Para 1817 cuando el General Piar fue pasado por las armas, no había Cementerio legalmente establecido en Angostura. Los restos del héroe de Chirica fueron inhumados en un monte llamado El Cardonal. Un intencional decreto impidió la inhumación en la Catedral.
El
Cementerio Municipal de la Plaza Centurión, más exactamente, de la calle El
Pilar que es lindero del Casco Urbano, data de 1824. En ese año se dispuso
oficialmente su construcción sobre una loma naturalmente protegida de las
periódicas inundaciones del Orinoco.
Ya en enero de 1818 el entonces
Gobernador Político de la provincia y Presidente Municipal de Angostura, Juan
Vicente Cardozo, se había planteado la necesidad de construirlo como consta en
una Ordenanza de la fecha.
En esa Ordenanza establece en su
artículo segundo que “La Municipalidad entre sus vastas
atenciones, ha comprendido la del establecimiento del Cementerio, y en este
concepto se prohíbe que ninguna persona, arroje al Río los Cadáveres, ni los
sepulten, sin orden del Párroco por exigirlo así el orden y la facilitación del
que debe observarse por aquel en el asiento de las partidas en su respectivo
libro”.
La Ciudad, con una población que estaba
en el orden de los seis mil habitantes, carecía evidentemente de un cementerio
con todas las de la ley, porque salvo epidemias como la de viruela y el cólera
morbos, el índice de mortalidad era bajo y la clase social alta tenía a la hora
de la muerte de alguno de sus miembros, un puesto bendito y reservado en la
Catedral.
Enterrar a sus muertos en las Iglesias
o bajo inmensos panteones como las Pirámides de los Faraones, ha sido durante
siglo privilegio de las clases sociales altas y en la Venezuela colonizada por
la realeza española no se podía colocar a un lado esta tradición conservada por
la nobleza y la burguesía.
De manera que en Venezuela, durante el período
colonial, a prelados y notables los sepultaban en las Iglesias mientras que a
los pobres los lanzaban al río o tiraban en cualquier matorral.
Así es
posible ver en el piso de templos que datan de la Colonia, lápidas de mármol
con letras bajo relieve identificando al fallecido prelado o notable como el
lugar y fecha del suceso infausto y una que otra reflexión escatológica.
El
templo activo más antiguo de Guayana es la Catedral de Ciudad Bolívar y en él,
no obstante las reconstrucciones y remodelaciones pueden verse las lápidas
tapando los restos de Monseñor García Mohedano (1803), segundo Obispo de
Guayana, de Monseñor Miguel Antonio Mejía (1947), Monseñor Antonio María Durán
(1917), Arzobispo Crisanto Mata Cova (1998) y hasta el corazón de Monseñor Juan
José Bernal Ortiz (966) se ve allí en un nicho.
De acuerdo con
el historiador carupanero Bartolomé Tavera Acosta, el cronista más denso que ha
tenido Guayana, el Cementerio de Angostura comenzó a construirse en 1824,
cuando la provincia dependía del poder central de Santa Fe de Bogotá y era
gobernada por el consumado bolivariano José Manuel Olivares, quien hasta 1828
debió enfrentar levantamientos, reflejos de los movimientos separatistas de la
Gran Colombia. Si Tavera Acosta,
historiador bien documentado, afirma en sus “Anales de Guayana” que
el Cementerio de Angostura comenzó a Construirse en 1824, ¿dónde entonces los
angostureños enterraban a sus muertos? Por la Ordenanza de Juan Vicente
Cardozo, antes citada, se aprecia que los tiraban al río o los sepultaban en
algún lugar que deducimos por las crónicas escritas sobre el fusilamiento de
Piar que era El Cardonal.
En tiempos de la Colonia, la población
angostureña era relativamente escasa. No llegaba a los 8 mil habitantes y el
índice de mortalidad era muy bajo salvo cuando ocasionalmente se presentaban
epidemias.
Al hablar sobre el fusilamiento del
héroe de Chirica, Tavera Acosta escribe: “El cadáver de Piar fue sepultado en un
sitio denominado El Cardonal, que en ese tiempo servía de cementerio a los
menesterosos. En ese mismo lugar se enterraron al año siguiente (1818) a los
variolosos, y más tarde, en 1855-56 a las víctimas de cólera morbos”.
Los celadores del Cementerio se han ido
trasmitiendo de boca a boca el sitio donde enterraron a las víctimas del cólera
y lo ubica en un área que abarca el Cementerio de Angostura.
El Cementerio ha sido ampliado y
remodelado cuatro veces. En 1848-62 por varias administraciones; en 1923 bajo
la gestión de Vicencio Pérez Soto; en 1952 bajo el Gobierno de Barceló Vidal y
en 1959 el Presidente Municipal Luis Felipe Pérez Flores ordenó la construcción
de unos nichos para ampliar la capacidad en forma vertical toda vez que ya no
había más terreno para continuar ensanchándolo.
Las continuas ampliaciones terminaron
por abarcar en una sola unidad el sitio de El Cardonal donde enterraban a los
menesterosos y muertos por el cólera. Este sitio, según el Celador Pedro
Rebolledo y los sepultureros Agustín Fajardo, Santo Tomás Pérez y Rafael
Sotillo quedó bajo la estructura de concreto armado para los nichos de la parte
noreste. Precisamente esta edificación jamás se utilizó porque sus bases
cedieron debido a las fosas centenarias que allí había y que virtualmente no se
percibían.
Según Tavera Acosta, el Cementerio
comenzó a construirse en 1824, pero existen allí tumbas como la del prócer de
la Independencia, Manuel Palacio Fajardo, que data de 1819. Entonces es
deducible que es ese el mismo lugar donde se inhumaban los cadáveres en tiempos
anteriores que abarcarían los de la Colonia.
Las cuatro ampliaciones sucesivas a
partir de 1824 nos hacen pensar en lo pequeño que fue el Cementerio durante los
primeros decenios de la Ciudad. El mismo Tavera afirma que tuvo en sus primeros
años 65 varas de largo por 35 de ancho, y sus paredes de mampostería, media
vara de espesor por dos de alto. Fue construido bajo la dirección de una Junta
compuesta por Francisco Gambús y Pedro Grillet, presidida por el Gobernador del
Obispado Domingo Pérez Hurtado, la cual propició una colecta pública que arrojó
732 pesos con cuatro reales. Más José Tomás Machado que contribuyó con 25
fanegas de cal, y Pedro María Ortiz con un albañil por diez días.
Por decreto del 15 de octubre de 1817,
un día antes fusilamiento de Piar, el Libertador dispuso que los cadáveres no
se enterrasen en las Iglesias; pero al año siguiente se derogó tal disposición
permitiéndose únicamente que se inhumaran en ellas los cuerpos de personas
notoriamente distinguidas.
Actualmente todo el Cementerio abarca
en su forma poligonal unos 80 mil metros cuadrados con un promedio de 20 mil
tumbas aproximadamente.
Mientras el Cementerio de Angostura nos
se oficializó dentro de un perímetro amurallado y una Capilla erigida a al
Santísima Trinidad, no hubo problemas en cuanto a si el cadáver de un
anglicano, calvinista o luterano podía enterrarse cerca de un católico. El
prejuicio religioso de la época llevaba a muchos católicos a temer por un
purgatorio más prolongado a causa de la contaminación por trato, amistad o
cercanía con algún seguidor de religión distinta tanto en vida como más allá de
la muerte. De manera que siendo este pueblo católico, apostólico y romano por
herencia, sentimiento y norma constitucional, difícil resultaba tolerar en la
Iglesia o el Cementerio a quien no lo fuera.
Delimitada oficialmente el área del
Cementerio Católico, jamás pudo servirse de él quien no profesara la misma
religión. La Iglesia no lo permitía. De modo que los cadáveres de los
protestantes eran enterrados fuera de esos muros amalgamados con piedra y
barro. Por tan inhumana discriminación, el 8 de septiembre de 1840 los señores
Augusto Federico Hamilton, Carlos H. Mathison, Juan Bautista Dalla Costa,
Herman Monch, Adolfo Wuppermann, Alejandro Barman, Teodoro Monch, Guillermo
Hood, Enrique Banch, Herman Watjen y Ernesto Krogh se reunieron en la casa del
primero de los nombrados, para tratar tan serio asunto.
La idea era construir un nuevo
Cementerio a base de contribuciones para inhumar los restos de los no
católicos, en su mayoría británicos, irlandeses, alemanes, lo cual se
materializó ocho años después (1848) con una colecta total de 1.235 pesos y un
terreno de 100 por 50 varas donado por el Concejo Municipal de Heres, contiguo
al Cementerio Católico.