martes, 31 de enero de 2017

SIR WALTER RALEIGH


Soldado, navegante, pirata, explorador, poeta, escritor y cortesano, Sir Walter Raleigh vivió obsesionado por el vasto, hermoso y rico imperio de Guayana que al final lo condujo al cadalso por voluntad expresa de Jacobo Primero, Rey de Inglaterra y esposo de la Reina Virgen que en vida lo consintió y lo colmó de privilegios.
Nació en 1552, en Hayes, estancia de su familia en Devonsahire, donde recibió excelente educación. Ingresó a uno de los Colegios de la Universidad de Oxford e interrumpió sus estudios para alistarse en Francia al lado de los hugonotes seguidores de Calvino que eran perseguidos a sangre y fuego por los católicos. La Reina Isabel I, cabeza suprema de la Iglesia anglicana de Inglaterra, favorecía a todos aquellos que como Raleigh se alistaban contra el catolicismo y contra el imperio español de Felipe II, de manera que de vuelta a su patria y antes de los 30 años ya era Capitán del ejército y como tal ingresó a al Corte de la reina Isabel, quien desde el primer momento se sintió atraído por la galantería, el vigor, talento y espíritu de aventurera del joven oficial.
         Raleigh a esa edad ya tenía una sólida experiencia como soldado en varios países europeos y como marino ambicioso al lado de su  hermanastro Humphry Gilbert, con quien protagonizó increíbles aventuras explorando Terranova y otras regiones norte del Nuevo Continente. La Reina Virgen como era llamada Isabel por su eterno celibato, practicaba una política internacional que consistía en arrebatarle a España su hegemonía sobre Europa y el mundo colonial. Raleigh con premeditada inteligencia ligó su ambición y espíritu de aventura a esos planes de soberana prepotencia logrando obtener de la Reina cuantiosos favores traducidos en feudos, privilegios comerciales y derechos de colonización que lo llevaron en 1585 a organizar una expedición con numerosos colonos para fijar la primera base de la colonización inglesa en el Nuevo Mundo. Surgió así Virginia, la actual Carolina del Norte, capital Raleigh, en honor a la Reina Virgen.
         Raleigh participó en la batalla naval que acabó con la poderosa armada invencible de España y a partir de 1586 se transformó al igual que Drake, Essex y Hawkins en un corsario terrible que azotó las Azores y las costas de América. Estando en Inglaterra tuvo acceso a documentos enviados a España e interceptados en alta mar por el inglés Jorge Popham referente aquellos documentos soñó bajo la gracia de la Reina Virgen, con la posibilidad de una expedición al vasto, hermoso y rico imperio de Guayana.

El vasto imperio de Guayana

         La obsesión de la Reina Virgen era un imperio colonial superior a la de su vecina España, de ser posible, a costa de los mismos territorios conquistados por la Península y en esa dirección estaban diseñados los proyectos de agresión y piratería que ejecutaban de manera cruel y grotesca sus caballeros, condes y capitanes lanzados a la aventura del mar.
         Walter Relaigh era uno de ellos y la documentación interceptada por Jorge Popham le sirvió para llegar en 44 días al pórtico del vasto, hermoso y rico imperio de Guayana.
         Zarpó en febrero 6 (1595) de Plymouth y el 22 de mayo San José de Oruña con su Gobernador Antonio de Berrío, soldados y habitantes quedó bajo su poder, Berrío a cambio de respeto para su vida lo proveyó de todo cuanto Raleigh inquirió sobre aquellas nuevas e inmensas tierras que se extendían como un paraíso ante sus ojos y siguió la recomendación de penetrarlas utilizando las lanchas de sus cuatro navíos.
         En carta del Gobernador de Santo Domingo al Rey español Felipe II se informa que Raleigh remontó  el Orinoco hasta las Bocas del Caroní y luego exploró este último río hasta los saltos y raudales donde se hallaba asentada la comunidad del cacique Morequito, con la que pudo entenderse e intercambiar cosas.
         Raleigh, después de varios días en tierras de Morequito indagando a través de interpretes sobre la grandeza, posibilidad y riquezas de la comarca, decidió retornar a Trinidad donde estaban anclados sus navíos, pero no sin antes convenir que allí quedaron dos de sus hombres mientras él se llevaba dos uayanos a objeto de que cuando volviese las cosas se le facilitaran. 
         Ya de vuelta, en Trinidad decidió borrar todo vestigio adverso a la pretensión imperial inglesa, de manera que San José de Oruña se transformó en ceniza y sus habitantes decapitados fueron sepultados bajo las ruinas. Raleigh levó anclas y luego trató inútilmente hacer lo mismo con Cumaná, donde una resistencia feroz lo obligó a cesar la hostilidad y entregar al prisionero Antonio de Berrío a cambio de marinos suyos capturados en medio de fragor.
         Incursionó con mala fortuna hasta Río Hacha en Colombia y poco después de regresar a su patria fue encarcelado en la famosa prisión normanda la Torre de Londres, acusado de conspirar contra su Majestad el Rey Jacobo, sucesor de Isabel, quien había sido su protectora.
         Allí encerrado durante trece años escribió un fabuloso libro tratando de justificar ante detractores y fiadores de su empresa expedicionaria, que había descubierto un mundo sobre el cual debía insistirse en plan de conquista, un mundo extraordinario, rico, con montañas de cristal y palacios de oro, donde había mujeres amazonas sin marido, increíbles seres con el rostro en el pecho y ríos cuyas aguas ingeridas en determinadas horas podían producir la muerte o la eterna vida. Aquel mundo de las mujeres cabalgando, de ríos misteriosos y de Ewalpanomas no era otro que el vasto, hermoso y rico imperio de Guayana.

La Montaña de cristal

         Walter Raleigh habrá de volver atraído por el señuelo alucinante del Cacique Dorado, dueño y señor de la Manoa que seguramente estaba  entre aquellos tepuyes que enervaban su mente, el creía que los  tepuyes o mesetas eran señales que conducían hacia la fabulosa ciudad. Estaba increíblemente sugestionado por lo que le había contado don Antonio de Berrío mientras fue su prisionero. Tanto que durante la primera expedición se aventuró a ver si podía escalar la montaña, pero le fue imposible, surgieron  innumerables inconvenientes y no le quedó más remedio que contemplarla de lejos:
         “…he sido informado acerca de la existencia de la montaña de Cristal a al cual, debido a la distancia y a la estación del año, no pude llegar, pero la vimos desde lejos y daba la impresión de que era la torre de una iglesia de gran altura. Desde arriba, cae un gran río que no toca el costado de la montaña en su caída, porque sale al aire y llega al suelo con el ruido y clamor que producirían mil campanas gigantes golpeándose unas contra otras. Yo creo que no existe en el mundo una cascada tan grande ni tan maravillosa. Berrío me dijo que en su cumbre hay diamantes y piedras preciosas que se ven brillar a la distancia. Pero lo que  ella contiene, yo no lo se, ni él, ya que ninguno de sus hombres ha logrado ascender por el costado por la hostilidad de los habitantes del lugar y las dificultades que hay en el camino”.

         Esa Montaña de Cristal, posiblemente Roraima, hará que Raleigh regrese comandando una segunda expedición, pero ella lo conducirá, no a la fabulosa Manoa, sino tanto a él como a su hijo a una muerte trágica segura. Mientras tanto, son  muchos lo acontecimientos ocurridos en Guayana, entre ellos, la existencia de una ciudad que anteriormente no existía y que lo atajará con sangre y fuego en el camino.

lunes, 30 de enero de 2017

SANTO TOMÁS DE GUAYANA


El 21 de diciembre de 1595, día consagrado a Santo Tomás, el apóstol de “ver para creer”, don Antonio de Berrío (nacido en Segovia en 1527) fundó la capital de Guayana, provincia que había sido tomada con toda la ceremonia tradicional de la época, el 23 de Abril de 1593 por su lugar teniente Domingo de Vera e Irbagoyen.
            Con el nombre onomástico de Santo Tomás de la Guayana, la fundó ocho kilómetro al oriente de la desembocadura del río Caroní, con diez margariteños que lo acompañaban y 30 cartagineses enviados bajo la ilusión del dorado por su hijo Fernando, quien desde la isla de Margarita, gobernada por Pedro Salazar, había viajado a Nueva Granada con ese fin.
            Berrío, antes de buscar y encontrar el sitio convenientemente estratégico para fundar la capital de la provincia, había permanecido con los hombres que le facilitó el gobernador  de Margarita, en las tierras de Morequito, a quien había hecho ejecutar con el Maestre Domingo de Vera al darse cuenta que el cacique astuto le estaba jugando dos cartas.
            Berrío sabía que con sólo 30 hombres aquella ciudad no sobreviviría y por ello con antelación tomó la previsión de traer de España unas cuantas familias cuyos miembros no pasaran de 300, misión ésta encomendada a su lugar-teniente Domingo de Vera e Irbagoyen, pero de Vera hizo tan bien su trabajo en la península ibérica que en vez de 300 trajo 2.000 personas, expedición que ha pasado a ser la más numerosa y tan exagerada como inconveniente dado que no había viviendas ni alimentos, por lo menos para los primeros meses de asentamientos a partir de 1596 cuando los barcos con su aventurado contingente humano fondearon en la Isla de Trinidad.
            Para salir del congestionamiento ocioso, el gobernador Antonio de Berrío organizó una expedición de 300 hombres en busca de El Dorado, pero ésta no fue más allá del Cerro El Totumo (Upata), donde los doradistas fueron masacrados por las invadidas como zaheridas tribus del lugar. Solamente 30 sobrevivieron a la gran matanza, encomendados muy devotamente a la virgen romana Nuestra Señora de las Nieves, pero enfermos, haraposos, hambrientos y con el alma contra el suelo. El Gobernador Berrío desolado y todo consternado decayó por aquellos días aciagos y pronto habría de llegarle la muerte. Falleció en 1597 y dejó la provincia en manos de su hijo  Fernando, menor de edad, a quien le tocó inaugurar el Siglo XVII.
            Guayana, aunque había sido declarada Provincia el 20 de mayo de 1530, a raíz de la designación de don Diego de Ordaz como su Gobernador y Capitán General, fue don Antonio de Berrío, quien realmente la diseñó como tal en el curso de las expediciones iniciadas por Gonzalo Jiménez de Quesada y que él hubo de continuar hasta la fundación de Santo Tomás de la Guayana.
            Para 1595 cuando fue fundado Santo Tomás o Santo Tomé de Guayana, sólo existían las Provincias de Trinidad (1516), Margarita (1525), Venezuela (1528), Nueva Andalucía (1568) y La Grita (1575).  Mérida (1608), Maracaibo (1676) y Barinas (1786) fueron posteriores.
            Las provincias tenían gobierno propio, pero dependiente jurídicamente de la Real Audiencia. Las Provincias de Margarita, Nueva Andalucía y Venezuela, estuvieron dependiendo de la Real Audiencia de Santo Domingo, mientras que Trinidad, Guayana, la Grita, Mérida y Maracaibo, de al Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá. En 1786 al crearse al Real Audiencia de Caracas, las seis provincias existentes para entonces, quedaron sometidas a esa jurisdicción que dio lugar a la República actual a partir de 1811.
           


sábado, 28 de enero de 2017

Gobernador Fernando de Berrío y Oruña

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A la muerte de don Antonio de Berrío, fundador de Santo Tomás (o Tomé), cuyos restos quedaron sepultados en un santuario religioso, heredó la gobernación su hijo Fernando, de veinte años y, por tanto, el mandatario más joven que ha tenido Guayana en todos los tiempos.
Antonio de Berrío, su padre, falleció un año antes que su Rey Felipe II a nombre del cual tomó posesión de Guayana y con quien era coetáneo y por cuanto el gobierno le fue otorgado por dos vidas, hubo de sucederle su primogénito Fernando al igual que a Felipe II lo sucedió su hijo de veinte años Felipe III, quien por su inexperiencia puso los grandes asuntos del Estado en manos del duque de Lerna. España, no obstante ser la primera potencia de la tierra, distaba de estar en su mejor momento.
            Don Antonio tampoco le había dejado a su hijo una provincia próspera, aunque sí muy grande en extensión, despoblada y llena de penalidades, pero Fernando, aunque muy joven, casi en la minoría de edad, tenía fuerza, valor, y voluntad de mando, lo cual le valió de mucho para sacar a flote aquel villorio de ciudad en ciernes. Lo logró, pero burlando mandatos reales que impedían el comercio de contrabando y el tráfico de indios capturados por mercaderes holandeses en Barima.
            A conocimiento del Consejo de Indias llegaron por vía de Santa Fe de Bogotá sus ilícitas transacciones que al final le costó al joven Gobernador de la provincia un juicio de residencia y como corolario el castigo de perder su heredado Gobierno, el cual quedó en 1612 en manos de su propio Juez Sancho de Alquiza, quien venía de ser Gobernador de la provincia de Venezuela. Pero don Fernando, inconforme, se fue a España a poner en claro su actuación ante la Corte, lo que logró cuando ya Sancho de Alquiza, cumplido un mandato de dos años, había sido sustituido por Diego Palomeque de Acuña.
            De manera que para poder reconstituirse de por vida como Gobernador de  Santo Tomé de la Guayana, debía aguardar que Palomeque de Acuña cumpliera su período de cuatro años. Eso se propuso de vuelta, pero residenciado en y a la orden del gobernador del Nuevo Reino de Granada. 
            Fernando de Berrío sucedió a su padre en el gobierno en 1598, pero su gestión por lo ya explicado, fue interrumpida en 1612. Durante ese tiempo -14 años- hizo un gobierno económicamente estable, durante el cual introdujo las primeras reses desde San Sebastián de los Reyes y fomentó la siembra del tabaco, de gran demanda y comercia con los holandeses.
            El Gobernador en tiempos de la Colonia era el jefe Político a la vez Juez Provincial y Presidente del Cabildo de la ciudad capital. Duraba teóricamente ocho años en el cargo, pero podía ser removido o ratificado y estaba sometido a los “Visitadores Reales” y a los Juicios de Residencia.
            Precisamente, Sanchos de Alquiza cuando vino a Guayana no fue como Gobernador sino como Comisionado del Rey para formar Juicio de Residencia a Fernando de Berrío y Oruña contra quien gravitaban denuncias graves.
            Sancho de Alquiza lo halló responsable de 38 faltas, entre las cuales destacaban sus negocios nada lícitos con los holandeses del Esequibo en los que se mezclaban el comercio del tabaco con la captura y venta de indios.
            A cambio de indios y tabaco, los holandeses suministraban a Santo Tomás toda clase de artículos y mercancías. Esto era ilícito porque de acuerdo con las leyes del Consejo de Indias no se podía comerciar sino con las propias colonias españolas y esto hacía muy difícil la vida de Santo Tomás de la Guayana que entonces contaba con un centenar de vecinos.
            Sancho de Alquiza rompió toda relación con los holandeses y el primer barco que penetró por el Orinoco durante su gestión lo capturó y artilló la ciudad con los cañones sacados a ese navío. Asimismo sacó a los ingleses de los Caños de Arature, Barima y Mazaruni. De suerte que el Juez de Residencia  no perdonó en nada las faltas de don Fernando y lo remitió como reo ante el Consejo de Indias que terminó anulando su mandato y designando en su lugar a Diego Palomeque de Acuña.
            El riguroso y enérgico Juez Alquiza no aguardó a que llegara el legítimo sucesor de Fernando sino que alistó su equipaje y se marchó a Cartagena a reunirse con su familia. El rey de España lo nombró más tarde Gobernador y Capitán General de la Isla de Cuba, de donde era nativo.




jueves, 26 de enero de 2017

Gobernador Diego Palomeque de Acuña

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Diego Palomeque de Acuña fue designado Gobernador de la Provincia de Guayana para un período de 4 años.  Vino de España junto con Fernando de Berrío a quien dejó en Nueva Granada, mientras él, suficientemente informado de su futuro destino, pasó el 8 de noviembre de 1615 a tomar posesión de Santo Tomás, luego de navegar los ríos Meta y Orinoco. Ya Sánchez de Alquiza hacía dos años que se había ido y dejado como encargado del Gobierno a Antonio de Mújica y Builtron.
Santo Tomás de la Guayana era entonces el Convento de San Francisco, en la cumbre de un cerro, con perfecto dominio del Orinoco y abajo un grupo de viviendas esparcidas donde moraba un poco más de cien personas, entre ellas, el primer alcalde Juan de Lezama: el segundo alcalde, García de Aguilar: el Cura y vicario. Fray Francisco de Leuro y el Guardián del Convento, Fray Juan de Moya.
            La mitad de la población estaba capacitada para manejar las armas. Eran soldados y aparte de los arcabuces y mosquetes individuales, la defensa de la ciudad se reducía a dos piezas de artillería emplazadas en el Convento, dos pedreros junto a la Iglesia y dos más en el Cuartel. Casa del Gobernador más seis cañones livianos.
            La vida política, civil y económica de Santo Tomás transcurría de lo más ordinario dentro del esquema organizativo implantado por el Gobernador y con el cual en algunos aspectos no estaba de acuerdo el Cabildo, hasta el 10 de julio de 1617 en que se recibió noticia de España sobre posible invasión por parte de piratas ingleses. Se trataba de una expedición –la segunda- del caballero Sir Walter Raleigh, la cual concibió mientras estuvo encerrado en la Torre de Londres (Prisión del Estado desde la época de los normandos), por haber sido hallado incurso en el delito de conspiración contra el Rey Jacobo Primero, esposo de la Reina Virgen que siempre lo había protegido y al cual había muerto en 1603.


martes, 24 de enero de 2017

Ultima expedición de Raleigh


        Sir Walter Raleigh, sentenciado a muerte por conspirar contra su Rey Jacobo Primero, le fue suspendida la pena, pero permaneció 13 años cautivo en la Torre de Londres, tiempo durante el cual escribió “Descubrimiento del grande,, rico y bello imperio de Guayana”, libro que le abonó el terreno para una segunda expedición en 1617.
        De manera que gracias a su fabuloso relato escrito en prisión, encontró el terreno abonado para el financiamiento de su vuelta a Guayana. En diciembre de 1617 ya la expedición de Raleigh estaba frente a las costas de Trinidad, de la que se posesionó luego de ardoroso combate con las fuerzas de Benito Baena responsable de la seguridad y defensa de la isla.
        Allí enfermó y para no retardar sus planes adelantó a su lugarteniente Lawrence Keymis y a su hijo Jorge hasta Santo Tomás de la Guayana  donde ya prevenido lo aguardaba el Gobernador Diego Palomeque de Acuña con una pobre artillería y apenas medio centenar de hombres sobre las armas.
El sábado 12 de enero de 1618, cinco navíos y 600 marinos ingleses asediaban las costas de Santo Tomás de la Guayana terminando de atacarla hasta rendirla, ya sin mando pues su Gobernador había caído mortalmente herido, pero también habían muerto Jorge el hijo de Raleigh y cuatro oficiales ingleses.
        Los dispersados sobrevivientes se retiraron al Sur de la Laguna La Ceiba y despacharon un emisario al Nuevo Reino y a Santo Domingo en busca de ayuda. El hijo de Raleigh y los oficiales fueron enterrados en la Iglesia del Convento y Palomeque de Acuña en lugar separado. EL saqueo de la Iglesia  fue total.  Los expedicionarios permanecieron 16 días en el lugar explorando los alrededores y se llevaron hasta las campanas de la Iglesia y los sirvientes del gobernador, entre ellos, uno llamado Cristóbal Uayacundo, quien en Londres presenció la decapitación de Sir Walter Raleigh. 
        Los sueños fabulosamente doradistas de Sir Walter Raleigh tuvieron un desenlace trágico. En aras de las buenas relaciones entre Inglaterra y España, Raleigh tenía instrucciones de descubrir nuevas tierras para su Reino, pero no a costa de los intereses coloniales de sus vecinos peninsulares. Si llegaba a lesionar esos intereses, corría el riesgo de que el Rey le reactivara los cargos de conspirador y le confirmara la pena de muerte. Eso ocurrió.
        Por vía del Nuevo Reino de Granada y Santo Domingo, llegó al Rey de España la noticia oficial del saqueo y destrucción de la capital de Guayana. En consecuencia el reclamo no tardó en ser elevado hasta Su Majestad el Rey Jacobo de Inglaterra, quien montó en cólera y prometió hacer justicia tan pronto Raleigh arribara a dar cuenta de su expedición.
        Con la tripulación mermada y desgarrado por el dolor de haber perdido a su hijo como a su lugar teniente Lorenzo Keymes, quien se suicidó en Trinidad, Raleigh se presentó ante la Corte y nuevamente fue detenido y condenado. Cuenta la historia que estando al pie del patíbulo le pidió a su verdugo le dejase ver el instrumento con el que sería cortada su cabeza: “permítame verlo, ¿Crees que tengo miedo?”, dicen que dijo y el verdugo le entregó el hacha cuyo filo acarició con estas palabras: “He aquí una medicina fuerte, pero que vence todas las enfermedades”.

        El caballero consentido de la Reina Virgen cayó a al edad de 66 años bajo el filo del hacha el 29 de octubre de 1618 en el antiguo Palacio de Westminster. Antes de ir a la guillotina dejó escrito este epitafio: “Tal es el tiempo depositario de nuestra juventud, dicha y demás / y no devuelve sino tierra y polvo / el que en la tumba muda y triste / cuando terminó nuestro camino / la historia encierra de la vida nuestra / de esta tumba polvo y tierra / me librará nuestro señor, según confío”.

sábado, 21 de enero de 2017

Doña Isabel de Alcalá


         La figura de doña Isabel de Alcalá resalta en la historia de Guayana con aureola de auténtica heroína.
         Su participación ejemplar en dos hechos trascendentales marcan su vida de mujer nacida en Cumaná, provincia de la cual dependió Guayana cuando los dominios de la Nueva Andalucía se extendían hasta las riberas de los ríos Amazonas y Esequibo, vale decir, en tiempo de los gobernadores Diego Fernández de Serpa (1569) y Carlos de Sucre (1733).
         Doña Isabel de Alcalá prácticamente vio nacer a Santo Tomás de la Guayana. En ella se estableció comenzando el siglo diecisiete con su marido, el capitán Lucas Bravo de Acuña, hermano de Juan Bravo de Acuña, gobernador de la provincia de Nueva Andalucía (1665-1667)  y con sus hermanos, Juan y Jacinto Jiménez de Alcalá.
         El apellido Alcalá es el más antiguo de Cumaná y Guayana y a este tronco perteneció María Manuela de Alcalá, madre de Mariscal Antonio José de Sucre y del prócer José Gabriel Alcalá, firmante del Acta de Independencia el 5 de julio de 1811, miembro del Congreso Constituyente de la Gran Colombia y quien vivió en Angostura en 1828.
         Doña Isabel de Alcalá, junto con su esposo y hermanos, formó parte de las 57 personas que lucharon denodadamente en la defensa de Santo Tomás de Guayana cuando fue invadida, saqueada y destruida por una avanzada de la expedición de Walter Raleigh en enero de 1618, asimismo doña Isabel de Alcalá estuvo activa como un soldado más contra las invasiones holandesas en 1619 y 1637.
         Siendo Martín Mendoza y Berrío (nieto del fundador), Gobernador de la provincia de Trinidad y Guayana, doña Isabel de Alcalá se fue con un puñado de vecinos de Santo Tomás en 1643 a fundar aguas arriba del Orinoco una nueva ciudad que sirviera de alternativa a la vapuleada Santo Tomás. Tal la  Nueva Cantabria, cerca de lo que es hoy Cabruta. Esta nueva ciudad llegó a tener Cabildo, regimiento, iglesia, plaza, cárcel, calles y hasta una fragua, pues ya en ese tiempo los españoles habían encontrado hierro en Guayana. La ciudad tuvo vida efímera y el único que al parecer dejó testimonio de su existencia, fue el Reverendo Jacinto de Carvajal, quien luego de pasar los días de la Semana Santa en el lugar, escribió sobre sus valerosas mujeres lideradas por esta doña Isabel de Alcalá, a quien todos reconocían como la capitana.
         Se ignora el final de esta gran Señora defensora de la existencia y permanencia de la Capital de Guayana. Se cree sepultados sus restos en la extinguida Nueva Cantabria, pero su actuación en los tiempos más difíciles se halla reseñada en documentos de la época, como también la actuación de quienes heroicamente defendieron la Guayana durante el asalto de enero de  1618, entre ellos, los alcaldes García de Aguilar y Juan Lezama, quienes asumieron el mando hasta mayo de 1619 que don Fernando de Berrío volvió a tomar la Gobernación de por vida.        

         Fernando retornó a Gobernar con la misma dinámica de su anterior gestión y alentaba importantes proyectos que en 1622 llevó a España personalmente para discutirlos, pero antes de arribar  fue capturado por piratas el barco donde viajaba. Ese mismo año falleció en Argel estando cautivo, sin que llegase el rescate que los moriscos habían tasado por su libertad. 

viernes, 20 de enero de 2017

Reconstrucción de la ciudad



         El alcalde Juan de Lezama primero y Jerónimo de Grados después, llenaron el vacío del Gobernador Diego Palomeque de Acuña, hasta que Don Fernando de Berrío y Oruñas retornó por su heredad.
         Al mando de 44 soldados y tras navegar el Casanare, el Meta y el Orinoco, Fernando de Berrío se hizo presente el 11 de marzo de 1619 en Santo Tomás de Guayana con las credenciales otorgadas por la Audiencia de Santa Fe, justo a los dos años de la muerte de Raleigh.
         Su primera tarea fue la de emprender la reconstrucción de la ciudad y con ese fin comisionó al capitán Jerónimo de Grados y Alonso de Monteros para que reclutarán mano de obra indígena en el Esequibo, pero con tan mala suerte que fueron capturados por los ingleses por cuya libertad pretendieron cobrar un rescate traducido en unos cuantos quintales de  tabaco en rama, renglón agrícola que se daba muy bien en las Misiones y que se comerciaba a través del puerto de Santo Tomás.
         Don Fernando como pudo reconstruyó la ciudad, reactivó la agricultura, el comercio, y abrigó proyectos de expansión y exploración que personalmente quiso plantear ante el Consejo de Indias a objeto de asegurar sostenidos recursos humanos y logísticos. Así que tan pronto se le presentó la ocasión, viajó a España, pero en la fase final del trayecto el barco que abordó fue atacado por Piratas moriscos que lo llevaron a Argel, tal cual como ocurrió en 1575 con Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha.

         En Argel Fernando de Berrío murió cautivo el 22 de junio de 1622 y para ejercer la gobernación fue designado el capitán general Luis de Monsalve, a quien le tocó hacer frente al segundo ataque corsario de que fue objeto la ciudad. 

jueves, 19 de enero de 2017

Santo Tomás del Usupamo



         La muerte de Fernando de Berrío mientras permanecía cautivo en manos de piratas argelinos, produjo un vacío en la gobernación de la provincia de Guayana, llenado inmediatamente después por el capitán Luis de Monsalve (1619-1635), quien trató de imprimirle a Santo Tomás el mismo ritmo de su antecesor. Entonces la capital de la provincia tenía, además del convento-hospicio San Francisco, una iglesia y 140 viviendas livianas. Su relación mayor y más directa la tenía con Santa Fe de Bogotá, donde ya existía desde abril de 1550 la Real Audiencia, suerte de Tribunal Superior que representaba  al Rey y solía asumir los cargos vacantes de su jurisdicción hasta que Su Majestad nombrase sucesor.
         El 18 de septiembre de 1676 a la Provincia de Venezuela se les concedió el privilegio a los Alcaldes para que gobernasen en vacante de los Gobernadores, pero este privilegio fue derogado por Cédula Real fechada en San Idelfonso el 14 de septiembre de 1736. En la provincia de Guayana se siguió ese procedimiento impuesto más por la necesidad que por mandato real.
         El gobierno de España, por abandono del Rey Felipe IV, estaba en manos del Conde-Duque de Olivares cuando el capitán Luis de Monsalve asumió en 1629 la Gobernación. Ese año debió afrontar otra invasión. Los países Bajos que se hallaban en guerra contra España, enviaron al Orinoco una flota de nueve buques al mando del Almirante Adrián Janson Pater y el Gobernador antes que enfrentarla resolvió quemar la ciudad y mandar por ayuda a Bogotá mientras los pobladores buscaron refugio internándose en la montaña.
         Un refuerzo de 50 soldados al mando de Juan Campos llegó meses después y con ellos el Gobernador Monsalve decidió reubicar la capital seis leguas más abajo en la parte elevada de un Caño al que los indios guaraunos llamaban Usupamo. Así la antigua y asediada capital de la provincia pasó a llamarse Santo Tomás del Usupamo que no aparece en el mapa actual, pero que puede ubicarse en lo que se conoce en la actualidad como Piacoa. Piacoa es una serranía que no pasa de un mil metro de altura y en la cual existen yacimientos de hierro.
         Pues bien, reubicada Santo Tomás en parte alta del Caño Usupamo, se alejaba así esta capital del radio jurisdiccional de Santa Fe de Bogotá, pero se aproximaba a través de la comunicación fluvial-marítima con Trinidad, Nueva Andalucía y el Gobierno eclesiástico de Puerto Rico al que estaba sujeta. De esta manera se le facilitó la visita pastoral a Juan López Agurto de la Mata, obispo de aquella Diócesis, quien dejó constancia de su paso por allí y del estado de miseria en que vivían los habitantes.
         Monsalve concluyó su período en 1635 y mientras el sucesor, Diego López de Escobar, dejó interinamente en el gobierno a su lugar teniente Cristóbal de Arana, a quien al parecer no le alcanzó el tiempo sino para alimentar un conflicto de autoridad con los miembros del Cabildo cuyos Alcaldes se sentían con natural derecho a llenar la vacante.

         

miércoles, 18 de enero de 2017

Santo Tomás del Sacramento



         Primero fue Santo Tomás de la Guayana, luego Santo Tomás del Usupamo, ahora al Gobernador (1636-1642) Diego López de Escobar se le ocurría un nombre para desagraviar la ofensa inferida por los luteranos holandeses contra la Sagrario de la Iglesia donde se conservaba la forma del Santísimo Sacramento cuando invadieron y saquearon la ciudad.
         La ofensa inferida tuvo lugar el 22 de julio de 1639, fecha en la que los holandeses incursionaron por segunda vez, ya no en el sitio primigenio cabecera de la provincia, ni en las bocas del Orinoco donde estuvo después, sino en la margen izquierda del Caroní a donde la había mudado en 1637 el Gobernador Diego López de Escobar, creyendo que era estratégicamente mas segura.
         En esa ocasión los holandeses acabaron con todo el poblado de la manera más infame y el Gobernador no vio más salida en el ardor de su impotencia, que poner a salvo su gente en ciertos parajes previstos para las emergencias.
         Allá en los dominios de los herederos de Morequito y donde Diego de Ordaz escuchó por primera vez la voz Uayanos, exactamente en el lugar del hoy Puerto Ordaz Matanzas, Diego López de Escobar se había restablecido con los restos de Santo Tomás y para desagravio de la Iglesia, el párroco y feligreses rebautizaron la capital con el nombre de Santo Tomás del Santísimo Sacramento de Guayana, por sugerencia del Sargento mayor Diego Ruiz de Maldonado, quien había llegado en auxilio desde Bogotá.
         Por muy poco tiempo enarboló Santo Tomás el cognomento de Santísimo Sacramento, pues vendría un nuevo Gobernador a cambiar todo lo hecho, incluida la condición de Capital que por más de cuarenta años había conservado la primera ciudad del Orinoco. Por aquellos días resultaba penoso y arriesgado vivir en Santo Tomás de Guayana. Había que tener una bien templada voluntad de acero para insistir apegado a aquella tierra no apta para los frutos del agro y sin embargo tan asediada a sangre y fuego por los enemigos de España. Los efectos de la llamada Guerra de los Treinta Años que conmovía a Europa de alguna forma trasponían el Atlántico y retumbaban muchas veces en el Orinoco.
         Martín de Mendoza y Berrío, sucesor de Diego López de Escobar, ex gobernador de los Llanos de Casanare, asumió la gobernación en 1647 y resolvió trasladar la Capital a San José de Oruña, para lo cual debió expulsar con éxito a los holandeses que había ocupado Punta Galera en la isla de Trinidad.
         Los habitantes de Santo Tomás fueron desconcentrados para acomodarse unos en el convento de San Francisco que el Gobernador decidió transformar en Fortaleza Real, otros en el Usupamo, la mayoría en la trinitaria San José de Oruña y escogidos los más emprendedores para la fundación de otro pueblo en la margen opuesta del Orinoco, cerca de los cerros de Cabruta y al cual el Gobernador decidió bautizar con el nombre de Nueva Cantabria.

         Habitantes fundadores de este pueblo de vida efímera fueron doña Isabel de Alcalá, heroína de Santo Tomás de Guayana cuando ésta fue asaltada y quemada por la expedición de Sir Walter Raleigh; Juan de Ochoa Gresala, Teniente de Justicia Mayor, y Antonio de Mújica y Builtron, Alcalde de lugar y quien también lo había sido de San Tomás de Guayana. 

lunes, 16 de enero de 2017

EJE ORINOCO-APURE


Al final de la gestión del dinámico y emprendedor Martín de Mendoza y Berrío, se registró la travesía del eje natural de navegación Santo Domingo - Apure – Orinoco llevada a cabo, a instancias del Gobernador de Mérida, por el capitán barinés Miguel de Ochogavia y la cual abría una esperanza de futura comunicación permanente con pueblos de otras provincias.
         El río Apure que se origina de la confluencia del Uribante y el Sarare, abarca un recorrido de 815 kilómetros hasta desembocar en el Orinoco. De parte de los europeos de la época de la Conquista, se cree que fue inicialmente observado por los gobernantes welzers Jorge de Spira en 1536 y en 1541 por Felipe Hutten cuando afanosamente se sentían atraídos por el señuelo del Dorado.
         Tocó al barinés Miguel de Ochogavia navegarlo completo por primera vez en 1647, desde Santo Domingo hasta la vieja Santo Tomás de Guayana. Organizar la expedición tardó ocho meses y un mes la travesía por los dos grandes ríos. La apertura de esta nueva ruta de navegación fluvial que pretendía unir la parte occidental con la oriental, vino a consolidarse muy posteriormente.
         Entre la muerte del Gobernador Marín de Mendoza y Berrío ocurrida en 1647 y la de su sucesor titular Pedro Juan de Viedman en 1658, transcurrieron diez años de vacantes llenadas alternamente por Cristóbal de Vera, Bravo de Acuñas, Pedro Brizuela y Pedro Padilla. 
         En 1648, estando Cristóbal de Vera llenando interinamente la vacante de Martín de Mendoza y Berrío, se suscribió en Wetsfalia (Alemania) un Tratado dirigido a terminar con la llamada Guerra de los Treinta Años y dentro de la cual Holanda justificó muchas veces sus asaltos a Santo Tomás  de la Guayana.
         Restablecida la paz, el equilibrio político y diplomático entre las naciones en conflicto, España quedó obligada a reconocer la Independencia de Holanda. Tal reconocimiento restableció la paz entre ambos reinados con efectos más o menos favorables en la región del Orinoco. Los holandeses intentaron hacer las paces a cambio de las autoridades de Santo Tomás no perturbar el comercio con los vecinos; sin embargo, esto no fue posible, pues había que respetar ciertas órdenes reales según las cuales las colonias hispanas como Guayana no podían comerciar con naciones extranjeras.
         Pero las naves hispanas tardaban meses sin venir y a los vecinos de Santo Tomás no les quedaba más salida que contrabandear con los holandeses. De allí que el gobernador (1660-1664) Pedro Juan Viedma, tomase medidas punitivas el día en que comprobó lo del contrabando, no sancionando directamente a los vecinos dispuestos a rebelarse sino que dio la orden de confiscar barcos y mercancía que entraran por las bocas del Orinoco.


domingo, 15 de enero de 2017

ESPAÑA CEDE PARTE DE GUAYANA

Resultado de imagenLa Guayana primigenia llegaba hasta las costas del Río Amazonas como bien queda determinado en la Real Cédula del 27 de mayo de 1568 por la cual se autoriza al Gobernador de Nueva Andalucía, Diego Fernández de Serpa,  conquistar el Orinoco y la Guayana.
         La jurisdicción de este Gobernador muerto por los cumanagotos comprendía “desde al Isla de Margarita al Norte, hasta las márgenes del Río Marañón o Amazonas, al Sur; 300 leguas al Oriente y otras tantas Norte y Sur, tierra adentro, que abarcan las poblaciones de los Omaguas y Omeguas, con las provincias de El Dorado, a la parte del Mediodía de esta Gobernación, en que cae por la costa la Provincia de Macarapana en los términos de Venezuela, en cuya comarca está el Morro y los indios que llaman de Píritu, por donde van los límites de la Gobernación de Venezuela  y los indios Palenques, así llamados por una estacada con que se fortifican, y así mismo la Provincia de Cumaná, Norte-Sur con Margarita”.
         Los relatos sobre existencia de oro, perlas, piedras preciosas, madera, cortezas tintóreas y rescate de indios, hechos por los conquistadores a su retorno, excitaron las ambiciones imperialistas de algunas naciones europeas como Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas de los Países Bajos (Reino de Holanda). Estas últimas establecieron algunas poblaciones en el Esequibo, amparadas en la imposibilidad de España de defender con éxito sus posesiones.
         La decadencia de España en el Siglo XVII determinada por factores de orden interno y externo, repercutieron en sus posesiones de ultramar. Así en la guerra contra Francia, el país galo pudo extender el conflicto y posesionarse de las Islas Martinica, Dominica, Marigalante y La Española (Haití). Al fin, cuando llegó la paz a través del Tratado de Wetsfalia, España cedió a Holanda parte de sus legítimos títulos de posesión sobre la provincia de Guayana.
         Mediante este Tratado firmado el 24 de octubre de 1648, España reconoció a los países Bajos los dominios ejercidos por éste en tierras de América.
         A partir de entonces surgió la Guayana Holandesa. Pero en 1814, cuando Venezuela luchaba por su Independencia, Inglaterra adquirió por 3 millones de libras esterlinas, 20.000 mil millas cuadradas de la Guayana Holandesa, en negociaciones llevadas a cabo entre los ministros Pitty Van Maenen. A partir de entonces desde  el Esequibo hacia el Este, anexa a esa extensión de 20.000 millas, emergió la Guayana Inglesa, formada por los establecimientos del Esequibo, Demerara y Berbice.
         De cómo Inglaterra extendió esta posesión hasta el occidente del Esequibo desmembrando más la provincia de Guayana, es otra historia que aún no termina y que se complicó cuando Inglaterra reconoció la Independencia de la hoy República de Guyana.






sábado, 14 de enero de 2017

FORTALEZAS DE GUAYANA

La primera fortaleza que tuvo Guayana fue concebida por el Gobernador Tiburcio  de Aspe y Zúñiga entre 1677 y 1682 sobre la estructura del Convento de los misioneros franciscanos, de suerte que el santuario de las oraciones terminó transformándose, por culpa de las constantes incursiones de corsarios y piratas de países enemigos de España, en recinto de pólvora y fuego vomitado por las bocas de los cañones pedreros de la colonia.
         La regla en ese tiempo era que cuando el cargo de Gobernador quedaba vacante, la Audiencia de Santa Fe de Bogotá lo asumía a través del Alcalde o de algún otro funcionario real hasta que el Rey  nombrase sucesor, lo cual demoraba la distancia y lentitud de la navegación. De aquí que José de Aspe y Zúñiga, sucesor del Gobernador Pedro Juan de Viedman, vinieses a sustituirlo seis años después. Le sucedió Diego Jiménez de Aldana, quien gobernó (1670-1677) siete años y se entendió bien con los holandeses, pero cometió otros desafueros que le valieron prisión y juicio ante la Corte española.
         Vino en su lugar Tiburcio de Aspe y Zúñiga (1677-1682), quien, transformó en Fortaleza el Convento San Francisco y propugnó la venida de los Capuchinos Catalanes para activar en el interior de la provincia el trabajo misionero de fundar pueblos que no podían sostener franciscanos ni jesuitas.
         Los primeros religiosos que se establecieron en Guayana fueron los franciscanos, que llegaron en la expedición de Antonio de Berrío. Los frailes domingo de Santa Agueda y Juan Peralta vinieron con el fundador y de ellos la empresa de levantar el Convento de San Francisco a la cual se sumaron posteriormente los Reverendos Luis de Mieses, Luis de Pozuela, Juan de Suazo y el fraile Manosalbas. Otro fraile del grupo que vino con el contingente de pobladores traídos por domingo de Vera, lugarteniente de Berrío, fue el Reverendo Francisco de Leuro, quien estaba destacado como cura y vicario de Santo Tomás, muerto cuando Walter Raleigh mandó desde Trinidad a ocupar la ciudad el 13 de enero de 1618. El vicariato pasó entonces a manos del Reverendo Juan de Moya, Guardián del Hospicio de San Francisco.
         Los últimos frailes que pasaron por allí fueron los jesuitas Julián de Vergara e Ignacio Cano, quienes debido al estado extremo de pobreza y lo despoblada como estaba quedando la ciudad, se ausentaron en 1670 para continuar su labor por orden superior en los llanos de Casanare. De manera que cuando Tiburcio de Aspe y Zúñiga asumió el Gobierno de la Provincia, el Convento estaba sin religiosos, prácticamente tomado por los soldados. Así que decidió transformarlo en una Fortaleza.
         Y Fortaleza fue desde entonces, levantado sobre un peñón y al pie oriental de un cerro elevado en forma de trapecio. Con dos baluartes en los ángulos occidentales y en su costura una puerta. Para entonces el Castillo era de poca resistencia y no estaba defendido de foso ni de estacada.
         Un capitán, un teniente, dos alférez y cien hombres constituía la tropa de su dotación y estaba artillado con dieciocho cañones de seis hasta veinte y cuatro y el baluarte oriental con cañones pedreros. Y en esa línea provisto de un almacén de pólvora, alojamiento para cuarenta hombres, almacén para un mes de víveres y el agua del río al zócalo del frente septentrional.

         El castillo de San Francisco, otrora Convento, era el único existente en toda la Guayana y cada Gobernador que llegaba planteaba la necesidad de continuar fortificado la provincia, pues de no hacerlo haría cada vez más perniciosas las invasiones.

viernes, 13 de enero de 2017

FUERTE SAN FRANCISCO

Cañones en el Castillo San Francisco
El Convento de San Francisco que había sido transformado en Fortaleza por el Gobernador Tiburcio de Aspe y Zúñiga (1677-1682), tuvo su debut como tal en 1682 contra una invasión corsaria francesa procedente de Martinica que había tomado a Trinidad y apresado al Gobernador ya al final de su mandato. El fuerte todavía era vulnerable y los corsarios franceses estuvieron dominando el Orinoco hasta 1685 con la colaboración aparente de indios Caribes.
         Evidenciada la impotencia del Fuerte San Francisco para contener las invasiones, se imponía la necesidad de implantar otras fortificaciones al borde del Orinoco. El Gobernador (1690-1696) Francisco de Meneses navegó el curso del río buscando un lugar estratégico y por primera vez se posan los ojos del colonizador en la Angostura del Orinoco. La estrechura del Orinoco en esa parte donde moran cerros en ambas riberas, resultaba ideal para la fortificación y en ese sentido se levantó un informe y se formuló el requerimiento sin éxito alguno.
         Hasta 1711 que Cristóbal Félix Guzmán asumió la Gobernación de la provincia de Guayana, no se había vuelto a tocar el tema de la fortificación del Orinoco. Este Gobernante propuso al Rey Felipe V, sucesor de Carlos II, la construcción a sus expensas de una ciudad fortificada en la Angostura a cambio del grado de Coronel y de la Gobernación de la Provincia de Cumaná durante el lapso de diez años, pero tampoco tuvo respuesta favorable.
         El 1724, sin embargo, siendo Gobernador de Guayana Martín Pérez de Andar, el Rey Felipe V ordenó la construcción de un Fuerte en Angostura, pero dos años después hubo de desistir atendiendo a otras recomendaciones que apuntaban hacia la Isla de Fajardo por estar más próxima a Santo Tomás. Al final el Rey creyó que era más conveniente divorciar a la provincia de Guayana de la Real Audiencia de Santo Domingo para que desde estas posiciones se facilitara la fortificación del Orinoco con mayor acierto y sabiduría.
         Así ocurrió, y en 1731 se le concedió al Coronel Carlos de Sucre y Pardo, recién designado gobernador de Cumaná y quien lo había sido de Cartagena de Indias y de Santiago de Cuba, la facultad de escoger el sitio para construir un nuevo Fuerte. No obstante, Sucre Prefirió reconstruir el San Francisco haciéndolo menos – expugnable.

         En diciembre de 1740, siendo Gobernador de Cumaná y Guayana, Gregorio Espinoza de los Monteros, piratas ingleses al mando del capitán Waterhouse, invadieron y pusieron a prueba la Fortaleza y el San Francisco nuevamente cayó bajo el peso de las descargas. Por última vez los ingleses volvían al asalto, pero con mayor furia dado que no sólo destruyeron lo que sobrevivía de la noble Santo Tomás, sino también incipientes misiones como la de Suay, Santa Bárbara y San Miguel de Unata.

jueves, 12 de enero de 2017

EL PADRASTRO

Diego Tabares Haumada y Barrios, gobernador desde Cumaná para todo el Oriente y Sur del Orinoco (1745-1753), dispuso la construcción de otro Fuerte con el nombre de San Fernando o de Limones en la costa opuesta del Orinoco, bis a bis con el San Francisco, pero su construcción quedó a medias debido a lo falso del terreno. Optó entonces por reforzar el San Francisco construyendo otro Fuerte sobre una roca próxima más elevada, tal es el San Siego o Padrastro construido en 1747 y armado con artillería gruesa y liviana.
         En 1753, finalizando el gobernador de Tabares y comenzando el de Mateo Gual y Pueyo, llegó la Expedición de Límites que terminó de fortificar el Orinoco levantando una Casa Fuerte en Moitaco; el Castillo de San Felipe en Río Negro bajo la dirección del ingeniero Don Gabriel Clavero y el Reducto de Buenaguardia, construido por Apolinar Díaz de la Fuente en la bifurcación del Orinoco, sobre el Casiquiare.
         Terminada la Expedición de Límites, en 1761, José Solano y Bote visitó los Castillos e informó que estaban dotados de un Capitán comandante, un teniente, dos alferes, cien hombres de tropa, 18 cañones de 6 hasta 24 de calibre y un depósito de armas y pólvora, así como un almacén de víveres, todo lo cual hacía suponer que había mejorado notablemente. 
         Después del traslado de Santo Tomás de la Guayana a la angostura del Orinoco en 1764, los Castillos de Guayana la Vieja continuaron prestando servicio como guardianes del paso del río.
         Durante las campañas militares republicanas resultaron inexpugnables a los patriotas que pugnaron por ocuparlos desde 1812 hasta que al final, en 1817, cayeron tras el Sitio y Toma de Angostura. Entonces el Libertador estableció provisionalmente en ellos su Cuartel General. Ese mismo año el Libertador encomendó al ingeniero Passoni la construcción de otro Fuerte diez kilómetros al Este de los Castillos de Guayana La Vieja y lo bautizó con el nombre del almirante Brión. Contaba con seis cañones.
         El Presidente Joaquín Crespo les cambió el nombre de Padrastro por el de Campo Elías y al San Francisco le puso Villapol en homenaje a estos próceres de la independencia que participaron en el primer intento de los patriotas por tomar la Guayana.
         En 1975 fueron restaurados y declarados Monumentos Históricos Coloniales. En la actualidad forman parte del conjunto de atractivos turísticos de la Región Guayana. Son las únicas fortificaciones supervivientes de un pasado histórico tormentoso. De otras que levantaron los españoles, nada queda, ni siquiera el Fuerte San Gabriel erigido en 1764 en la Angostura del Orinoco.
         Cuando el famoso pintor alemán del siglo diecinueve Ferdinand Bellermann estuvo en Venezuela por más de tres años pintando paisajes, permaneció en Angostura doce días y captó en un lienzo lo que aún quedaba del Fuerte.


miércoles, 11 de enero de 2017

FUERTE SAN GABRIEL

La terraza del Castillo
La mudanza de Santo Tomás de la Guayana a la Angostura del Orinoco por resolución del Rey Carlos III, con inmediata subordinación al Virreinato de Santa Fe, tuvo lugar entre el 14 de febrero y el 22 de mayo de 1764, lapso este durante el cual se construyó el Fuerte San Gabriel en la propia ribera del Orinoco, justo en una punta llamada San Felipe y que luego los angostureños terminaron por llamar Castillo, donde muy posteriormente estuvo el Mercado Municipal, la toma de Acueducto y finalmente el Mirador Angostura.
         El San Gabriel, bendecido por Fray Bruno de Barcelona, fue la primera pieza arquitectónica de Angostura y permaneció en pie hasta principios del Siglo XIX que las crecidas del río terminaron de erosionar sus bases quedando sepultado en la arena, entre rocas y bajo el concreto armado del dique o malecón que nos protege de las periódicas inundaciones del Orinoco. Vino por cierto tiempo a llenar su vacío la Cárcel Vieja casi en la falda del cerro donde creció y se desarrolló la ciudad. Su construcción durante el mandato del fundador de al nueva ciudad, Joaquín Moreno de Mendoza, costó incluida las casas donde se alojaron los pocos habitantes de Santo Tomás de Guayana, 71.684,5 reales. Su dominio del paso del río fue reforzado con la Batería San Rafael en la parte opuesta del Orinoco, vale decir, donde creció y se desarrollo el pueblo de Soledad.
         Construido en la punta pedregosa llamada entonces San Felipe y según el plano existente en el Archivo General de Indias, el San Gabriel seguía la forma de un polígono irregular, bien amurallado en la parte que se adentraba al río haciendo de bastión, separado de las secciones del Cuartel General hacia el poniente y Cuartel y Cárcel hacia el oriente, por entre ambos la galería que conducía al bastón, el Cuarto del Sargento y el área del Cuerpo de Guardia.
         A la entrada y al poniente se hallaba la Sala de recibo y alojamiento del Comandante y paralelamente al oriente el Alojamiento del condestable de Artillería y el Almacén de pertrechos de artillería. Iniciándose la construcción de la nueva ciudad, se detuvo aquí el 26 de febrero de 1764, Francisco  Fernández Bobadilla, quien por orden del Virrey de Santa Fe navegaba el Orinoco en lancha y una canoa que naufragó, para hacer un trabajo sobre las comunidades indígenas que habitaban la gran cuenca del río. Fernández Bobadilla está considerado como el primer Cronista de Angostura y él, al igual que Moreno de Mendoza, también tuvo problemas con el Jefe de Escuadra José de Iturriaga, que dificultaron su misión.





martes, 10 de enero de 2017

MISIONES RELIGIOSAS

Obedeciendo al mandato de Jesús “Id y enseñad a todas las gentes”, los cristianos, desde los tiempos de los apóstoles, recorren los caminos del mundo sellando muchas veces con sangre el testimonio de su religión. En 1622 la Iglesia Católica organizó la Congregación de Propaganda Fide para centralizar la vasta obra misional que se realiza en las áreas escasamente desarrolladas del planeta.
Apenas descubierto el Nuevo Mundo, el cristianismo halló en él un amplio cauce para sus empresas heroicas. La primera comunidad en recibir autorización para enviar Misiones a América fue la Orden Franciscana. El Papa León X expidió la Bula en 1521 autorizándola y doce franciscanos partieron para Nueva España (México) poco después.
         También fueron franciscanos los primeros en llegar a la provincia de Guayana explorada y poblada por el Capitán Antonio de Berrío entre 1582 y 1597 y quien falleció en Santo Tomás de la Guayana, ciudad fundada por él después de San José de Oruña en Trinidad.
         De manera que los primeros religiosos que se establecieron en Guayana fueron los franciscanos, llegados en la expedición de Antonio de Berrío. Los frailes domingo de Santa Águeda y Juan Paralta vinieron con el fundador y de ellos fue la empresa de levantar el Convento y Hospicio de San Francisco a la cual se sumaron posteriormente los Reverendos Luis de Mieses, Luis de Pozuela, Juan de Suazo y el fraile Manosalbas. Otro fraile del grupo que vino con el contingente de pobladores traídos por Domingo de Vera, lugarteniente de Berrío, fue el Reverendo Francisco de Leuro, quien estaba destacado como cura vicario de Santo Tomás, muerto cuando Walter Raleigh mandó desde Trinidad a ocupar la ciudad el 13 de enero de 1618. El Vicariato pasó entonces a manos del Reverendo Juan de Moya, Guardián del Hospicio de San Francisco.
         Además de la Misión de Santo Tomás, los franciscanos habían explorados más al Sur tratando de hacer contacto con poblados indígenas y a distancias de tres leguas localizaron Mar-uaca, donde vivían los indios Aruacas. Allí fundaron una segunda Misión que al igual que la de Santo Tomás fue abandonada en 1670.
         Los últimos frailes que pasaron por allí fueron los jesuitas Dionisio Melena, de origen francés; Francisco Llauri, quien falleció en febrero de 1665; Ignacio Cano y Julián Vergara, quienes debido al estado extremo de pobreza y despoblada como estaba quedando la ciudad, se ausentaron en 1670 para continuar su labor misionera en los llanos de Casanare. De manera que cuando Diego Jiménez de Aldana asumió el Gobierno de la Provincia en 1670, las dos únicas misiones de Guayana estaban acéfalas.



lunes, 9 de enero de 2017

LOS JESUÍTAS EN EL ORINOCO

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Sin embargo, misioneros de la Compañía de Jesús, visto lo difícil que había sido establecer y consolidar Misiones por la parte Oriental del Orinoco, decidieron hacerlo por el lado Occidental bajando desde Colombia por el río Meta.
         En 1671 los jesuitas Fray Alonso de Neira y Fray Bernabé González llegaron hasta los Raudales de Ature poblado por indios adoles, piaroa, mapoyos, tamanacos y yaruros y con ellos trataron de fundar las misiones de Carichana, Sinaruco y San Lorenzo, la cual abandonaron cuatro años después.        
         En 1682, el Arzobispado y la Real Audiencia de Santa Fe previa una exploración de los Reverendos Ignacio Fiol y Felipe Gómez, decidieron una nueva tentativa y enviaron a los misioneros Fiol, Beck, Teobast, Radiel y Julián Vergara, este último en calidad de Procurador, para retomar el trabajo de establecer una Misión importante en la zona de los Raudales, lo que hicieron y a objeto de resguardar la Misión levantaron una Casa-fuerte en Carichana dotada de doce soldados al mando del Capitán Tiburcio de Medina.
         Todo iba bien hasta que el 7 de octubre de 1684, los indios Caribe al mando del cacique Quiara-uera invadieron e incendiaron el poblado liquidando a los misioneros. Sólo quedó en pie la casa fuerte de Carichana con sus soldados y el fraile Julián de Vergara.
         Pero las autoridades reales no habrán de rendirse e intentarán una penetración simultánea por Oriente y Occidente atendiendo al interés que había manifestado el Gobernador Tiburcio de Aspe y Zúñiga (1677-1682), de hacer una prueba con los Capuchinos catalanes. Así, mientras los jesuitas perseverarán bajando por el Meta hasta los Raudales y La Urbana, los Capuchinos lo harán desde Santo Tomás de Guayana.
         Los Jesuitas, orden religiosa fundada en Francia en 1534 por San Ignacio de Loyola, con rasgos de gran originalidad, se extendieron sin restricciones por el mundo, gracias a la comprensión de Pablo III, y así pudo establecerse en los llanos colombianos en 1664 de donde extendieron su acción al Orinoco.
         Todo iba muy bien hasta que el Rey Carlos II decretó su expulsión de todos sus dominios siguiendo la línea represiva de Portugal en 1759 y de Francia en 1762. La presión de estos países contra la Compañía de Jesús era tanta que el Papa Clemente XIV ordenó su disolución el 21 de Julio de 1773. Para la fecha, Santo Tomás de la Guayana había sido mudado a la Angostura del Orinoco y era gobernada por Manuel Centurión, a quien le tocó en julio de 1767 trasladarse hasta Carichana para poner en práctica la medida de expulsión.
         Una vez expulsados los padres Jesuitas, las Misiones pasaron a control de los misioneros Capuchinos y no volverán a tener vida en el mundo sino en 1814 cuando es reestablecida por el Papa Pío VII.
         Cabe decir que la primera gran crónica sobre Guayana titulada El Orinoco Ilustrado y Defendido, publicada en Madrid en 1741, la escribió el Padre jesuita José Gumilla, quien permaneció aquí durante 35 años (1715-1750). En esa Crónica se habla por primera vez de la Piedra del Medio y de una profundidad de 80 brazadas del Orinoco en esa zona.




domingo, 8 de enero de 2017

LOS CAPUCHINOS

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En 1687, previo informe levantado por los frailes Ángel de Mataró y Pablo Blanes, llegaron a Guayana para establecerse los primeros capuchinos catalanes.
Los misioneros Tomás de Lupián, Arcángel de Barcelona y Ramón de Figuerola, salieron de Trinidad el 11 de noviembre y llegaron a Santo Tomás once días después. Los recibió el gobernador Diego Suárez Ponce de León (1682-1690). Los dos primeros se situaron en la Misión de Mari-uaca y Lupián se fue con varios soldados de escolta a fundar más al Sur, la Misión de Los Totumos, pero los tres murieron antes de los dos años de permanencia.
         En 1692, mientras los misioneros jesuitas Alonso de Neira, José Cobarte, Vicente Loberzo y José Silva, se dedicaban a reedificar los pueblos destruidos por los Caribes en zona de los raudales, los capuchinos Ambrosio de Matarol, Antonio de Prados e Ignacio Valfogina, se incorporaban a llenar las vacantes de sus inmediatos antecesores fallecidos pero tres años luego abandonaron su labor de reducción y adoctrinamiento por la muerte del fraile Ambrosio y las fiebres que minaban la salud de los restantes. No fue sino en 1723 tras dos tentativas más de la Orden que los Capuchinos lograron permanecer hasta fundar más de treinta pueblos en la región del Caroní.
         La labor de los misioneros consistía en reunir a un grupo de indios y fundar con ellos un pueblo, cuyo gobierno, instrucción y civilización le estaba encomendado. Cuando al cabo de cierto tiempo, ordinariamente veinte años, se consideraba que el pueblo de indígenas estaba suficientemente afianzado en la vida social civilizada, el pueblo o misión pasabas a la jurisdicción del Obispo y del pueblo civil y continuaba el misionero buscando otros indios para nuevas fundaciones.
         Para el sostenimiento, los misioneros llegaron a fundar labranzas, hatos e ingenios azucareros. Había un Gobernador, llamado Prefecto para toda la misión, un tesorero común y un procurador que compraba las mercancías necesarias para todo el pueblo. En 1726 Pedro Figuera, rico propietario de los llanos de Anzoátegui, regaló a las Misiones 28 vacas y 2 toros que se multiplicaron asombrosamente por toda la provincia de Guayana.
          De estas misiones sobreviven en la actualidad como municipios y parroquias, San Antonio de Upata con la particularidad de haber sido fundada en 1762 sólo por familias españolas y la cual vino a sustituir a Suay (1724) como capital de las misiones; San Miguel del Palmar (1734), San Francisco de Altagracia (1734), Divina Pastora del Yuruary (1737), Nuestra Señora del Rosario de Guasipati (1757), San Buenaventura de Guri (1771), fundadas todas por los capuchinos; Moitaco, por los Franciscanos y La Uriban por los Jesuitas.
         Desde el período del coronel Carlos Sucre que se suscribió el llamado Pacto de la Concordia (20 de marzo de 1734), las Misiones operaban en Guayana sobre jurisdicciones territoriales delimitadas. Desde el mar hasta Angostura, correspondía a los misioneros. capuchinos;  desde Angostura hasta el río Cuchivero, a los observantes de San Francisco y desde el Cuchivero hasta los confines de Nueva Granada, a los Jesuitas.




sábado, 7 de enero de 2017

Trágica muerte de Labrid

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El Papa Benedictino XIII consagró como Obispo al canónigo de la Iglesia Catedral de León de Francia, Nicolás Gervasio Labrid, y lo destinó como Superior  Religioso de Guayana y Trinidad, entonces gobernadas por Agustín Arredondo (1726-1731).
         El prelado llegó a Trinidad en 1730. Se hospedó temporalmente en la Casa del Gobernador Arredondo y mientras le venían las Bulas se fue al Delta donde pronto se familiarizó y convivió con los indígenas, pero en febrero del año siguiente su vivienda fue asaltada por indios Caribe que le dieron muerte al igual que al Subdiácono Pedro Labranier y al Talarista Luis Lagrange.
         En el Libro de Entierros que se custodia en el Archivo de la Curia de Guayana consta que el obispo y sus acompañantes fueron enterrados por Fray Dionisio de Barcelona, en la Iglesia de Santo Tomás de la Guayana, el 25 de febrero de 1731, en contradicción con otra versión según la cual fue asistido después de muerto por Fray Benito de Molla, quien lo hizo sepultar en San José de Oruña y tomó su piedra Ara para colocarla en el Altar Mayor de la Iglesia de San Antonio de Caroní.
         El Gobernador Arredondo fue sustituido de su cargo ese año y hubo quien lo hicieses responsable de la muerte del prelado alegándose que éste conspiraba contra España a favor de Francia, cuyos corsarios habían invadido a Guayana en 1682 desde la Isla de Martinica con la cual Monseñor Labrid mantenía una extraña comunicación.
         El Gobernador Arredondo, al igual que sus antecesores, también creía en el Mito del dorado y preparó una expedición al mando del oficial Juan José Navarro, hijo del Gobernador de Margarita, para ir inútilmente a su encuentro hasta el río Guaviare. Navarro estaba destacado en los Castillos de Guayana y era aficionado a la orfebrería. Allí mismo, en 1723, labró un Crucifijo, todo de plata, de 26 centímetro, para la Iglesia de Santo Tomás de la Guayana, el mismo que Monseñor Domingo Pérez Guevara entregó a Piar para que orara poco antes de ser fusilado en la Plaza Mayor de Angostura. Ese Crucifijo aún se conserva en una caja de seguridad de la Gobernación  del Estado Bolívar.
         Es posible que la plata utilizada por el orfebre aficionado González Navarro haya sido extraída de alguna incipiente mina guayanesa, pues en 1735, el Gobernador Carlos Sucre envió a España las primeras muestras de oro, plata y hierro halladas en las misiones de los Capuchinos.
         En informe elevado a la Corona el 9 de julio de 1740, el Gobernador Gregorio Espinoza de los Monteros dice que “en la ladera de la serranía que mira al norte y tocando casi a la cima, se encuentra en excelente estado de conservación una mina de la que llaman los habitantes “minas frailescas”. Esta mina recibe el nombre propio de la Mina de Plata. Se trata, sin lugar a dudas, de la mina Capapui…”.



jueves, 5 de enero de 2017

LIQUIDACIÓN DE LAS MISIONESS

También a los Capuchinos les tocará su turno, pues sus Misiones quedaron liquidadas y pasadas a jurisdicción civil y militar al extenderse a Guayana en 1817 la Guerra de Independencia. Todos los pueblos misioneros sometidos terminaron fatalmente con la ejecución de veinte religiosos.
            Veinte misioneros, dos legos enfermeros y otros que escaparon, fueron apresados en las distintas Misiones que regentaban y encerrados en el Templo de San Ramón de Caruachi, por considerar los patriotas que siempre estuvieron al lado de los realistas, eran sus principales proveedores y ejercían gran influencia sobre sus territorios. Pero cuando se cría que los misioneros no pasarán de ser meros presos políticos a los que finalmente se castigarían poniéndolos de vuelta a España, aparecieron degollados en masa sobre una laja cercana al pueblo de la Misión de San Ramón de Caruachi, al poniente de Upata el 7 de mayo de 1817.
            Para eses año de 1817 existían activas en Guayana 31 poblaciones misioneras, que sumaban cerca de 25 mil habitantes, todos indios. Las Misiones de Guayana adquirieron gran prosperidad y su organización honra a sus autores. Los misioneros establecieron sabias ordenanzas y en los pueblos que fundaron pusieron autoridades locales utilizando a los mismos indios, quienes gobernaban bajo la vigilancia del Prefecto misionero. Las Misiones tenían un tesorero común y un Procurador que compraba las mercancías necesarias para todo el pueblo.
            Para el sostenimiento, los Capuchinos fundaron hatos con 28 vacas y un toro que en 1726 les proporcionó un hacendado de los llanos al norte del Orinoco llamado Pedro Figuera. Fundaron asimismo labranzas, forjas y un ingenio azucarero que abastecía a todas las misiones.
            A partir del cruento suceso de 1817, atribuido a los indios y del que las autoridades republicanas no se responsabilizaron, las Misiones como tal quedaron paralizadas por más de una centuria, vale decir, hasta 1922 que volvieron por sus fueros al llegar a un acuerdo el Vaticano con el Gobierno venezolano presidido por el General Juan Vicente Gómez.
            El 4 de marzo de 1922, Su Santidad Pío XI dictó la Bula Quoties Romani Pontifices por medio de la cual quedó erigido el Vicariato Apostólico del Caroní y confió su Gobierno a los Frailes Menores Capuchinos Nicolás de Carmenes, Fray Gabino de San Román y Mainino Castrillo, fundadores de la iglesia de El Callao y del Palmar. Fundaron junto con Lucas Fernández Peña la Misión de Santa Elena de Uairén en 1931. Luego las Misiones de Luedpa, Santa Teresita de Kavanayén, Nuestra Señora de Coromoto de Kamarata y la de Wonkén.
            Las Misiones del Caroní, Tucupita y Puerto Ayacucho funcionan bajo jurisdicción de un Vicariato que tiene su sede en Santa Elena de Uairén, el cual fue inaugurado por Monseñor Antonio Ristal, seguido de Monseñor Constantino Gómez Villa y Monseñor Mariano Gutiérrez Salazar.


martes, 3 de enero de 2017

LA EXPEDICIÓN DE LÍMITES

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La Expedición de Límites, aunque fue un fracaso desde el punto de vista de la demarcación de fronteras entre Brasil y la Guayana Venezolana debido a que los portugueses hicieron mutis en el escenario, tuvo en cambio otros logros que definieron, estructuraron y encausaron el destino de la provincia.
         Para 1756 cuando se inicia la Expedición de Límites del Orinoco, había problemas de política internacional entre Portugal y España y ambos reinos llegaron a un acuerdo para lograr la definición de las fronteras de sus posesiones en América.
         Desde la óptica portuguesa se buscaba un arreglo diplomático a favor de una frontera estable, el control tanto de la planicie central aurífera y diamantífera como del Río Amazonas, sino el Río de la Plata por donde salía expedito el contrabando del mineral precioso –plata- extraído del Perú y Bolivia y el cual entraba por el puerto de Buenos Aires.
          Dentro de la política económica de la época que era la del Mercantilismo, el Estado resultaba más fuerte mientras más metales preciosos tuviesen atesorado. De acuerdo con esta premisa se llagó al acuerdo o Tratado de Madrid que delinea la concepción geográfica e histórica de las que son las actuales fronteras en América y que supone un reparto de áreas de influencias: el Amazonas para Portugal y el Río de la Plata para España, desde el punto de vista de la geopolítica de la época.
         De 1751 a 1754 se cumplieron los preparativos de recursos y hombres para llevar a cabo una expedición capaz de hacer efectivo el Tratado de Madrid. Tal fue la Expedición de Límites del Orinoco formada por cuatro Comisarios al mando de igual número de tropas para trazar la frontera en cuatro sectores de la América del Sur: José de Iturriaga, marino conocedor del territorio venezolano que había sido director de la Compañía Guipuzcuana; Eugenio Alvarado, otrora militar de la Nueva Granada; Antonio Urrutia, marino experto en cuestiones navales y astronáuticas y José Solano y Bote, marino formado en las últimas corrientes científicas y tecnológicas del momento que había participado en una misión de espionaje naval en Gran Bretaña y luego Capitán General de Venezuela.
         En febrero de 1754 partió de Cadiz la fragata “Inmaculada” negociada especialmente con esa finalidad. La Expedición estaba integrada por cosmógrafos, dibujantes, botánicos y una planta de 60 personas que luego de llegar a Venezuela se fue ampliando de manera progresiva.

Proyecto científico

         ¿Qué tipo de herramienta política era la Expedición de Límites? Para el investigador hispano Dr. Manuel Giraldo era, fundamentalmente, la de un proyecto científico dentro del plan político de trazado de la línea divisoria.
         Los expedicionarios trajeron al Orinoco los últimos conocimientos de la ciencia europea. Pedro Loefling, prominente discípulo de Linneo, y quien había estado en España durante tres años, vino en la Expedición a ejecutar estudios sobre la canela, el cacao, la quina y a elaborar una materia médica que era la obsesión de los científicos europeos en la mitad del siglo dieciocho: la medicina botánica. La búsqueda de la medicina natural. El estudio de medicamentos susceptibles de poder ser utilizados a partir de los conocimientos botánicos. La botánica nacía entonces como una ciencia de botica.
         Los expedicionarios llegaron en abril de 1754 a Cumaná y desde esa ciudad comenzó un penoso y difícil proceso de entrada al Continente.
         Guayana había sido una región de gran resistencia a la entrada y consolidación del poblamiento y administración española. Esto se rompe con la Expedición de Límites. El nacimiento de Guayana como entidad territorial, administrativa, política, social y económica es en verdad la obra de la Expedición de Límites, aunque es admisible el fracaso del trazado de la línea fronteriza.
         La Expedición de Límites tuvo tres grandes fases: La fase de exploración, la de los recursos para realizarla y la transformación regional de Guayana.
         Los primeros obstáculos que impidieron el avance de la Expedición se localizan entre 1754 y 1756 cuando José Solano y Bote trató de trasponer los raudales de Atures y Maipures en una etapa de activación, de desarrollo de la estructura logística: red de abastecimiento, de transporte, víveres, dinero. Es una estructura de ocupación del territorio que avanza. Esta primera etapa pasó por un momento absolutamente crítico porque España todavía no tenía claro para que sirviera eso y la situación era muy grave dentro de la expedición, pues habían muerto, además del botánico Pedro Loefling, varios  cosmógrafos e infantes a lo cual se sumaba la deserción de tropas reclutadas en Cumaná.
         Del 56 al 58 se produjo una especie de relanzamiento de la Expedición a partir de los recursos obtenidos a través de dos emisarios enviados a España y Santa Fe de Bogotá. Se trazan planes de ocupación favorecidos ya por el conocimiento de Alto Orinoco por parte de José Solano que es el gran ejecutor de esa política.
         Es entonces cuando la Expedición comienza a verse como una entidad de transformación regional toda vez que se monta una estructura de poblamiento, una estructura socio-económica y política para Guayana de la segunda mitad del siglo XVIII.

Tratado de El Pardo

         En 1761 se suscribió el Tratado de El Pardo que anuló el Tratado de Madrid para entrar en una etapa distinta. Una parte de los expedicionarios se volvieron a España y figuras significativas se quedaron en Guayana. José de Iturriaga se quedó como Comandante de las nuevas poblaciones del Orinoco. Se establecieron entonces dos Comandancias: la Comandancia de Guayana con asiento en Angostura a cargo de Joaquín Moreno de Mendoza y la Comandancia de las nuevas poblaciones del Orinoco a cargo de José de Iturriaga.
         A partir de 1763 aparece en Caracas la figura emblemática y fundamental para entender la Expedición de Límites que es José Solano como Capitán General, como administrador de la expansión española en el Alto Orinoco y Río Negro y quien va a racionalizar todo el proceso de la Comandancia de nuevas poblaciones.
         Con la doble Comandancia Orinoco y Guayana que suscitó diferencias entre José de Iturriaga y Moreno de Mendoza se buscaba una reforma militar y un nuevo dispositivo de defensa verdaderamente eficaz al tiempo que el traslado de la Capital de Guayana a la Angostura del Orinoco (1764) y el logro de un tipo de estructura socio-económica de frontera que permitiera una consolidación dentro de la ocupación realizada en los años de la Expedición de Límites.
         Para tales efectos se tenían mediante una economía de guerra, proyectos para localización de minerales en la zona de la Esmeralda que ya había sido explorada en el curso de la Expedición de Límites por Apolinar Díaz de la Fuente, desarrollo de una explotación de Cacaotal Silvestre del Alto Orinoco y otras iniciativas.
         En conclusión, la Expedición de Límites del Orinoco fracasó por una parte, pero tuvo resultados importantísimos para Guayana pues se consolidó como provincia con una estructura política y socio-económica definida.
         José de Iturriaga, efectivamente, fue el Comandante de la famosa Expedición que definió y aseguró el destino de la provincia de Guayana y de su capital Angostura, pero el verdadero brazo ejecutor fue José Solano y Bote, hombre de una gran voluntad emprendedora y civilista que lamentablemente terminó linchado por una poblada de Madrid en mayo de 1808.