La
obligada abdicación de Fernando VII y la invasión napoleónica a España,
ensancharon la brecha de la libertad en las colonias americanas, abierta por el
sacrificio de Túpac Amaru desde la profundidad meridional.
La
onda de la libertad incaica fue tomando fuerza y un día se prendió en la piel
morena de la Sierra coreana y ondeó en el arco iris del Leander hasta volverse
ceniza en la plaza Mayor de Caracas para ser invocada un Jueves Santo, 19 de
Abril de 1810, como ofrenda de resurrección.
En
el Cabildo metropolitano fue el renacer hondo de aquel Grito que trasmontó
laderas, se impregnó de sales y enervó la voluntad de Emparán.
El bergantín “Nuestra Señora de París”
izó sus velas y el Capitán General le dijo adiós a la Ciudad del Ávila. Caían
tres centurias de sujeción que comenzaron desde que el bauprés de la Santa
María violó la virginidad de América.
Habían cesado tres siglos de sujeción,
al menos en la voluntad del americano que a partir de 1810 decidió luchar hasta
morir si era necesario por zafarse el yugo del colonialismo.
“Tres siglos hace que empezaron las
barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”,
se lamentaba todavía 5 años después del 19 de Abril el caballero inglés Henry
Cullen en carta publicada en “The Royal Gazette”, dirigida a
Bolívar en el exilio jaimaquino. ¿Quién no recuerda esta frase desde las aulas
y más aún por esta fecha que es hito de la primera vez que los representantes
del pueblo, del clero y de los pardos tuvieron presencia en el Gobierno de
Venezuela?
Dice la historia que sólo Maracaibo y
Coro, dominadas por una rancia clase de hispanos, no se sumaron a la Junta
Suprema de Caracas que suscribió el Acto del 19 de Abril de 1810 o “documento
genésico de nuestra Independencia”, como bien la denominó el
historiador upatense J. M. Siso Martínez.
La adhesión de la provincia de Guayana
apenas duró 23 días porque acá como en Coro y Maracaibo también había una clase
de blancos peninsulares, o descendientes de ellos, muy fuerte, la que sólo pudo
rendir bajo manifiestos signos heroicos el hambre extrema de cuatro meses de
sitio.
Pero si bien Guayana no pudo sostenerse
hasta el 5 de Julio de 1811para suscribir el Acto de Independencia y figurar
desde el primer momento como la octava estrella del tricolor nacional, se
reivindicó en 1817 cuando expulsados los colonizadores se establecieron en ella
los Poderes que le dieron forma y contenido definitivos a la República.
Para 1810, la capital de la provincia
de Guayana, era Angostura, una ciudad con apenas siete calles y dos barrios.
Calles cortas paralelas al río y escasamente pobladas. Las más largas eran las
hoy Orinoco y Venezuela. Casas de piedra o mampostería, altas y agradables,
empinadas frente a un río impresionante en tiempo de aguas altas, surcado por
curiaras, piraguas, goletas y bergantines que alborotaban a los caimanes y
toninas. Humboldt que había estado diez años antes habla de seis mil habitantes
y de unas nubes de mosquitos que despegaban desde la Laguna (El Porvenir) y de
periódicas fiebres malignas que se aplacaban con preparados de miel y extracto
de quina de las Misiones del Caroní.
El Gobernador, todavía en el primer
decenio del siglo XIX, era don Felipe Inciarte y el Obispo de la Diócesis que
entonces se extendía hasta Cumaná y Margarita, era don José Bentura Cabello. El
capitán Andrés de al Rúa, que por cierto no se la llevaba bien con el
Gobernador, comandaba la guarnición de la plaza.
La provincia de Guayana estaba
integrada desde 1777 a la Gran Capitanía General de Venezuela. Se iba a Caracas
por vía fluvial y marítima y a Bogotá por el Orinoco y el Meta. Las Misiones
capuchinas gobernaban casi todos los pueblos del interior. La población
ganadera era realmente abundante y en el sector agrícola se producía cacao,
añil, tabaco, arroz, maíz, tubérculos y caña de azúcar. Se explotaban algunos
subproductos de la selva y la minería era prácticamente inexistente.
La vida de la ciudad era apacible en
términos generales pero bulliciosos en el puerto y pugnaz muchas veces a nivel
político. Las autoridades se
circunscribían a un Gobernador, un Comandante de Armas y un Ayuntamiento que a
excepción de lo militar tenía incumbencia directa en la justicia, ornato, aseo,
salubridad y policía. Dos Alcaldes y siete Regidores, además de un Procurador y
el Secretario integraban ese cuerpo.
Los cambios de autoridades municipales
ocurrían al inicio de cada año, específicamente el primero de Enero, y ese año
de 1810, cuando las cosas no andaban bien por la Madre Patria, las elecciones
internas del Ayuntamiento angostureño favorecieron a José Fernández de Heres y
Juan Crisóstomo Roscio, como primer y segundo Alcaldes respectivamente.
El 19 de Abril de 1810 repercutió
tardíamente en Guayana y no fue sino en mayo cuando el licenciado Ramón García
Cádiz, delegado de la Junta Suprema de Caracas, informó sobre los sucesos y
pidió que Guayana secundara a Caracas.
El Ayuntamiento angostureño que pasó de
inmediato a considerar el asunto se vio favorecido por una serie de
circunstancias, entre ellas, el descontento que existía por la administración
anquilosada del Gobernador don Felipe Inciarte.
Se eligió una Junta provincial
integrada por el doctor Nicolás Martínez, Carlos Godoy, José Maya, Andrés de la
Rúa, Manuel Moreno, Francisco Luis de Vergara, Francisco Rávago, el abogado
Félix Farrera, Matías Farrera y Juan Vicente Cardozo. El gobernador Felipe
Inciarte y el Comandante de la Guarnición Andrés de la Rúa renunciaron y la
Junta designó al doctor Félix Farrera, Intendente de la Provincia y al Capitán
Matías Farrera, su hermano, como jefe de la guarnición.
A los 23 días, justo el primero de junio,
llegaron noticias de España a conocimiento del Obispo de la Diócesis, José
Bentura Cabello, según las cuales se había instalado el Consejo de Regencia en
Cádiz en sustitución de la Junta Central que había sido dispersada y disuelta
debido al empuje de las fuerzas francesas. En consecuencia las provincias
debían mantenerse fieles al Consejo y no a la Junta Suprema de Caracas. No
todos los miembros del Ayuntamiento estuvieron de acuerdo, pero sí la mayoría,
especialmente el sector militar, por lo que la Junta provisional terminó
disolviéndose para dar nuevamente lugar a las autoridades designadas en las
elecciones de enero.
No obstante, quienes eran partidarios
de secundar a la Junta Suprema de Caracas, entre ellos, Juan Crisóstomo Roscio,
Agustín Contasti, y sus hijos Agustín, Ramón y Orocio, Eusebio Afanador, José
Tomás Machado, José Vicente Cardozo, Manuel Moreno, Maneiro y Yánez continuaron
trabajando junto con el licenciado Ramón García Cádiz. El trabajo político de
este grupo fue considerado de inconveniente y peligroso para la estabilidad de
las autoridades españolas, por lo que se dispuso reducirlo a prisión,
desterrando a los cabecillas.
El capitán José Tomás Machado, cuyo
nombre lleva el Comando de la Armada del Orinoco, escribirían más tarde refiriéndose
al hecho que él junto con quienes dirigían el movimiento de adhesión a la Junta
Suprema de Caracas, fue reducido a los más inmundos calabozos y cargados con
grillos y cadenas por el Brigadier Gobernador Matías Farreras. De todos los
comprometidos, sólo pudieron escapar de la detención el angostureño Juan
Vicente Cardozo y los margariteños radicado en Angostura Manuel Maneiro y
Manuel Moreno, este último deudo de Joaquín Moreno de Mendoza, fundador de la
ciudad.
Juan Crisóstomo Roscio, enviado a la
prisión de Puerto Cabello, fue fusilado el 24 de junio de 1813; el caraqueño
Ramón García Cádiz, radicado desde entonces en Angostura se fugó de la prisión.
Igualmente el angostureño José Tomás Machado, incorporado después en 1812 a las
fuerzas del coronel Francisco González Moreno.
La provincia de Guayana se mantuvo a
partir de allí fiel a la Corona hasta 1817 cuando tras la batalla de San Félix
y posterior Sitios de Angostura y los Castillos de Guayana, quedaron arriadas
para siempre los pendones de Castilla. Angostura se convirtió entonces en
asiento de los Poderes Supremos del tercer período de la República y de aquí el
Libertador emprendió su campaña militar hasta el altiplano, logrando la
independencia de Venezuela y de los demás países que hasta 1830 integraron la
Gran Colombia.
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