La fundación la Provincia de
Guayana la coronó el Gobernador Antonio de Berrío el 23 de abril de 1593 con el
ritual de toma de posesión a nombre del Rey Felipe II luego de tres
expediciones en busca de El Dorado que costó toda la herencia dejada por Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de
Bogotá, a doña María de Oruña, sobrina y única heredera del Adelantado.
Sin
embargo, don Antonio de Berrio no venía programado para fundar una provincia
tan lejos de la Iberia. Ni siquiera conocía la leyenda de El Dorado. Cuando
traspuso el Atlántico y llegó a la América, vale decir, al Nuevo Reino de
Granada, buscaba otra cosa, una herencia que ni siquiera era de él sino de su
esposa María de Oruña con la que tenía siete hijos.
Entonces,
Berrío veía en la herencia dejada por el tío de su esposa la bendición de
reposo deseado para su edad avanzada. Contaba 54 años, pues había nacido en
1527 y salido de España en 1581, pero ¡mala fortuna! La manda testamentaria lo
obligaba a continuar la jornada de El Dorado que el testador, Gonzalo Jiménez
de Quesada, había dejado inconclusa con un gasto de 50 mil pesos de oro.
De
tal manera que el exgobernador de Alpujarras, quien había salido de su natal
Segovia a heredar indios y hacienda, nada pudo disfrutar a pesar de que sólo la
finca pasaba de 14 mil ducados de renta, suficiente para quien desde los 14 años venía trabajando, sirviendo
ardorosamente al rey, en tiempos de paz y de guerra, ya en la misma Iberia como
en Italia, Africa y Flandes.
Descansar
y disfrutar la herencia era su deseo, el de su esposa María de Oruña Jiménez de
Quesada y el de sus hijos Antonia María, Elvira, Josefa, Jerónima, José,
Francisco, y Fernando. Pero al llegar al Nuevo Reino se enteró de lo que
entonces no parecía leyenda, sino toda una realidad que lo animaba a la
aventura.
De suerte que
no encontró más alternativa que presindir de su deseo de tranquilidad y darse
de nuevo a la fatiga de la guerra, no contra los consabidos enemigos de España
sino contra los indígenas y la naturaleza virgen resistida a ser violada.
Reclutó gente, mucha gente atraída por la añagaza del dorado, se aprovisionó de
caballos, vacas, municiones, y con este aparataje que le costó mucho oro de la
herencia, partió del Nuevo Reino. Atravesó ríos y montañas, 300 leguas de
llanos, picas, senderos y caminos hasta que, navegado el Meta y cruzado el
Orinoco de orilla a orilla, topó con una impresionante serranía que estuvo
faldeando ante la posibilidad de una brecha favorable, pero todo era espeso e
inaccesible hacia la ciudad dorado que según le decían los indígenas apresados
durante las inevitables guazábaras, estaba más allá de sierra y montaña.
Diecisiete
meses consumió Berrío en aquella jornada al cabo de los cuales, viendo su gente
enferma y mermados sus recursos, decidió regresar al Reino de Granada, a
pertrechase y levantar gente para continuar empecinadamente la jornada.
Del Meta a Trinidad
Y
salió Berrío por segunda vez y fue más abajo que la primera, donde halló mejores
noticias sobre el Dorado. Intentó muchas veces atravesar la serranía
faldeándola más de doscientas leguas y en toda esa longitud no fue posible
atravesarla. Más tarde tuvo noticias de que Orinoco abajo la dicha serranía se
descabezaba; de manera que dispuso fabricar embarcaciones apropiadas para
descender el río y estando en esa labor se le amotinó un Capitán de nombre
Gonzalo de Piña, huyendo con la mayor parte de la gente. Salió en su
persecución y llegó hasta el Reino de Granada sin poder darle alcance.
Cuando
llego a Granada después de veintiocho meses de haber comenzado la segunda
jornada, halló nuevas Cédulas de su Majestad que lo animaron a salir por
tercera vez, pero con mayores y mejores recursos.
Salió
esta vez llevando a su hijo Fernando, de 13 años. De lugar teniente siempre el
portugués Alvaro Jorge y el consolador de almas, Fray Domingo de Santa Águeda.
Salió provisto de 200 caballos, 22 piraguas y otras tantas balsas cargadas de
vituallas, pertrechos y municiones. Con este ingente recurso expedicionario
Berrío llegó al Orinoco por la parte llamada Barraguán e intentó de nuevo
atravesar la serranía y en ese afán le transcurrió un tiempo de dieciocho meses
sin resultado alguno, visto lo cual decidió navegar el gran río a favor de la
corriente. Ya en este tiempo se habían perdido muchas piraguas, también
caballos, y huido 34 españoles. Un número similar había muerto por calenturas y
otros males.
Su
decisión a última hora de ir Orinoco abajo obedecía a la especie indígena según
la cual en esa dirección toparía con grandes poblaciones y otro gran río, el
Caroní, imposible de navegar por tener un salto torrentoso, pero por donde un
poco más arriba, en tierras del cacique Morequito, se descabezaba la serranía y
luego sucesivamente aparecían muchas provincias, entre ellas, Manoa y El
Dorado. Pues bien, convencido de ello, fabricó nuevas embarcaciones y mató para
sustento de la gente los caballos que le quedaban.
El
mismo día que empezó a navegar divisó caribes a bordo de dos piraguas
provenientes de Barima que andaban de caza, a los cuales se acercó y por
dádivas le sirvieron de guía hasta los asientos del Caroní. Allí les dio cartas
para el Gobierno de la isla de Margarita en las que le pedía lo mandara a
socorrer. Pero como transcurrían cinco meses y el auxilio no llegaba, Berrío,
antes de que se le agotaran las municiones y se agravaran los 35 soldados que
le quedaban, pues se hallaban casi todos débiles y enfermos, decidió bajar el
Orinoco hasta Trinidad, que tanto le importaba ver y reconocer. Entró en ella
el primero de septiembre de 1591 y permaneció allí durante veinte días. Halló
que la tierra era buena, habitada por naturales muy domésticos, y apreció
claramente que si no se poblaba de españoles aquella isla sería imposible
penetrar la Guayana. Y habiendo visto y entendido lo dicho siguió navegando
hasta Margarita y cuando llegó a la isla se enteró de que un Capitán Fajardo,
con 35 soldados, despachado en su auxilio por el gobernador, hacía siete días
que había salido en su busca y llegado hasta las propias tierras de Morequito,
donde le atendieron holgadamente, pero en pago por el hospedaje, el muy ingrato
robó las casas y hurtó trescientas indígenas que entonces se vendían como los
negros.
Berrío
se quejó y Fajardo apenas estuvo preso dos días. El Gobernador de Margarita,
Juan Sarmiento de Villandrando, terminó no congeniando con Berrío, por lo que
éste pidió ayuda a Diego de Osorio,
Gobernador de Venezuela, a través de Domingo de Vera e Ibargoyen, diligente
personaje que había conocido en la isla y a quien nombró su Maestro de Campo.
Por otro lado envió a Cartagena a su hijo Fernando en solicitud de nuevos
recursos para poder continuar la dura y costosa empresa doradista. Osorio le
envió treinta soldados españoles con los cuales completó ochenta, sumados los
que le quedaban de la expedición más otros reclutados en la propia isla. Con
ellos se propuso iniciar el poblamiento de Guayana comenzando por Trinidad, de
la cual tomó posesión en 1592 y a través de su lugar teniente, Domingo de Vera
e Ibargoyen fundó en la parte norte a
San José de Oruña. El 2 de enero de 1593, Berrío vino a reconocer la flamante
ciudad iniciada con la construcción de varias viviendas y un hospicio. A partir
de ese momento comenzó a ejercer su gobierno y dispuso los preparativos para la
toma y formulación de la Provincia de Guayana. Estando en tales preparativos se
presentó Francisco de Vides, Gobernador de Nueva Andalucía, esgrimiendo
alegatos hostiles sobre derechos de posesión y administración de la isla, no obstante
los papeles reales exhibidos por don Antonio, debidamente refrendados por la
Audiencia de Santa Fe de Bogotá, los cuales lo acreditaban por un tiempo de dos
vidas como Gobernador y Capitán General de
las inmensas tierras de Guayana y El Dorado en las cuales quedaba
comprendida Trinidad. Su homólogo el titular de Nueva Andalucía se negaba a
reconocerlo porque en los papeles de él igualmente figuraba Trinidad. Tampoco
quería reconocer sus expediciones y exploraciones de once años a un costo alto
de vidas, y dinero estimado en 100 mil pesos de oro. De todas maneras se dejó
al arbitrio del Rey la dilucidación del problema.
Posesión de Guayana
El 5 de marzo,
don Antonio de Berrío, comisionó a Domingo de Vera con 35 de sus soldados para
explorar y tomar la Provincia de Guayana en compañía del cacique Morequito,
quien permanecía con él desde hacía un año, prácticamente secuestrado por
razones relacionadas con sus planes. Vera comenzó por hacer contacto con el
cacique Caravana en cuyos predios anteriormente había permanecido Berrío dos
meses y de allí prosiguió a las tierras de Morequito donde tendría lugar la
ceremonia para la toma formal de la Provincia.
El
23 de abril de 1993, Domingo de Vera ubicó el sitio en el Orinoco, al oriente
de la desembocadura del Caroní, tierras del Cacique Morequito, y procedió a la
ceremonia junto con todos sus soldados y capitanes, el Registrador Rodrigo
Carranza y el Padre Francisco Carrillo. Levantaron una cruz despejada hacia el
Oriente, se arrodillaron ante ella en actitud de reverencia, bebieron el agua
de la tierra y luego el suelo inculto sintió el filo de la espada. Hecho esto,
el Maestro de Campo pronunció las palabras de rigor proclamando la soberanía
del Rey don Felipe sobre la tierra de los guayanos.
Aunque
Guayana había sido declarada Provincia el 20 de mayo de 1530 a raíz de la
designación de don Diego de Ordaz como su Gobernador y Capitán General, fue don
Antonio de Berrío, con los mismos títulos, quien realmente la exploró y tomó
posesión de ella el 23 de abril de 1593. Para entonces sólo existían como tales
las Provincias de Trinidad (1516), Margarita (1525), Venezuela (1528), Nueva
Andalucía (1568) y La Grita (1575). Las de Mérida (1608), Maracaibo (1676) y
Barinas (1786) fueron posteriores.´
Las
Provincias tenían gobierno propio, pero dependientes jurídicamente de la Real
Audiencia. La provincia de Margarita, Nueva Andalucía y Venezuela dependían de
la Real Audiencia y Santo Domingo, mientras que Trinidad, Guayana, La Grita,
Mérida y Maracaibo, de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá. En 1786, al
crearse la Real Audiencia de Caracas, las provincias existentes en lo que es
hoy Venezuela, quedaron sometidas a esa jurisdicción que dio lugar a la
República actual a partir de 1811.
Acta
de posesión
En el
río Pauto que por otro nombre se llama Orinoco, en el Puerto del Principal
Quaremero, a veinte y tres de abril de mil quinientos y noventa y tres años,
Domingo de Vera Ybargoyen, maese de Campo y General por Antonio de Berrío,
Gobernador y Capitán General por nuestro Señor el Rey entre los ríos de Pauto y
Papanene, alias el Orinoco y Marañón, y de la Isla de Trinidad, ante mi,
Rodrigo de Carranca, Registrador en el mar, mandó a todos los soldados reunirse
y ponerse en orden de batalla. Capitanes y soldados y estando el Maestro de
Campo en medio de ellos, les dijo: “Señores, Soldados y Capitanes”. Ustedes
saben hace largo tiempo que nuestro General Antonio de Berrío en un viaje de
once años, y un gasto de más de cien mil pesos de oro, descubrió las nobles
provincias de Guayana y Dorado; de las cuales tomó posesión para gobernarlas;
más por falta de salud de su gente y de las municiones necesarias, pasó a la
isla de Margarita y desde allí pobló la Trinidad. Más ahora me han enviado a mi
a buscar y descubrir los medios más fáciles de entrar y poblar dichas
provincias y por donde puedan mejor entrar en ellas los campos y Ejércitos. En
esta virtud yo entiendo hacerlo en nombre de su Majestad y de dicho Gobernador
Antonio Berrío, y en señal de eso requiero a U. Fran Carillo a que me ayude a
levantar esta cruz que yace aquí en el suelo, que ellos pusieron en pie de
vuelta hacia el oriente y los dichos Maestros de Campos, Capitanes y Soldados
se arrodillaron e hicieron la debida reverencia a dicha cruz; y luego el
Maestre de Campo tomó una vasija de agua y bebió, y tomo más y la arrojó sobre
el suelo; también desenvainó su espada y cortó la hierba del suelo y las ramas
de los árboles diciendo: “Tomo esta posesión en nombre del Rey Don Felipe
nuestro amo, y de su gobernante Antho, de Berrío; y porque nuestras acciones
estuvo presente el Cacique o Principal Don Antho., por otro nombre Morequito,
cuya era la tierra que consintió en ceder para esta posesión, de la cual se
alegró y prestó obediencia a nuestro Señor Rey, y en su nombre al dicho
Gobernador Antho. Berrío y dicho Maestre de Campo se arrodilló estando en
libertad, y todos los Capitanes y Soldados dijeron que la posesión estaba bien
tomada y que la defenderían con su vida, contra quien quiera que dijese lo
contrario. Y dicho Maestre de Campo, teniendo en la mano la espada desnuda, me
dijo: “Registrador que estás aquí presente dame instrumento o testimonio que me
confirme en esta posesión que es necesario, la tomaré de nuevo”. Y os requiero
a cuantos estáis presentes a que lo atestigües, y declaro además que seguiré
tomando posesión de todas estas donde entrare”. Así lo firmó.
Domingo
de Vera y debajo:
Ante
mi, Rodrigo de Carranca, Registrador del Ejército.
Gracias por la excelencia de la investigación. Honro tu dedicación y amor por lo que haces.
ResponderEliminarEsto no es lo que busco
ResponderEliminarSigue buscando hasta que la encuentres 😁😁😁
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