga impulsaba la fundación de Ciudad Real en al zona indígena de Moitaco y Real Corona mucho más arriba, en la actual Las Bonitas, iniciada desde 1752 por los misioneros franciscanos, pero no pudo prolongar esa labor a causa de su muerte ocurrida en Margarita, de tránsito hacia Caracas, el 14 de septiembre de 1767. Su muerte favoreció la unión de las dos Comandancias en una sola Gobernación que favoreció al sucesor Manuel Centurión. De haberlo intuido posiblemente Moreno de Mendoza habría permanecido, por lo menos, hasta haber consolidado la fundación de Angostura, pero renunció en mayo de 1766.
         Moreno de Mendoza dimitió y dejó buena imagen entre los pobladores angostureños hasta un punto que halló innecesario el juicio de residencia. En dos años hizo lo que pudo que fue bastante o más de lo posible. Con casi 7 mil 600 reales inició el poblamiento de un lugar, aunque estratégicamente seguro y defendible, pedregoso e inhóspito, en donde ni siquiera había indios. Hubo que traer la mano indígena laboriosa de misiones lejanas y cercanas para levantar la ciudad conforme a planos confiados al cosmógrafo José Monroy.
         Además de Fuertes y viviendas y echar los cimientos para una Iglesia y un Colegio, reconstruyó parte de la ciudad afectada, primero a causa de un incendio y luego por un movimiento sísmico, respectivamente en junio y octubre de 1766. Exploró la zona, organizó la defensa del río, descubrió cacahuales y fomentó hatos y labranzas.
         Triste, afligido y enfermo por esa lluvia de dificultades que lo empapó en Angostura, retornó a Caracas siguiendo el curso bajo del río, del litoral marino y la montaña. Estuvo años sin hacer nada, tal vez escribiendo poemas y cartas. Le escribió un largo poema a Guayana, un poema testamento que algo más que eso es una irónica auto-acusación de su gobierno y el cual al final termina con un epitafio que manda pongan en su tumba:

Aquí yace Moreno que ostentando,
lo vi tres años mi cerviz rigiendo:
buen ejemplo de los que están mandando
Pues él en mi Provincia no cabiendo,
no bastó le miren usurpando,
y este sepulcro le sobró muriendo.

         Las cartas a su familia en Ronda, al Rey, al Consejo de Indias, al Capitán General José Solano, apuntalaban la aspiración de querer ser Teniente del Rey o, en caso contrario, Gobernador, si no de Maracaibo, de Puerto Rico y, siendo esto imposible, por qué no, Presidente de una Real Audiencia de México o Perú. Pero, por favor, nada de Puerto Cabello a donde quería Solano que fuera a encargarse de la Comandancia de Armas.  Sorteó el nombramiento lo mejor que pudo y nunca fue. Si imposible lo anhelado, preferible entonces quedarse en la Comandancia de La Guaira a donde fue asignado finalmente sin mucho éxito al comienzo pues a los pocos  meses ya estaba en la calle tras pelearse con el gobernador y capitán general José Carlos Agüero. El Consejo de Indias desaprobó la actitud de Agüero y lo repuso con nombramiento estable en 1776. Pasado tres años fue ascendido a Brigadier y con ese grado murió a orillas del mar en 1790, queriendo saber de la “infelice Guayana” donde mandaba con menos tropiezos su paisano, el ingeniero Miguel Marmión, ya también de despedida, preparando sus maletas para Florida que a la sazón era hispana.