El
primero de noviembre de 1817, el Libertador nombró e instaló un Consejo de
Estado destinado a las funciones de un
Cuerpo Legislativo. Esto por supuesto, hasta que se convocara el Congreso
General de Venezuela o Congreso de Angostura.
Una
vez designado, a él correspondió la iniciativa de las leyes, reglamentos y
aquellas institucionales necesarias a la salud de la República en ciernes.
Este
Consejo de Estado quedó formado por un Ministerio de Hacienda, a cargo del Lic.
Francisco Antonio Zea, con los siguientes vocales: Fernando Peñalver, José
María Ossa y Vicente Lecuna. Guerra y Marina a cargo del Almirante Luis Brión
con los siguientes vocales: Manuel Cedeño, Tomás Montilla, Pedro Hernández y
Francisco Conde. Interior y Justicia a cargo del Dr. Juan Martínez con los
siguientes vocales: doctor Luis Peraza, Licenciados José España y Antonio José
Betancourt.
Una semana después, 8 de noviembre de
1817, el Jefe Supremo, preocupado por el estado tan lamentable de orfandad,
confusión y amargura que presentaba la Diócesis como consecuencia de la muerte
del Obispo electo José Ventura y Cabello, convocó a los integrantes del Clero
de la Diócesis para que se presentará en la Capital en el lapso de 50 días, a
objeto de que liberaran sobre las necesidades de la iglesia y nombraran su
superior eclesiástico para su administración.
No exactamente a los 50 días, sino a
los 78, el Clero atedió al llamado del Jefe Supremo y se reunió en Angostura el
25 de Enero de 1818. Ese mismo día designó Vicario Capitular Gobernador del
Obispado al Pbro. Domingo Remigio Pérez Hurtado, quien ejerció la Vicaría hasta
su muerte en 1822.
Pérez Hurtado fue el confesor de Piar,
y habría recibido unos papeles en el que constaba que era hijo de un Príncipe
portugués. En su proclama del 5 de agosto a los pueblos de Venezuela, el
Libertador se refiere al asunto en los siguientes términos: “El
general Piar no desea la preponderación de un color que él aborrece y que
siempre ha despreciado como es constante por su conducta y documentos. El
general Piar ha tenido como timbre la genealogía de su padre y ha llegado su
imprudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble, sino descendiente de un príncipe de Portugal,
(entre sus papeles existe este documento)”.
Cubriendo la falta del Provisor Pérez
Hurtado a raíz de su muerte en 1822, hubo de reemplazarlo el Pbro. Martín Coba
hasta el 8 de marzo de 1830 que se posesionó Monseñor Mariano Talavera y Garcés
en calidad de Administrador Apostólico de la Diócesis. En esa fecha estaba en pleno
proceso la separación de Venezuela de la Gran Colombia que culminó con la
constitución aprobada en Valencia el 22 de septiembre de ese año. Constitución
que en Guayana se resistió a jurar el Prelado, lo cual le costó su expulsión a
Trinidad. Allanadas las dificultades regresó en 1831 siendo gobernador el
coronel Ramón Contasti. Durante su apostolado fundó el Hospital de Mujeres y
terminó de construir la Catedral, bendecida el 25 de marzo de 1841.
En 1842 hasta 1854 lo sustituyó como
Obispo de la diócesis Monseñor Mariano Fernández Fortique, quien llegó a ser
Senador por Guayana y echó las bases de un Seminario donde se ordenaron los
primeros 22 sacerdotes. Cuando viajó a Caracas como senador dejó como Provisor
y Vicario al Pbro. Silvestre Guevara y Lira, quien llegará a ser Arzobispo de
Caracas. Durante su obispado se terminó de construir la torre de la Catedral y
se erigió el Templo de Santa Ana, en la entonces llamada calle Amazonas, hoy
Guzmán Blanco.
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